Para esto tenemos que desagregar las cualidades y propuestas de los dos aspirantes a regir nuestros destinos en los próximos años
Dicen que toda comparación es odiosa pero toda regla tiene su excepción; ante la decisión de escoger quién gobernará a Colombia en los próximos cuatro años, toca recorrer mentalmente el país, analizar las condiciones en las cuales vive el 42% de los colombianos, percibir sus quitas, entender y compartir su desgracia centenaria, estrujar nuestro cerebro y luego decidir qué es lo más conveniente para solucionar sus ilimitados problemas.
Para esto tenemos que desagregar las cualidades y propuestas de los dos aspirantes a regir nuestros destinos en los próximos años, haciendo de “abogado del diablo”. En este paralelo tomaremos algunas variables relevantes.
1. Perfil socio-antropológico: Petro desde su juventud ha sido un luchador incansable por la justicia social; cuando apenas tenía 10 años, el fraude electoral a Rojas Pinilla en las elecciones de 1970, lo marcó; ese día surgió el M-19 porque le torcieron el pescuezo a nuestra historia cuyas consecuencias aún no hemos superado. Hernández, para entonces, tenía 25 años, y era un NN para el país. 2. Radiografía ético-moral: Petro, desde el Congreso de la República, denunció la infiltración, en este, del narcoparamilitarismo y la corrupción de los Moreno Rojas en la alcaldía de Bogotá, miembros de su propio partido, el Polo. Desde entonces ha seguido fustigando a los sectores mafiosos en el Estado, aún a expensas de su propia vida. Como alcalde de Bogotá manejó billonarios recursos sin contaminarse; han tratado de enlodarlo y siempre ha salido ileso demostrando que está por encima de toda sospecha.
Hernández, en cambio, fue destituido en 1995 en dos instancias como concejal de Piedecuesta por contratación indebida; ganó la alcaldía de Bucaramanga vendiendo una imagen de pulcritud pero luego fue sancionado con inhabilidad; ahora tiene una imputación por un contrato multimillonario para tratar las basuras con la empresa Vitalogic y pronto un juez decidirá su suerte legal.
Salud Hernández, que nada tiene de petrista, hace una patética descripción de él, y en España se dice que votar por RH es una alienación de los electores, algo así como el síndrome de Estocolmo. Que un ratón pretenda cuidar el queso no es nada lógico, ni ético ni estético. Su anunciada lucha contra la corrupción es incoherente con su quehacer. 3. Equilibrio emocional: Petro es flemático y respetuoso en el debate. Hernández es dominante, grosero, irritable, misógino, agresivo, y sociópata; su falta de sindéresis podría atentar contra las instituciones. Sería nuestro Bucaram, expresidente ecuatoriano. 4. Nivel académico e institucional: Petro es economista con post grados dentro y fuera del país; en esta disciplina la U. de Jhons Hockins lo considera el mayor influencer de Latinoamérica; además, su alta cultura es ecuménica en temas ambientales, sociales y energéticos; su conocimiento del Estado lo hacen un profesional de altísimo nivel. Hernández, ingeniero civil, ha demostrado ante los medios tener baja cultura general y pocos conocimientos sobre el Estado; no estamos para una improvisación más en la presidencia por el mero capricho de atajar a Petro por parte de una elite. 5. Plan de gobierno: Petro tiene uno bien estructurado y madurado durante muchos años, con una visión moderna del capitalismo, que no implica una ruptura institucional ni económica, pero que no gusta a quienes han vivido de las canonjías del Estado y por eso lo demonizan. Hernández solo se concentra en perseguir a los ladrones, sería más un policía que presidente, un Duterte (presidente filipino) a la colombiana.
Para esto tenemos que desagregar las cualidades y propuestas de los dos aspirantes a regir nuestros destinos en los próximos años
Dicen que toda comparación es odiosa pero toda regla tiene su excepción; ante la decisión de escoger quién gobernará a Colombia en los próximos cuatro años, toca recorrer mentalmente el país, analizar las condiciones en las cuales vive el 42% de los colombianos, percibir sus quitas, entender y compartir su desgracia centenaria, estrujar nuestro cerebro y luego decidir qué es lo más conveniente para solucionar sus ilimitados problemas.
Para esto tenemos que desagregar las cualidades y propuestas de los dos aspirantes a regir nuestros destinos en los próximos años, haciendo de “abogado del diablo”. En este paralelo tomaremos algunas variables relevantes.
1. Perfil socio-antropológico: Petro desde su juventud ha sido un luchador incansable por la justicia social; cuando apenas tenía 10 años, el fraude electoral a Rojas Pinilla en las elecciones de 1970, lo marcó; ese día surgió el M-19 porque le torcieron el pescuezo a nuestra historia cuyas consecuencias aún no hemos superado. Hernández, para entonces, tenía 25 años, y era un NN para el país. 2. Radiografía ético-moral: Petro, desde el Congreso de la República, denunció la infiltración, en este, del narcoparamilitarismo y la corrupción de los Moreno Rojas en la alcaldía de Bogotá, miembros de su propio partido, el Polo. Desde entonces ha seguido fustigando a los sectores mafiosos en el Estado, aún a expensas de su propia vida. Como alcalde de Bogotá manejó billonarios recursos sin contaminarse; han tratado de enlodarlo y siempre ha salido ileso demostrando que está por encima de toda sospecha.
Hernández, en cambio, fue destituido en 1995 en dos instancias como concejal de Piedecuesta por contratación indebida; ganó la alcaldía de Bucaramanga vendiendo una imagen de pulcritud pero luego fue sancionado con inhabilidad; ahora tiene una imputación por un contrato multimillonario para tratar las basuras con la empresa Vitalogic y pronto un juez decidirá su suerte legal.
Salud Hernández, que nada tiene de petrista, hace una patética descripción de él, y en España se dice que votar por RH es una alienación de los electores, algo así como el síndrome de Estocolmo. Que un ratón pretenda cuidar el queso no es nada lógico, ni ético ni estético. Su anunciada lucha contra la corrupción es incoherente con su quehacer. 3. Equilibrio emocional: Petro es flemático y respetuoso en el debate. Hernández es dominante, grosero, irritable, misógino, agresivo, y sociópata; su falta de sindéresis podría atentar contra las instituciones. Sería nuestro Bucaram, expresidente ecuatoriano. 4. Nivel académico e institucional: Petro es economista con post grados dentro y fuera del país; en esta disciplina la U. de Jhons Hockins lo considera el mayor influencer de Latinoamérica; además, su alta cultura es ecuménica en temas ambientales, sociales y energéticos; su conocimiento del Estado lo hacen un profesional de altísimo nivel. Hernández, ingeniero civil, ha demostrado ante los medios tener baja cultura general y pocos conocimientos sobre el Estado; no estamos para una improvisación más en la presidencia por el mero capricho de atajar a Petro por parte de una elite. 5. Plan de gobierno: Petro tiene uno bien estructurado y madurado durante muchos años, con una visión moderna del capitalismo, que no implica una ruptura institucional ni económica, pero que no gusta a quienes han vivido de las canonjías del Estado y por eso lo demonizan. Hernández solo se concentra en perseguir a los ladrones, sería más un policía que presidente, un Duterte (presidente filipino) a la colombiana.