OPINIÓN

El voto joven que no llegó

Las dos elecciones a los Consejos Municipales de Juventud (CMJ) en Colombia nos dejan una paradoja difícil de ignorar: tenemos una generación que se expresa, se moviliza y debate intensamente en redes sociales, pero que apenas se acerca a las urnas.

Elecciones al Consejo Municipal de Juventudes en Valledupar 2025. Foto: Jesús Ochoa.

Elecciones al Consejo Municipal de Juventudes en Valledupar 2025. Foto: Jesús Ochoa.

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Las dos elecciones a los Consejos Municipales de Juventud (CMJ) en Colombia nos dejan una paradoja difícil de ignorar: tenemos una generación que se expresa, se moviliza y debate intensamente en redes sociales, pero que apenas se acerca a las urnas. Entre 2021 y 2025, la participación subió de manera tímida, de alrededor del 10 % a un 12 %, una mejora que apenas alcanza para decir que “hubo elecciones”, pero no que hubo verdadera representación.

El país ha hecho un esfuerzo institucional por abrir espacios de voz para los jóvenes, pero el diseño mismo del proceso parece estar contra su propósito. El voto en los CMJ se ejerce a través de listas cerradas, un mecanismo que le quita la posibilidad de elegir personas y obliga a respaldar estructuras completas. En teoría, esto fortalece los procesos colectivos. En la práctica, ha producido distancia, desconfianza y la sensación de que todo está decidido antes de votar.

Muchos jóvenes no se reconocen en las listas porque sospechan que los partidos tradicionales han extendido allí sus tentáculos. La democracia juvenil, que debería ser una escuela de liderazgo fresco, termina pareciendo un laboratorio político de adultos. Entonces, la abstención se vuelve una forma de protesta silenciosa.

A esa desconexión se suma que la jornada electoral en domingo, que para los mayores es una tradición cívica, para los jóvenes es descanso o recreación. No todos tienen cómo desplazarse ni la motivación de interrumpir su fin de semana por un proceso que sienten ajeno.

Mientras la logística mejora y la Registraduría celebra que los votos nulos bajaron, el fondo del problema sigue intacto. No se trata solo de contar cuántos votan, sino de preguntarse por qué no lo hacen. La respuesta no está en la apatía, sino en el desencanto. El voto juvenil no falta por pereza, sino por desconfianza.

Y aquí es donde los partidos y movimientos políticos deben asumir una responsabilidad mayor. Si de verdad creen en el relevo generacional, deben dar plena libertad a los jóvenes para hacer política como ellos la entienden, sin imponerles los moldes, los discursos ni las prácticas que han llevado la abstención en las elecciones tradicionales a niveles superiores al 52 %.  

Pretender “formarlos” repitiendo las viejas fórmulas clientelistas o de control interno no es enseñarles democracia, sino reproducir la misma fatiga cívica que se intenta superar. Si los jóvenes no pueden ser auténticos dentro de sus propios espacios, los CMJ nunca cumplirán su objetivo. 

El reto no es convencer a los jóvenes de participar en la política, sino lograr que la política se parezca un poco más a ellos. Mientras eso no ocurra, seguiremos teniendo elecciones que parecen ejercicios simbólicos más que verdaderos actos de democracia.

Por: Ricardo Reyes.

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