Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2021 Colombia ocupaba el puesto 47 en el mundo en emisiones anuales de CO2 y el sexto en América Latina.
Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2021 Colombia ocupaba el puesto 47 en el mundo en emisiones anuales de CO2 y el sexto en América Latina. De acuerdo con el Banco Mundial, un colombiano emite al año 1,6 toneladas de CO2, muy por debajo del promedio mundial (4,47 CO2 t per cápita) y del de América Latina y el Caribe (2,6 CO2 t per cápita). Para 2019, Colombia emitía apenas el 0.57 % del total global de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
De acuerdo con la ONU y la Agencia Internacional de Energía (AIE), el sector energético es el mayor contaminante en el mundo (76 %), seguido por la agricultura y la ganadería (12 %). Pero a diferencia de lo que ocurre globalmente, en Colombia el sector energético solo contribuye con el 14% de las emisiones de GEI y, en cambio, la agricultura, la ganadería y la deforestación producen el 59 % de esos gases.
Los datos ponen en perspectiva comparada la contribución del país al problema global de contaminación por GEI y el cambio climático. No somos grandes contaminantes, estamos muy por debajo del promedio global y del latinoamericano, y la principal fuente de nuestras emisiones de GEI no son el carbón y el petróleo. De entrada, estas características medioambientales deberían ser fundamentales para determinar la ruta de nuestra transición energética.
En el 2022, la minería aportó más de $15 billones de pesos entre regalías, impuestos y otras contribuciones. El sector petrolero aportó $18,16 billones. Las exportaciones totales del país en el 21 fueron de USD 41.390 millones y en el 22 de USD 57.115 millones. Si en el 2021 el sector minero energético representó el 47,8 % de todas las exportaciones, el año pasado fue el 61,4 %. Del total de la inversión extranjera directa del año pasado, USD 11.304 millones, el 72 %, USD 8.148 millones, provino del sector de minería y petróleo.
No hay ningún otro sector más importante para la economía y ninguno que haga más aportes, ni de lejos, a las finanzas nacionales y ninguno trae más dólares vía exportaciones e inversión extranjera.
Así las cosas, Colombia tiene que acelerar su transición energética, pero es una tontería mayúscula, con graves consecuencias para nuestra economía y un aporte minúsculo a la lucha contra el cambio climático, hacerla a costa del sector minero energético. El ataque de Petro al petróleo y al carbón es absolutamente equivocado y de nefastas consecuencias económicas y sociales. El camino debe ser distinto: impulsar las energías alternativas al mismo tiempo que se le saca todo el jugo posible al sector extractivo, en particular al petróleo y el carbón, de manera que se aseguren tanto la estabilidad de las finanzas públicas, y por esa vía el gasto social, como los ingresos en moneda extranjera y la estabilidad futura del peso.
Por: Rafael Nieto Loaiza
Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2021 Colombia ocupaba el puesto 47 en el mundo en emisiones anuales de CO2 y el sexto en América Latina.
Según la Organización Meteorológica Mundial, en 2021 Colombia ocupaba el puesto 47 en el mundo en emisiones anuales de CO2 y el sexto en América Latina. De acuerdo con el Banco Mundial, un colombiano emite al año 1,6 toneladas de CO2, muy por debajo del promedio mundial (4,47 CO2 t per cápita) y del de América Latina y el Caribe (2,6 CO2 t per cápita). Para 2019, Colombia emitía apenas el 0.57 % del total global de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
De acuerdo con la ONU y la Agencia Internacional de Energía (AIE), el sector energético es el mayor contaminante en el mundo (76 %), seguido por la agricultura y la ganadería (12 %). Pero a diferencia de lo que ocurre globalmente, en Colombia el sector energético solo contribuye con el 14% de las emisiones de GEI y, en cambio, la agricultura, la ganadería y la deforestación producen el 59 % de esos gases.
Los datos ponen en perspectiva comparada la contribución del país al problema global de contaminación por GEI y el cambio climático. No somos grandes contaminantes, estamos muy por debajo del promedio global y del latinoamericano, y la principal fuente de nuestras emisiones de GEI no son el carbón y el petróleo. De entrada, estas características medioambientales deberían ser fundamentales para determinar la ruta de nuestra transición energética.
En el 2022, la minería aportó más de $15 billones de pesos entre regalías, impuestos y otras contribuciones. El sector petrolero aportó $18,16 billones. Las exportaciones totales del país en el 21 fueron de USD 41.390 millones y en el 22 de USD 57.115 millones. Si en el 2021 el sector minero energético representó el 47,8 % de todas las exportaciones, el año pasado fue el 61,4 %. Del total de la inversión extranjera directa del año pasado, USD 11.304 millones, el 72 %, USD 8.148 millones, provino del sector de minería y petróleo.
No hay ningún otro sector más importante para la economía y ninguno que haga más aportes, ni de lejos, a las finanzas nacionales y ninguno trae más dólares vía exportaciones e inversión extranjera.
Así las cosas, Colombia tiene que acelerar su transición energética, pero es una tontería mayúscula, con graves consecuencias para nuestra economía y un aporte minúsculo a la lucha contra el cambio climático, hacerla a costa del sector minero energético. El ataque de Petro al petróleo y al carbón es absolutamente equivocado y de nefastas consecuencias económicas y sociales. El camino debe ser distinto: impulsar las energías alternativas al mismo tiempo que se le saca todo el jugo posible al sector extractivo, en particular al petróleo y el carbón, de manera que se aseguren tanto la estabilidad de las finanzas públicas, y por esa vía el gasto social, como los ingresos en moneda extranjera y la estabilidad futura del peso.
Por: Rafael Nieto Loaiza