Sin duda, la semana que pasó fue la mayor tormenta política para el presidente Gustavo Petro, se enfureció tanto que pateó el tablero.
Sin duda, la semana que pasó fue la mayor tormenta política para el presidente Gustavo Petro, se enfureció tanto que pateó el tablero y decidió gobernar con el ala petrista más extrema; sacó a 7 ministros y dejó por fuera a algunos aliados de centro, que fueron determinantes para ganarle por una pequeña diferencia en segunda vuelta a Rodolfo Hernández, ya lleva 10 ministros en 8 meses.
Petro, con esta movida, muestra un talante poco conciliador; tenían razón quienes aseguraban que le gusta rodearse solo de quienes le hacen eco, para no escuchar voces que lo contraríen, hizo exactamente lo mismo en la alcaldía de Bogotá; manda un mensaje autoritario: O se hace lo que yo digo o se van. Así salieron: Cecilia López, de origen liberal, por un polémico artículo sobre expropiaciones y por algunos encontrones con la ministra de Minas, Irene Vélez, que sí es de los afectos de Petro, porque replica al pie de la letra su discurso, sin chistar.
También sacó a Alfonso Prada, uno de sus mejores coequiperos, todo por una desavenencia con el expresidente Santos. No conforme, hizo otro movimiento en falso, sacar al ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, un economista de posturas moderadas y ajustado a la regla fiscal que tranquilizaba los mercados y lo hizo con una frase arrogante: “yo asumo las consecuencias”, dejando de lado la experiencia que le brindaba a su gabinete, ese que no ha logrado ajustar; como bien pronosticó en campaña, Alejandro Gaviria, otra víctima del temperamento enloquecido de Petro.
Pero el extremo fue romper la colación con los partidos de la U, Conservador y Liberal, que si bien son partidos politiqueros y de ‘mermelada’, son la otra representación política de la gente y para gobernar sin mayorías, son necesarias las coaliciones, lograr acuerdos y el mejor escenario es el Congreso; de lo contrario, lo que viene es un desgaste que terminará con todo, incluso con sus propias reformas.
Ahora desplegó su nueva táctica, buscar congresista por congresista para ofrecer y tranzar, muy al estilo de la ‘Yidispolítica’ de Uribe ¿Ese era el famoso cambio? Como si el incendio no fuera ya suficiente, invita a la gente a salir a la calle para presionar al Congreso, en un país hastiado de los enfrentamientos, de los paros en las calles y de las peleas intestinas entre políticos que, al fin y al cabo, resultan siendo todo iguales.
Petro se equivoca al asegurar que su propuesta la legitimaron más de 11 millones de colombianos; muchos votantes de centro, no querían más uribismo y por eso lo respaldaron, esperando acuerdos que mejoraran al país, no para que se radicalizara. Cuando vio que las cosas no iban marchando, se desmarcó de la situación y culpó a los ministros salientes de no trabajar por el cambio, a sabiendas de que el comandante en jefe es él.
Ya van 9 meses y nada ha mejorado, al contrario, se vive una gran incertidumbre, con un presidente temperamental, encerrado en sí mismo, acorralado, sin gobernabilidad y con una imagen en picada. Un panorama desalentador que no permite saber dónde va a desembocar la situación, lo que da pie a la ultraderecha para crear más caos, proponiendo soluciones antidemocráticas.
La situación del presidente es complicada, aunque su terquedad y soberbia no le permitan aceptarlo; así le haya ido bien en su visita a EE. UU., en Colombia, comienza a quedarse solo con la fanática base petrista, esa que se parece a él, como Gustavo Bolívar y demás áulicos que no tienen un ápice de moderación y piensan que todo hay que solucionarlo a las patadas, con las consecuencias que eso puede traer, principalmente a la economía del país y, por ende, a la gente, que veía con esperanzas este gobierno. @JACOBOSOLANOC
Por: JACOBO SOLANO C.
