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Columnista - 24 abril, 2019

Por la sostenibilidad de nuestro ambiente

Colombia es un país que se encuentra entre los primeros lugares en biodiversidad y entre las naciones más megadiversas del planeta, lo que la sitúa en un lugar privilegiado por sus riquezas naturales, belleza geográfica y biodiversidad de ecosistemas que lo posiciona como potencia ambiental y turística ante el mundo. Por ello, nuestra constitución propende […]

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Colombia es un país que se encuentra entre los primeros lugares en biodiversidad y entre las naciones más megadiversas del planeta, lo que la sitúa en un lugar privilegiado por sus riquezas naturales, belleza geográfica y biodiversidad de ecosistemas que lo posiciona como potencia ambiental y turística ante el mundo.

Por ello, nuestra constitución propende por la protección, conservación, integridad y fomento del ambiente, así mismo se ha avanzado en términos de legislación ambiental, en busca de implementar una política ambiental efectiva y eficiente, que garantice la sostenibilidad de nuestro ambiente.

Desafortunadamente este regalo preciado, obsequiado por Dios y la naturaleza no ha sido dimensionado, valorado y cuidado por nosotros, por el contrario, con desdén, crueldad e ignominia adelantamos acciones que atentan contra nuestro ambiente y por consiguiente contra nuestra existencia.

A diario conocemos cómo de forma voraz, insaciable y despiadada devoramos nuestros bosques y selvas, contaminamos las fuentes hídricas, emitimos gases invernaderos, deterioramos el aire que respiramos con sustancias nocivas y tóxicas y contaminamos nuestro suelo con la incorporación de residuos y elementos contaminantes que ponen en riesgo la vida de las personas, animales y plantas.

Preocupa encontrar que el humedal continental más grande de agua dulce que tiene Colombia, nuestra ciénaga de Zapatosa está siendo afectada por altos niveles de contaminantes y la cimentación, lo que deteriora su ecosistema, ocasionando la falta de oxígeno y degradación del hábitat de varias especies, poniendo en riesgo este espejo de agua, su ecosistema, la salud, seguridad alimentaria y sustento de los pobladores de su zona de afluencia.

Es inadmisible y censurable como grupos al margen de la ley como la guerrilla del ELN siguen realizando atentados contra la infraestructura petrolera, ocasionando con ello un gran e irreversible daño a nuestro ecosistema, contaminando los afluentes, poniendo en riesgo nuestros espejos de agua e inhabilitando este recurso básico para la vida. En los últimos días un ataque al oleoducto caño Limón-Coveñas perjudico uno de los sitios más bellos, paradisíaco y turísticos del país como lo es el Pozo Azul en el Catatumbo, que cambio sus hermosas aguas de color aguamarina por el color marrón, turbio y aceitosa como resultado del derrame de crudo que ocasiono este vil atentado.

Alarma como nuestros bosques y selvas son desforestadas con la tala indiscriminada, con el propósito de implementar los cultivos ilícitos, la ganadería intensiva y acaparamiento de tierra lo que se traduce en una disminución de la biodiversidad, degradación y erosión del suelo, acrecienta el cambio climático y evita su mitigación, sin olvidar aquellas administraciones municipales que con gran desdén talan árbol con el pretexto de realizar obras, todo esto conlleva a un atentado paritario contra el planeta y subsistencia de la especie animal y humana.

Se hace necesario que hagamos un pare en el camino, que conservemos, respetemos y cuidemos nuestros ecosistemas y recursos naturales, es hora que aunemos esfuerzos para la protección de nuestro ambiente, que entendamos que, si atentamos contra la naturaleza, atentamos contra nuestra vida, contra nuestro planeta y nos condenamos a la extinción. Debemos reconocer y entender de una vez por todas, que este hermoso planeta no es nuestro, que nuestros antepasados no los prestaron y encomendaron para que lo cuidáramos, atesoráramos y conserváramos para las futuras generaciones, no podemos ser egoístas e irresponsables con nuestros hijos, condenándolos a convivir en un planeta devastado, destruido y sin futuro por nuestra incapacidad, apatía y omisión.

