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Columnista - 6 septiembre, 2023

Política de la vergüenza en La Guajira

No puedo evitar clamar con fuerza ante la miserable situación política que ahoga a La Guajira. No hay más tiempo para las medias tintas, las palabras suaves o las esperanzas vacías. El estado de la política en La Guajira es un lodazal de avaricia, indolencia y desprecio por la vida de la gente.

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No puedo evitar clamar con fuerza ante la miserable situación política que ahoga a La Guajira. No hay más tiempo para las medias tintas, las palabras suaves o las esperanzas vacías. El estado de la política en La Guajira es un lodazal de avaricia, indolencia y desprecio por la vida de la gente.

Yo no soy ningún santo inmaculado, ni pretendo aparecer como tal, en mi vida he tenido el desagrado de presenciar numerosas atrocidades, pero lo que acontece en La Guajira sobrepasa cualquier límite de decencia y de moralidad. Un departamento donde la corrupción y la indiferencia hacia el sufrimiento de su propio pueblo son la norma, y ​​donde la clase política se olvidó por completo de los valores más básicos de humanidad.

Los políticos de La Guajira parece que son movidos por una actitud maquiavélica que roza lo criminal, no parecen tener límites en su búsqueda desenfrenada de poder y riqueza. Mientras el resto del departamento se desangra, hambriento y sediento, ellos acumulan sin piedad, como si el sufrimiento ajeno no les causara un solo insomnio. ¿Cuál es su sueño? ¿Tener pesadillas alguna vez? ¿O duermen como lirones, indiferentes al sufrimiento que los rodea? ¿Qué tipo de sueños tienen estos políticos y sus familias? ¿Se acuestan por las noches sin remordimientos, mientras su pueblo agoniza en la más absoluta pobreza?

Roban descaradamente sin temor a consecuencias. El saqueo es su deporte preferido, y nadie les pone freno. Los órganos de control y el sistema judicial son cómplices de su impunidad, engavetando casos para que el tiempo borre las huellas de sus crímenes. ¿Acaso no tienen conciencia? ¿Cómo pueden vivir estos individuos con sus conciencias aparentemente anestesiadas? ¿No comprenden que, así como llegaron a este mundo sin posesiones, así también partirán? En el ataúd, solo cabe el cuerpo, nada más. ¿Entonces por qué la urgencia de acumular y robar sin cesar mientras su pueblo se consume?

¿Alguna vez se han detenido a pensar en el significado de la vida? ¿En la responsabilidad que tienen como servidores públicos? Parece que no. Su egoísmo y avaricia son tan profundos que ni siquiera el temor a la justicia divina los detiene. Cuando llegue la hora de rendir cuentas, el día que mueran, no habrá tiempo suficiente para saldar sus culpas junto con sus descendencias.

¿Les avergüenza decir que son guajiros? Debería, porque mientras ellos y sus familias viven como reyes, la mayoría languidece en la pobreza. Los niños desnutridos mueren en sus casas.

Los políticos de La Guajira son depredadores voraces, siempre en busca de sus propios intereses. ¿Pero la gente cuándo despertará de su ingenuidad? Siguen votando por los mismos o venden sus votos, por eso no tienen derecho a quejarse si les han comprado su futuro. Mientras tanto, los problemas persisten: niños wayúu muriendo de hambre, EPS indígenas desviando fondos, la Corte Constitucional declarando el estado de cosas inconstitucionales, el gobierno decretando emergencias económicas. Y así, la rueda del sufrimiento nunca cesa.

La Guajira ostenta el último lugar en todos los indicadores sociales; el 68% de la población vive bajo la línea de pobreza, y el 32% se encuentra en la miseria extrema. Mientras tanto, a la clase política esto le resbala. Las autoridades tradicionales indígenas y la clase política, junto con sus familias, disfrutan de lujos propios de jeques árabes. El pueblo muere de física hambre y ellos pasean en carros de lujo y viven en mansiones rodeadas de escoltas.

Es un claro ejemplo de “capitalismo político”, donde el poder se utiliza para saquear las arcas públicas sin el menor remordimiento. El Estado, por su parte, no cumple su deber de combatir la ilegalidad con determinación, y la población se ve atrapada en un círculo vicioso de pobreza y violencia.Es hora de cambiar. La Guajira merece líderes honestos y comprometidos con su gente, no con su propio interés, no una política mafiosa que se enriquezca mientras su gente sufre. Los depredadores políticos deben ser desterrados del poder y llevados ante la justicia. El pueblo guajiro merece un futuro mejor, y no podemos descansar hasta lograrlo. Ya es hora de que esta pesadilla política llegue a su fin. Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…

Por Luís Alonso Colmenares Rodríguez.

