Termina el tiempo Ordinario para dar comienzo al Adviento, época que nos invita a estar preparados para la venida del Niño Jesús, un tiempo de reflexión, y es por ello que nos proponemos en esta oportunidad abordar un tema que nos debe causar mucha curiosidad, y es: ¿Por qué Jesús nos compara con ovejas?
Son muchas las citas bíblicas en las cuales se hace esta comparación y quizás la más conocida es la parábola de la oveja perdida, donde se enseña que el Buen Pastor da la vida por sus ovejas, al punto que abandona las 99 para buscar la oveja perdida, y cuando la encuentra siente alegría por ella, más que por las 99 que no se extraviaron (Lucas: 15- 3,7).
En el evangelio del apóstol Juan, Jesús nos dice: “Yo soy el Buen Pastor: conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí” (Juan:10-14). Dos ejemplos donde Jesús nos compara con ovejas, pero alguna vez se ha preguntado: ¿Por qué Jesús hace esta comparación? Veamos.
Las ovejas fueron de las primeras especies en ser domesticadas, una vez domesticadas, las ovejas se vuelven frágiles, mansas e indefensas, de tal suerte que su vida depende del pastor que la cuida de los depredadores y de las enfermedades, además, es un animal con muy poco sentido de la orientación, es decir, se extravía con facilidad, no tienen buena visión, no son capaces de procurarse su propio alimento, pero en cambio tienen una excelente audición de tal manera que pueden reconocer la voz de su pastor.
Al propio Jesús, Juan lo compara con el cordero, que es un individuo de entre un mes y un año. “Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, exclamó Juan cuando vio acercarse a Jesús. (Juan:1-36). Corderos y ovejas son sacrificados para el consumo humano, su lana también es aprovechada para la confección de abrigos, mochilas, etc. Así las cosas, no es de extrañar que Jesús nos haya comparado con ovejas, pues tenemos muchas cosas en común, y quizá la más importante es que necesitamos de un guía espiritual, un pastor que nos cuide de las acechanzas del maligno, que nos oriente y conduzca a los verdes pastos, a los arroyos de aguas tranquilas, que nos lleve por el camino recto y que nos aleje de la tentación y el pecado, que viene a ser nuestra perdición.
Es por ello que debemos evitar a toda costa convertirnos en rebaños sin pastor como lo advierte el apóstol Marcos: “Al desembarcar vio un gran gentío, y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor” (Marcos: 6-34). Sin un pastor que nos guíe estaremos a merced del mundo. ¡Felices Fiestas!Nota de cierre: Esta columna reaparecerá en enero 2022, si Papá Dios así lo quiere. Hasta entonces.
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