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Columnista - 24 mayo, 2013

Ortolano el enamorador de mujeres

Ya va a ser un año, en que un medio día recibo una llamada, donde el interlocutor me daba una dolorosa noticia: “alista la guayabera blanca que a Orto le están esperando el momento” yo tragué en seco un nudo que se me hizo en la garganta; entonces pregunté ¿Qué tan grave está? “ya no conoce, está tendido en la cama, y “Yola” (su mujer) ya mandó a hacer la ropa de luto”.

Por: José Gregorio Guerrero

Ya va a ser un año, en que un medio día recibo una llamada, donde el interlocutor me daba una dolorosa noticia: “alista la guayabera blanca que a Orto le están esperando el momento” yo tragué en seco un nudo que se me hizo en la garganta; entonces pregunté ¿Qué tan grave está? “ya no conoce, está tendido en la cama, y “Yola” (su mujer) ya mandó a hacer la ropa de luto”.

No había nada que hacer, en las próximas horas partiría mi padrino al cielo. Enseguida fui a verlo morir, y al llegar vieran ustedes el estado indefenso en que lo encontré, ¡pobre mi padrino!: estaba sentado en la cama comiéndose unos patacones fritos bien crocantes con queso rayado, con su pierna cruzada, moviendo la patica como la sabe mover  cuando está disfrutando algo; sabroso morirse así- le dije- .

En la sala había encontrado sentado a un cachaquito empleado de una funeraria reconocida de la ciudad, que creo ya tubo que haber retoñado. En ese momento recordé los episodios vividos, y los que me habían contado. Me contaba el negrito Verdecia, el socio de Sanín Murcia que en sus años mozos mi padrino enamoraba, mirando a la presa fijamente hasta cegarla, y con la yema del índice derecho se sobaba un pobre mostacho hitleriano que conquistó a más de una, y a “yola” cuando quiso reaccionar ya le había encasquetó cuatro muchachos-me dijo verdecía-.recuerdo terminando la década del setenta cuando vieron su volteo Ford 600 de color rojo transitando territorios prohibidos, y por el tamaño del camión no lo pudo meter al garajes clandestino y un día La Negra su hija menor le vio la llanta de repuesto sobre la cachucha del vagón tras una paredilla, y hasta ese día dijo que así como los humanos los carros también penan.

Sin olvidar la apuesta que hizo con tres amigos que conquistaría a tres mujeres llamadas María en una semana y lo logró sobrado de lote; creo a  estás también les dejó retoños. 

Pero su verdadero amor fue una joven muy bien parecida. Cuando la conoció ella solo tenía 17 años recién cumplidos, él se enloqueció por completo; en ese momento vivía con sus padres y hermanos en todo el frente del teatro Victoria de Jaime Molina. Cuando los amigos querían beber y no tenían plata, lo invitaban y le decían: Orto, la hija más hermosa de Adela es Yolanda, entonces él emocionado se levantaba y le gritaba al mesero: cuatro más bien frías. Y en ese son lo hacían parar toda una noche completa. 

 

Columnista
24 mayo, 2013

Ortolano el enamorador de mujeres

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Gregorio Guerrero Ramírez

Ya va a ser un año, en que un medio día recibo una llamada, donde el interlocutor me daba una dolorosa noticia: “alista la guayabera blanca que a Orto le están esperando el momento” yo tragué en seco un nudo que se me hizo en la garganta; entonces pregunté ¿Qué tan grave está? “ya no conoce, está tendido en la cama, y “Yola” (su mujer) ya mandó a hacer la ropa de luto”.


Por: José Gregorio Guerrero

Ya va a ser un año, en que un medio día recibo una llamada, donde el interlocutor me daba una dolorosa noticia: “alista la guayabera blanca que a Orto le están esperando el momento” yo tragué en seco un nudo que se me hizo en la garganta; entonces pregunté ¿Qué tan grave está? “ya no conoce, está tendido en la cama, y “Yola” (su mujer) ya mandó a hacer la ropa de luto”.

No había nada que hacer, en las próximas horas partiría mi padrino al cielo. Enseguida fui a verlo morir, y al llegar vieran ustedes el estado indefenso en que lo encontré, ¡pobre mi padrino!: estaba sentado en la cama comiéndose unos patacones fritos bien crocantes con queso rayado, con su pierna cruzada, moviendo la patica como la sabe mover  cuando está disfrutando algo; sabroso morirse así- le dije- .

En la sala había encontrado sentado a un cachaquito empleado de una funeraria reconocida de la ciudad, que creo ya tubo que haber retoñado. En ese momento recordé los episodios vividos, y los que me habían contado. Me contaba el negrito Verdecia, el socio de Sanín Murcia que en sus años mozos mi padrino enamoraba, mirando a la presa fijamente hasta cegarla, y con la yema del índice derecho se sobaba un pobre mostacho hitleriano que conquistó a más de una, y a “yola” cuando quiso reaccionar ya le había encasquetó cuatro muchachos-me dijo verdecía-.recuerdo terminando la década del setenta cuando vieron su volteo Ford 600 de color rojo transitando territorios prohibidos, y por el tamaño del camión no lo pudo meter al garajes clandestino y un día La Negra su hija menor le vio la llanta de repuesto sobre la cachucha del vagón tras una paredilla, y hasta ese día dijo que así como los humanos los carros también penan.

Sin olvidar la apuesta que hizo con tres amigos que conquistaría a tres mujeres llamadas María en una semana y lo logró sobrado de lote; creo a  estás también les dejó retoños. 

Pero su verdadero amor fue una joven muy bien parecida. Cuando la conoció ella solo tenía 17 años recién cumplidos, él se enloqueció por completo; en ese momento vivía con sus padres y hermanos en todo el frente del teatro Victoria de Jaime Molina. Cuando los amigos querían beber y no tenían plata, lo invitaban y le decían: Orto, la hija más hermosa de Adela es Yolanda, entonces él emocionado se levantaba y le gritaba al mesero: cuatro más bien frías. Y en ese son lo hacían parar toda una noche completa.