Columnista
6 septiembre, 2023

Política de la vergüenza en La Guajira

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luís Alonso Colmenares Rodríguez

No puedo evitar clamar con fuerza ante la miserable situación política que ahoga a La Guajira. No hay más tiempo para las medias tintas, las palabras suaves o las esperanzas vacías. El estado de la política en La Guajira es un lodazal de avaricia, indolencia y desprecio por la vida de la gente.


No puedo evitar clamar con fuerza ante la miserable situación política que ahoga a La Guajira. No hay más tiempo para las medias tintas, las palabras suaves o las esperanzas vacías. El estado de la política en La Guajira es un lodazal de avaricia, indolencia y desprecio por la vida de la gente.

Yo no soy ningún santo inmaculado, ni pretendo aparecer como tal, en mi vida he tenido el desagrado de presenciar numerosas atrocidades, pero lo que acontece en La Guajira sobrepasa cualquier límite de decencia y de moralidad. Un departamento donde la corrupción y la indiferencia hacia el sufrimiento de su propio pueblo son la norma, y ​​donde la clase política se olvidó por completo de los valores más básicos de humanidad.

Los políticos de La Guajira parece que son movidos por una actitud maquiavélica que roza lo criminal, no parecen tener límites en su búsqueda desenfrenada de poder y riqueza. Mientras el resto del departamento se desangra, hambriento y sediento, ellos acumulan sin piedad, como si el sufrimiento ajeno no les causara un solo insomnio. ¿Cuál es su sueño? ¿Tener pesadillas alguna vez? ¿O duermen como lirones, indiferentes al sufrimiento que los rodea? ¿Qué tipo de sueños tienen estos políticos y sus familias? ¿Se acuestan por las noches sin remordimientos, mientras su pueblo agoniza en la más absoluta pobreza?

Roban descaradamente sin temor a consecuencias. El saqueo es su deporte preferido, y nadie les pone freno. Los órganos de control y el sistema judicial son cómplices de su impunidad, engavetando casos para que el tiempo borre las huellas de sus crímenes. ¿Acaso no tienen conciencia? ¿Cómo pueden vivir estos individuos con sus conciencias aparentemente anestesiadas? ¿No comprenden que, así como llegaron a este mundo sin posesiones, así también partirán? En el ataúd, solo cabe el cuerpo, nada más. ¿Entonces por qué la urgencia de acumular y robar sin cesar mientras su pueblo se consume?

¿Alguna vez se han detenido a pensar en el significado de la vida? ¿En la responsabilidad que tienen como servidores públicos? Parece que no. Su egoísmo y avaricia son tan profundos que ni siquiera el temor a la justicia divina los detiene. Cuando llegue la hora de rendir cuentas, el día que mueran, no habrá tiempo suficiente para saldar sus culpas junto con sus descendencias.

¿Les avergüenza decir que son guajiros? Debería, porque mientras ellos y sus familias viven como reyes, la mayoría languidece en la pobreza. Los niños desnutridos mueren en sus casas.

Los políticos de La Guajira son depredadores voraces, siempre en busca de sus propios intereses. ¿Pero la gente cuándo despertará de su ingenuidad? Siguen votando por los mismos o venden sus votos, por eso no tienen derecho a quejarse si les han comprado su futuro. Mientras tanto, los problemas persisten: niños wayúu muriendo de hambre, EPS indígenas desviando fondos, la Corte Constitucional declarando el estado de cosas inconstitucionales, el gobierno decretando emergencias económicas. Y así, la rueda del sufrimiento nunca cesa.

La Guajira ostenta el último lugar en todos los indicadores sociales; el 68% de la población vive bajo la línea de pobreza, y el 32% se encuentra en la miseria extrema. Mientras tanto, a la clase política esto le resbala. Las autoridades tradicionales indígenas y la clase política, junto con sus familias, disfrutan de lujos propios de jeques árabes. El pueblo muere de física hambre y ellos pasean en carros de lujo y viven en mansiones rodeadas de escoltas.

Es un claro ejemplo de “capitalismo político”, donde el poder se utiliza para saquear las arcas públicas sin el menor remordimiento. El Estado, por su parte, no cumple su deber de combatir la ilegalidad con determinación, y la población se ve atrapada en un círculo vicioso de pobreza y violencia.Es hora de cambiar. La Guajira merece líderes honestos y comprometidos con su gente, no con su propio interés, no una política mafiosa que se enriquezca mientras su gente sufre. Los depredadores políticos deben ser desterrados del poder y llevados ante la justicia. El pueblo guajiro merece un futuro mejor, y no podemos descansar hasta lograrlo. Ya es hora de que esta pesadilla política llegue a su fin. Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…

Por Luís Alonso Colmenares Rodríguez.