Ante el anuncio hace unos días del secretario de Obras Departamental, sobre la inminente contratación de la ejecución de la Avenida del Río, el pasado viernes 5 de septiembre, el Foro Ambiental del Cesar organizó una charla sobre sus implicaciones para la ciudad. En ella, mi colega Alberto Gutiérrez expuso los antecedentes de lo que hoy la Gobernación del Cesar proyecta como una supuesta avenida paisajística adyacente al cauce del río Guatapurí. Sin decirlo explícitamente, el arquitecto dejó en evidencia una conclusión clara: este proyecto no debe ejecutarse tal y como está planteado por la Gobernación por varias razones.
Es ilegal
Si bien desde hace varios años se habla de una avenida paisajística que sirva de límite y zona de mitigación entre el río y la ciudad, e incluso el POT la contempla, el trazado que hoy propone la Gobernación no corresponde con ese proyecto y viola el Plan de Ordenación y Manejo de la Cuenca del Río Guatapurí (POMCA).
Además, la Gobernación no es la entidad competente para formular esta obra. El proceso le corresponde al municipio, que podría escalar a la Gobernación en caso de no contar con los recursos suficientes. Hoy ocurre lo contrario: la Gobernación usurpa funciones propias de la Alcaldía.
Le quita al río su ronda hídrica
El proyecto elimina la ronda hídrica de la margen derecha, que no es un adorno, sino un colchón natural de protección. Esa franja permite que el río se expanda en épocas de creciente, conserve humedad en temporadas secas y sostenga la biodiversidad de su ribera. Reemplazarla por una vía vehicular tendría consecuencias directas como mayor riesgo de inundaciones ya que al quitarle espacio al río, las crecientes terminarían afectando los asentamientos y construcciones que hoy existen y, por supuesto, la futura vía.
De igual forma, al pavimentar la ronda, se reduce la recarga hídrica y el Guatapurí pierde capacidad de regulación en temporada seca. Se produciría desaparición de especies de flora y fauna como aves, peces, anfibios y árboles nativos que perderían su hábitat, acelerando la degradación del ecosistema. Y, por último, se fragmentaría del corredor ecológico urbano, ya que la ronda conecta el río con otros sistemas de vida de la ciudad; sin ella, Valledupar pierde uno de sus pulmones ambientales.
En pocas palabras, quitarle la ronda hídrica al Guatapurí es condenarlo a una enfermedad crónica: más inundaciones, más sequías y menos vida.
Incentiva un crecimiento urbano costoso y desordenado
La propuesta contempla la construcción de cuatro puentes hacia la margen izquierda del río, rompiendo la lógica de contención urbana y abriendo paso a la expansión de la ciudad hacia un ecosistema frágil.
Valledupar cuenta dentro del perímetro urbano actual, con 1.681 hectáreas disponibles para urbanizar, con capacidad para alojar a más de 200.000 personas.
Adicionalmente, hace más de 10 años, en un cuidadoso ejercicio de planeación urbana para la ciudad a través de The Urban Expansion Initiative, la Universidad de Nueva York entregó al entonces alcalde Freddy Socarrás un modelo de expansión de la ciudad hacia el sur y el sur-oeste, teniendo en cuenta la naturaleza del territorio y las condiciones de los suelos.
Ese crecimiento hacia el norte y nor-oriente propuesto por la Gobernación no será gratuito: llevar acueducto, alcantarillado, energía y demás servicios públicos hacia la margen izquierda resultará altamente costoso para Valledupar. En lugar de fortalecer la infraestructura existente, se empuja a la ciudad a un modelo de expansión desordenada, más caro y menos sostenible.
La Gobernación promete más de lo que cumple
- El historial de ejecución de obras en el Cesar habla por sí solo:
- Estadio Armando Maestre Pavajeau: remodelación con adiciones multimillonarias y entregas demoradas.
- Centro Cultural de la Música Vallenata: inconcluso, con sobrecostos acumulados y convertido en símbolo de obras interminables.
- Villa Olímpica de Valledupar: proyectada para los Juegos Bolivarianos, sufrió retrasos y sobrecostos que obligaron a improvisar soluciones.
- CDT Pesquero y CDT Ganadero: elefantes blancos, con millonarias inversiones, sobrecostos investigados por la Procuraduría y resultados casi nulos.
- Universidad Nacional – sede La Paz: entregada con demoras, adiciones presupuestales y problemas de planeación en servicios básicos, dejando dudas sobre la capacidad real de ejecución.
¿Qué se puede esperar entonces de la ejecución de una vía de gran envergadura y con fuerte impacto ambiental como la Avenida del Río? Lo más probable es que no cueste 146 mil millones, sino mucho más, y que no se construya en 24 meses, sino en el doble o triple del tiempo.
Ríos que han pagado el precio del “progreso”
No sería la primera vez que una ciudad sacrifica un río en nombre del “progreso” y termina pagando las consecuencias. En Medellín el río se canalizó y se le construyeron vías a lado y lado. Hoy la ciudad paga el costo de haber convertido su afluente en una cloaca, con islas de calor, contaminación y la necesidad de invertir miles de millones en proyectos de restauración.
En Bogotá el río Tunjuelo y varios humedales fueron reducidos o rellenados para urbanizar. El resultado fueron barrios en zonas inundables, emergencias en cada temporada de lluvia y la desaparición de ecosistemas vitales que hoy la ciudad intenta restaurar con enormes costos.
En Monterrey se canalizó el río Santa Catarina en los años 60 para hacer una avenida. Tras un huracán en 1988, la avenida quedó destruida por haber eliminado la protección natural del cauce (El Norte, 1988).
En Seúl, la autopista que cubrió el arroyo Cheonggyecheon fue vista como símbolo de modernidad en los 70, pero trajo deterioro ambiental y pérdida de calidad de vida (ONU Hábitat, 2018). Décadas después, la ciudad tuvo que invertir miles de millones en demoler la vía y recuperar el arroyo como espacio público.
Valledupar tiene la oportunidad de aprender de esas experiencias. Nuestra ciudad no necesita otra obra fallida ni un capricho político disfrazado de progreso. Si se quiere hacer la avenida paisajística en esta administración es urgente retomar los estudios serios que han realizado el Arq. Santander Beleño, Findeter, la Universidad de Nueva York (NYU) y lo consignado en el POT, para hacerla como corresponde, y no como se le antoja a la casa de gobierno departamental.
El río Guatapurí es el orgullo de los vallenatos, hace parte de nuestra identidad y como sociedad no podemos dejar que lo destruyan.
Nota al pié: Hace unas semanas escribí sobre la necesidad que tiene Valledupar de subsidios de vivienda y los beneficios que esto trae en el corto, mediano y largo plazo. Con los 146 mil millones que se va a invertir en este proyecto, se podrían otorgar casi 5.000 subsidios de 30 millones de pesos para la adquisición de vivienda a familias vulnerables no solo en Valledupar sino en todo el Cesar, generando beneficios sociales reales y duraderos.
Por Mariana Orozco Blanco











