COLUMNA

No es necesario comprender

A pesar de lo duro que pueda resultarnos la vida, podemos convertir las adversidades en aliadas. Se hace necesario que le entreguemos a Dios toda nuestra ira y frustraciones.

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“Sostiene el Señor a todos los que caen y levanta a todos los oprimidos” (Salmos 145,14)

A pesar de lo duro que pueda resultarnos la vida, podemos convertir las adversidades en aliadas. Se hace necesario que le entreguemos a Dios toda nuestra ira y frustraciones. Ciertamente, culpamos a Dios por algunas de nuestras pérdidas y no deberíamos sentirnos culpables por expresar a Dios nuestro enojo; pero, al enfriarse la calentura, podemos aprender una valiosa lección acerca del mito que establece que, la fe en Dios, es una póliza de seguro cuya principal cláusula establece una protección contra golpes severos. 

A veces nos olvidamos de que estamos viviendo en un mundo quebrantado, lleno de vidas quebrantadas, corazones heridos y sueños no alcanzados. Es una falla que el ser cristianos no nos provea de inmunidad contra el dolor. Hay cosas que nunca llegaremos a entender. Algunas pérdidas nunca tendrán sentido para nosotros, solo disponemos de principios bíblicos que nos indican cómo vivir; pero, no siempre hallaremos una respuesta a todo el padecimiento.

Tal vez, nunca lleguemos a conocer la respuesta a las preguntas enigmáticas de la vida. Pero, acaso, ¿dejaremos de orar por el hecho de que algunas oraciones no recibieron la respuesta que deseábamos? ¿Dejaremos de confiar en un Dios justo porque recibamos injusticias de la vida? Más allá de las situaciones adversas, subyace la confianza en que Dios no comete errores, nunca tiene la necesidad de decir: ¡lo siento, eso no lo hice yo!

Queridos amigos: una de las mejores formas de superar la desilusión y la angustia para salir del pozo ciego de la desesperanza, es mediante la perspectiva eterna; saber que ese no es el final y lo que esté sucediendo es solo temporal y pasará. Lo mejor que podemos hacer es señalar el camino hacia el único que en realidad nos puede sanar, restaurar y hacer nueva cada cosa: ¡Dios! 

Al enfrentarnos al sufrimiento y la tragedia, tenemos dos opciones: encerrarnos y amargarnos, muriendo por dentro y envejeciendo a alta velocidad o extendernos hacia Dios confiando en sus promesas para crecer en nuestro interior. Tampoco el camino hacia la recuperación es en línea recta y ascendente, se inicia cuando aceptamos que, no siempre es necesario comprenderlo todo. A veces, la precipitación paralizante nunca acabará y nos sentimos fuera de control. Es justo allí, cuando debemos rendir nuestras vidas a Dios. La esperanza puede reparar el corazón, si entregamos a Dios todas nuestras cargas. 

Podemos enfrentarnos a lo que sea, una vez que hayamos rendido nuestras vidas a Dios. Él es el Dios en quien podemos confiar para recibir fortaleza cada día. Él es quien tiene todo el amor y la comprensión, el que tiene para nosotros un propósito claro y eterno. Podemos confiarle todos nuestros problemas, nuestras angustias y, en especial, todo nuestro dolor y ansiedad a largo plazo con la certeza de su cuidado y protección. El no comprender la operación de Dios, no lo hace inoperante. Abrazos y muchas bendiciones de lo alto… ¡Feliz fiesta de Jánuka!

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