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Columnista - 3 febrero, 2025

Pescaíto, el barrio de Yajamna Isabel Durán Ortega

El barrio Pescaíto, de Valledupar, está ubicado en la margen derecha del río Guatapurí y fue escogido por el sol para regalarnos sus primeros rayos de luces y de colores, ese sol que nos brinda en cada aurora un ‘Cielito amarillo’.

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El barrio Pescaíto, de Valledupar, está ubicado en la margen derecha del río Guatapurí y fue escogido por el sol para regalarnos sus primeros rayos de luces y de colores, ese sol que nos brinda en cada aurora un ‘Cielito amarillo’.

Justo en este barrio, al que muchas personas le temen, bien sea porque está ubicado en una zona de riesgo natural, que muchas veces fue reubicado y esas mismas, muchas veces, fue invadido; o en el peor de los casos porque manos siniestras y oscuras le quieren hacer ver como un barrio ‘peligroso’, allí nació una niña de carácter, silenciosa, pero activa.

En esta zona germinó una flor de colores y de aromas, de fragancia exclusiva y natural, nació ‘la profe’: Yajamna Isabel Durán Ortega, educadora popular como ella misma se nombra, una mujer de sentir poético, una gestora de valía, una líder enaltecedora y de ejemplo, que ama sus raíces y se siente orgullosa de ello, que cree en sus principios de amor y esperanza, que confía en sus capacidades y las pone a disposición de su gente, de su barrio. 

Un cielito amarillo, que busca pintar de colores las paredes de su entorno, trabajar por la paz de su espacio, para darle forma a los sueños de muchos niños que, como ella, creen en sus capacidades; estaba en deuda de dibujar con mis letras un poquito de su corazón y a través de esta nota recordarle lo que siempre le he dicho: eres la mejor.

Recuerdo esa noche 5 de diciembre del 2024, en el auditorio Miguel Vicente Arroyo de la UPC, ella fue objeto de una exaltación en la noche de los egresados: ‘Reconocimiento y distinción Merito a la Excelencia – Yo Soy Egresado’; estaba inocente de lo que vendría esa mágica noche, después de varias condecoraciones y distinciones, llegó a mis oídos su nombre, y la vi desfilar, desde su silla hasta la tarima en donde recibiría como otros, un laureado pergamino que valía la pena; ella casi que obligando al maestro de ceremonia  -venga que yo también quiero decir algo- con sus palabras tenía que ponerle la fresita al pastel para esa noche.

“Muchísimas gracias a todos, yo soy hija de la margen derecha del río Guatapurí,  vivo en el Pescaíto, estoy muy orgullosa por recibir esto, por estar aquí, por las becas que me he ganado, por los premios, por los concursos, por ser educadora popular, y también por ser lideresa de mi barrio, muchísimas gracias por tenernos en cuenta, esto es para ustedes también”. Un nutrido aplauso del auditorio, les dieron méritos a sus palabras.

No podían faltar las lágrimas, de mi parte desde luego, esa noche sentí un orgullo inmenso y una satisfacción enorme, nunca antes había sentido tan mío un reconocimiento ajeno. 

Yajamna trabaja silenciosamente, comparte con sus estudiantes, sus vecinos, esa muchachada de su barrio que gritan presente, alzan la voz para decir somos y estamos en comunión con la paz y trabajando un programa llamado ‘Jóvenes en Paz’ 

Cantan, bailan, van a teatro, juegan fútbol y aprenden, pintan murales donde nacieron. “Unidos por las cuadras que nos criaron desde niños”, así se ve la educación popular, ellos hacen paz, esa es la forma más hermosa y sublime de hacerlo.

Por último, retomo estas palabras de Yajamna: “Ser educadora popular es todo un vacile”, gracias mi ‘Cielito amarillo’. Sólo Eso.  

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.

Columnista
3 febrero, 2025

Pescaíto, el barrio de Yajamna Isabel Durán Ortega

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

El barrio Pescaíto, de Valledupar, está ubicado en la margen derecha del río Guatapurí y fue escogido por el sol para regalarnos sus primeros rayos de luces y de colores, ese sol que nos brinda en cada aurora un ‘Cielito amarillo’.


El barrio Pescaíto, de Valledupar, está ubicado en la margen derecha del río Guatapurí y fue escogido por el sol para regalarnos sus primeros rayos de luces y de colores, ese sol que nos brinda en cada aurora un ‘Cielito amarillo’.

Justo en este barrio, al que muchas personas le temen, bien sea porque está ubicado en una zona de riesgo natural, que muchas veces fue reubicado y esas mismas, muchas veces, fue invadido; o en el peor de los casos porque manos siniestras y oscuras le quieren hacer ver como un barrio ‘peligroso’, allí nació una niña de carácter, silenciosa, pero activa.

En esta zona germinó una flor de colores y de aromas, de fragancia exclusiva y natural, nació ‘la profe’: Yajamna Isabel Durán Ortega, educadora popular como ella misma se nombra, una mujer de sentir poético, una gestora de valía, una líder enaltecedora y de ejemplo, que ama sus raíces y se siente orgullosa de ello, que cree en sus principios de amor y esperanza, que confía en sus capacidades y las pone a disposición de su gente, de su barrio. 

Un cielito amarillo, que busca pintar de colores las paredes de su entorno, trabajar por la paz de su espacio, para darle forma a los sueños de muchos niños que, como ella, creen en sus capacidades; estaba en deuda de dibujar con mis letras un poquito de su corazón y a través de esta nota recordarle lo que siempre le he dicho: eres la mejor.

Recuerdo esa noche 5 de diciembre del 2024, en el auditorio Miguel Vicente Arroyo de la UPC, ella fue objeto de una exaltación en la noche de los egresados: ‘Reconocimiento y distinción Merito a la Excelencia – Yo Soy Egresado’; estaba inocente de lo que vendría esa mágica noche, después de varias condecoraciones y distinciones, llegó a mis oídos su nombre, y la vi desfilar, desde su silla hasta la tarima en donde recibiría como otros, un laureado pergamino que valía la pena; ella casi que obligando al maestro de ceremonia  -venga que yo también quiero decir algo- con sus palabras tenía que ponerle la fresita al pastel para esa noche.

“Muchísimas gracias a todos, yo soy hija de la margen derecha del río Guatapurí,  vivo en el Pescaíto, estoy muy orgullosa por recibir esto, por estar aquí, por las becas que me he ganado, por los premios, por los concursos, por ser educadora popular, y también por ser lideresa de mi barrio, muchísimas gracias por tenernos en cuenta, esto es para ustedes también”. Un nutrido aplauso del auditorio, les dieron méritos a sus palabras.

No podían faltar las lágrimas, de mi parte desde luego, esa noche sentí un orgullo inmenso y una satisfacción enorme, nunca antes había sentido tan mío un reconocimiento ajeno. 

Yajamna trabaja silenciosamente, comparte con sus estudiantes, sus vecinos, esa muchachada de su barrio que gritan presente, alzan la voz para decir somos y estamos en comunión con la paz y trabajando un programa llamado ‘Jóvenes en Paz’ 

Cantan, bailan, van a teatro, juegan fútbol y aprenden, pintan murales donde nacieron. “Unidos por las cuadras que nos criaron desde niños”, así se ve la educación popular, ellos hacen paz, esa es la forma más hermosa y sublime de hacerlo.

Por último, retomo estas palabras de Yajamna: “Ser educadora popular es todo un vacile”, gracias mi ‘Cielito amarillo’. Sólo Eso.  

Por: Eduardo Santos Ortega Vergara.