Sin duda, la semana que pasó fue la mayor tormenta política para el presidente Gustavo Petro, se enfureció tanto que pateó el tablero.
Sin duda, la semana que pasó fue la mayor tormenta política para el presidente Gustavo Petro, se enfureció tanto que pateó el tablero y decidió gobernar con el ala petrista más extrema; sacó a 7 ministros y dejó por fuera a algunos aliados de centro, que fueron determinantes para ganarle por una pequeña diferencia en segunda vuelta a Rodolfo Hernández, ya lleva 10 ministros en 8 meses.
Petro, con esta movida, muestra un talante poco conciliador; tenían razón quienes aseguraban que le gusta rodearse solo de quienes le hacen eco, para no escuchar voces que lo contraríen, hizo exactamente lo mismo en la alcaldía de Bogotá; manda un mensaje autoritario: O se hace lo que yo digo o se van. Así salieron: Cecilia López, de origen liberal, por un polémico artículo sobre expropiaciones y por algunos encontrones con la ministra de Minas, Irene Vélez, que sí es de los afectos de Petro, porque replica al pie de la letra su discurso, sin chistar.
También sacó a Alfonso Prada, uno de sus mejores coequiperos, todo por una desavenencia con el expresidente Santos. No conforme, hizo otro movimiento en falso, sacar al ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, un economista de posturas moderadas y ajustado a la regla fiscal que tranquilizaba los mercados y lo hizo con una frase arrogante: “yo asumo las consecuencias”, dejando de lado la experiencia que le brindaba a su gabinete, ese que no ha logrado ajustar; como bien pronosticó en campaña, Alejandro Gaviria, otra víctima del temperamento enloquecido de Petro.
Pero el extremo fue romper la colación con los partidos de la U, Conservador y Liberal, que si bien son partidos politiqueros y de ‘mermelada’, son la otra representación política de la gente y para gobernar sin mayorías, son necesarias las coaliciones, lograr acuerdos y el mejor escenario es el Congreso; de lo contrario, lo que viene es un desgaste que terminará con todo, incluso con sus propias reformas.
Ahora desplegó su nueva táctica, buscar congresista por congresista para ofrecer y tranzar, muy al estilo de la ‘Yidispolítica’ de Uribe ¿Ese era el famoso cambio? Como si el incendio no fuera ya suficiente, invita a la gente a salir a la calle para presionar al Congreso, en un país hastiado de los enfrentamientos, de los paros en las calles y de las peleas intestinas entre políticos que, al fin y al cabo, resultan siendo todo iguales.
Petro se equivoca al asegurar que su propuesta la legitimaron más de 11 millones de colombianos; muchos votantes de centro, no querían más uribismo y por eso lo respaldaron, esperando acuerdos que mejoraran al país, no para que se radicalizara. Cuando vio que las cosas no iban marchando, se desmarcó de la situación y culpó a los ministros salientes de no trabajar por el cambio, a sabiendas de que el comandante en jefe es él.
Ya van 9 meses y nada ha mejorado, al contrario, se vive una gran incertidumbre, con un presidente temperamental, encerrado en sí mismo, acorralado, sin gobernabilidad y con una imagen en picada. Un panorama desalentador que no permite saber dónde va a desembocar la situación, lo que da pie a la ultraderecha para crear más caos, proponiendo soluciones antidemocráticas.
La situación del presidente es complicada, aunque su terquedad y soberbia no le permitan aceptarlo; así le haya ido bien en su visita a EE. UU., en Colombia, comienza a quedarse solo con la fanática base petrista, esa que se parece a él, como Gustavo Bolívar y demás áulicos que no tienen un ápice de moderación y piensan que todo hay que solucionarlo a las patadas, con las consecuencias que eso puede traer, principalmente a la economía del país y, por ende, a la gente, que veía con esperanzas este gobierno. @JACOBOSOLANOC
Por: JACOBO SOLANO C.