Para encontrar hay que perderse en lo que no se conoce. Las preguntas claves son: ¿Cómo perderse? ¿Cómo emprender la búsqueda y no abrir las puertas del extravío?.
En la vida se pierde, pero hay que intentar conscientemente perderse y algo va de lo uno a lo otro. Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido, mientras que perderse consiste en la aparición de lo desconocido. Eso lo anota Rebecca Solnit.
Y uno entra a lo desconocido perdiéndose, si no pregúntenle a los científicos que recorriendo los laberintos del desconocimiento encontraron la vacuna del Covid-19. En otro ámbito, en el filosófico, no se trata de estar perdido sino de encontrar una vía para perderse, para luego reencontrarse sin extraviarse.
Hay que dejar la puerta entreabierta a lo inesperado, lo sorpresivo y a lo incierto. Si uno no entra a lo desconocido no conoce nuevas fronteras ni se tienen nuevos conocimientos, ni experiencias, ni aprendizajes ni otras perspectivas. No hay que tener miedo a perderse, lo grave es estar perdido.
Además, no perderse nunca es no vivir. Para encontrar hay que perderse en lo que no se conoce. Las preguntas claves son: ¿Cómo perderse? ¿Cómo emprender la búsqueda y no abrir las puertas del extravío?. No hay respuestas fáciles pero no hay otro rumbo que entregarse a la incertidumbre, a lo incierto, pero sin angustias; aprendiendo, adaptándose y transformándose.
Es imperativo aprender a vivir en la incertidumbre, en lo inesperado, en lo volátil y en lo interdependiente, en donde todo tiene que ver con casi todo; hay que aprender a navegar entre las realidades virtuales y reales, los hechos alternativos, las pos verdades y con verdades múltiples y fragmentadas.
En ese mundo que nos espera es preciso tener las herramientas para adaptarse a él. Es más, no hay de otra porque hoy es así.
Para conocer -y soy reiterativo- hay que entrar al mundo de lo inexplorado. En lo imprevisto está lo importante de la vida. Se llega a nuevos sitios y destinos sí se adentra en lo ignorado y para llegar a esos lugares hay que ser consciente que no se tiene el control, ni el timón, porque los planes -que hay que tenerlos- los hace trizas la realidad.
Lo desconocido marca una nueva ruta. Lo inesperado tiene una función fundamental en la vida. Lo desconocido igual. Perderse también, porque perderse tiene que ver con descubrir lo ignoto.
Y para dejar de estar perdido, lo importante no es tanto regresar -tal y como señala Solnit- sino transformarse. A lo desconocido no hay que rechazarlo sino todo lo contrario, aceptarlo, transitarlo. Eso sí, hay que tener la sensatez de no abrir puertas que tienen el riesgo de llevarlo a uno por caminos de padecimientos como el de la droga o la violencia, porque de esos senderos es muy difícil regresar.
Bienvenido a perderse en el 2022; en los viajes, en el amor, en lo volátil del mercado de valores, en lo incierto de las elecciones y del cambio de gobierno. Todo puede pasar hasta que pase porque el mundo de las certidumbres es cada vez más inexistente.
Por Enrique Herrera
Para encontrar hay que perderse en lo que no se conoce. Las preguntas claves son: ¿Cómo perderse? ¿Cómo emprender la búsqueda y no abrir las puertas del extravío?.
En la vida se pierde, pero hay que intentar conscientemente perderse y algo va de lo uno a lo otro. Perder cosas tiene que ver con la desaparición de lo conocido, mientras que perderse consiste en la aparición de lo desconocido. Eso lo anota Rebecca Solnit.
Y uno entra a lo desconocido perdiéndose, si no pregúntenle a los científicos que recorriendo los laberintos del desconocimiento encontraron la vacuna del Covid-19. En otro ámbito, en el filosófico, no se trata de estar perdido sino de encontrar una vía para perderse, para luego reencontrarse sin extraviarse.
Hay que dejar la puerta entreabierta a lo inesperado, lo sorpresivo y a lo incierto. Si uno no entra a lo desconocido no conoce nuevas fronteras ni se tienen nuevos conocimientos, ni experiencias, ni aprendizajes ni otras perspectivas. No hay que tener miedo a perderse, lo grave es estar perdido.
Además, no perderse nunca es no vivir. Para encontrar hay que perderse en lo que no se conoce. Las preguntas claves son: ¿Cómo perderse? ¿Cómo emprender la búsqueda y no abrir las puertas del extravío?. No hay respuestas fáciles pero no hay otro rumbo que entregarse a la incertidumbre, a lo incierto, pero sin angustias; aprendiendo, adaptándose y transformándose.
Es imperativo aprender a vivir en la incertidumbre, en lo inesperado, en lo volátil y en lo interdependiente, en donde todo tiene que ver con casi todo; hay que aprender a navegar entre las realidades virtuales y reales, los hechos alternativos, las pos verdades y con verdades múltiples y fragmentadas.
En ese mundo que nos espera es preciso tener las herramientas para adaptarse a él. Es más, no hay de otra porque hoy es así.
Para conocer -y soy reiterativo- hay que entrar al mundo de lo inexplorado. En lo imprevisto está lo importante de la vida. Se llega a nuevos sitios y destinos sí se adentra en lo ignorado y para llegar a esos lugares hay que ser consciente que no se tiene el control, ni el timón, porque los planes -que hay que tenerlos- los hace trizas la realidad.
Lo desconocido marca una nueva ruta. Lo inesperado tiene una función fundamental en la vida. Lo desconocido igual. Perderse también, porque perderse tiene que ver con descubrir lo ignoto.
Y para dejar de estar perdido, lo importante no es tanto regresar -tal y como señala Solnit- sino transformarse. A lo desconocido no hay que rechazarlo sino todo lo contrario, aceptarlo, transitarlo. Eso sí, hay que tener la sensatez de no abrir puertas que tienen el riesgo de llevarlo a uno por caminos de padecimientos como el de la droga o la violencia, porque de esos senderos es muy difícil regresar.
Bienvenido a perderse en el 2022; en los viajes, en el amor, en lo volátil del mercado de valores, en lo incierto de las elecciones y del cambio de gobierno. Todo puede pasar hasta que pase porque el mundo de las certidumbres es cada vez más inexistente.
Por Enrique Herrera