Por Diógenes Pino

Columnista
24 abril, 2019

Por la sostenibilidad de nuestro ambiente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Diógenes Pino Sanjur

Colombia es un país que se encuentra entre los primeros lugares en biodiversidad y entre las naciones más megadiversas del planeta, lo que la sitúa en un lugar privilegiado por sus riquezas naturales, belleza geográfica y biodiversidad de ecosistemas que lo posiciona como potencia ambiental y turística ante el mundo. Por ello, nuestra constitución propende […]


Colombia es un país que se encuentra entre los primeros lugares en biodiversidad y entre las naciones más megadiversas del planeta, lo que la sitúa en un lugar privilegiado por sus riquezas naturales, belleza geográfica y biodiversidad de ecosistemas que lo posiciona como potencia ambiental y turística ante el mundo.

Por ello, nuestra constitución propende por la protección, conservación, integridad y fomento del ambiente, así mismo se ha avanzado en términos de legislación ambiental, en busca de implementar una política ambiental efectiva y eficiente, que garantice la sostenibilidad de nuestro ambiente.

Desafortunadamente este regalo preciado, obsequiado por Dios y la naturaleza no ha sido dimensionado, valorado y cuidado por nosotros, por el contrario, con desdén, crueldad e ignominia adelantamos acciones que atentan contra nuestro ambiente y por consiguiente contra nuestra existencia.

A diario conocemos cómo de forma voraz, insaciable y despiadada devoramos nuestros bosques y selvas, contaminamos las fuentes hídricas, emitimos gases invernaderos, deterioramos el aire que respiramos con sustancias nocivas y tóxicas y contaminamos nuestro suelo con la incorporación de residuos y elementos contaminantes que ponen en riesgo la vida de las personas, animales y plantas.

Preocupa encontrar que el humedal continental más grande de agua dulce que tiene Colombia, nuestra ciénaga de Zapatosa está siendo afectada por altos niveles de contaminantes y la cimentación, lo que deteriora su ecosistema, ocasionando la falta de oxígeno y degradación del hábitat de varias especies, poniendo en riesgo este espejo de agua, su ecosistema, la salud, seguridad alimentaria y sustento de los pobladores de su zona de afluencia.

Es inadmisible y censurable como grupos al margen de la ley como la guerrilla del ELN siguen realizando atentados contra la infraestructura petrolera, ocasionando con ello un gran e irreversible daño a nuestro ecosistema, contaminando los afluentes, poniendo en riesgo nuestros espejos de agua e inhabilitando este recurso básico para la vida. En los últimos días un ataque al oleoducto caño Limón-Coveñas perjudico uno de los sitios más bellos, paradisíaco y turísticos del país como lo es el Pozo Azul en el Catatumbo, que cambio sus hermosas aguas de color aguamarina por el color marrón, turbio y aceitosa como resultado del derrame de crudo que ocasiono este vil atentado.

Alarma como nuestros bosques y selvas son desforestadas con la tala indiscriminada, con el propósito de implementar los cultivos ilícitos, la ganadería intensiva y acaparamiento de tierra lo que se traduce en una disminución de la biodiversidad, degradación y erosión del suelo, acrecienta el cambio climático y evita su mitigación, sin olvidar aquellas administraciones municipales que con gran desdén talan árbol con el pretexto de realizar obras, todo esto conlleva a un atentado paritario contra el planeta y subsistencia de la especie animal y humana.

Se hace necesario que hagamos un pare en el camino, que conservemos, respetemos y cuidemos nuestros ecosistemas y recursos naturales, es hora que aunemos esfuerzos para la protección de nuestro ambiente, que entendamos que, si atentamos contra la naturaleza, atentamos contra nuestra vida, contra nuestro planeta y nos condenamos a la extinción. Debemos reconocer y entender de una vez por todas, que este hermoso planeta no es nuestro, que nuestros antepasados no los prestaron y encomendaron para que lo cuidáramos, atesoráramos y conserváramos para las futuras generaciones, no podemos ser egoístas e irresponsables con nuestros hijos, condenándolos a convivir en un planeta devastado, destruido y sin futuro por nuestra incapacidad, apatía y omisión.

Por Diógenes Pino