COLUMNA

Acción de gracias

Nos cuesta agradecer, eso es parte de la naturaleza humana. Seguramente si lo hiciéramos más seguido, si incorporáramos el agradecimiento en nuestros comportamientos del día a día, veríamos cómo esa acción revitaliza el espíritu, cómo nutre el alma. Viviríamos más, seríamos más felices, nuestra salud estaría más cuidada.

canal de WhatsApp

Nos cuesta agradecer, eso es parte de la naturaleza humana. Seguramente si lo hiciéramos más seguido, si incorporáramos el agradecimiento en nuestros comportamientos del día a día, veríamos cómo esa acción revitaliza el espíritu, cómo nutre el alma. Viviríamos más, seríamos más felices, nuestra salud estaría más cuidada. El secreto está en agradecer auténticamente, porque nos nace hacerlo, porque lo necesitamos. No se trata de maquillar, de hacerlo por compromiso, se trata de llegar a sentir la necesidad de manifestarlo al otro, a aquel que nos ayuda, que nos hace la vida más fácil, a aquel que nos cuida. Si agradeciéramos de corazón, si nos diéramos la oportunidad de vivir el agradecimiento intensamente, le haríamos un gran bien a la humanidad y, de paso, nos estaríamos arropando con una amalgama de buenos sentimientos, de buenas acciones, actos de amor, amor puro…

El reto que planteamos hoy, semana en la que celebramos el jueves anterior el “Día de Acción de Gracias”, fecha que no nos convoca ni cultural ni idiosincráticamente, a algunos se nos pone cuesta arriba. Reconocer en el otro bondad, reconocerle al otro que nos hizo, nos hace y nos hará bien, implica ni más ni menos que desprenderse de vanidades y creencias que nos desvían del deber ser y en las que fácilmente caemos. Cuando reconocemos que el otro es bueno o por lo menos que puede serlo, nos damos la oportunidad de recuperar la esperanza en épocas tan duras y complejas para la humanidad. La pandemia nos llevó a enfrentar varias situaciones que sólo leímos en los libros de historia, que nos parecían irrepetibles, que nunca pensamos vivir. Si algo debimos aprender del maldito Covid-19, del virus chino, el que asesinó a más de 12 millones de personas en el planeta, el mismo que llevó al colapso a varios sistemas de salud en el mundo, es que nada está escrito, que cualquier cosa puede pasar, que el ser humano, a pesar de todo, es vulnerable, débil, que es susceptible de fallar, que es una máquina que llegamos a considerar perfecta pero ya no lo es tanto. 

Reflexionar constantemente sobre nuestra vida es un llamado decente y necesario por estos días. Reconocer los errores, ofrecer excusas, “agachar la cabeza”, son actos que nos enriquecen enormemente y que no sólo no nos ponen en entredicho, sino que nos engrandecen y hacen felices. Nos liberamos de tensiones y recobramos la paz mental, si la hemos perdido, facilitando el ir a la cama y descansar; todo esto, necesario para el cuerpo, para que el organismo se equilibre y para vivir más y en mejores condiciones. Si sabemos todo esto, ¿por qué nos resulta tan difícil? Porque somos humanos, porque fallamos, porque nos dejamos llevar por creencias y caemos en ligerezas que nos alejan de los demás. Conjugar nuestras creencias con el respeto por las de los otros no es tarea fácil. Pero sí se puede, con compromiso, se puede.

La celebración de Acción de Gracias, tan fuerte en los Estados Unidos -fecha que para muchas familias es más importante que la misma Navidad-, genera trancones en las salidas de las grandes ciudades y los aeropuertos. Es la fecha preferida de las familias para reunirse, para compartir el pavo, su típico relleno, el puré de papa y otras delicias. Gracias a varios amigos he podido celebrar intensamente esta fecha, en varias ocasiones, algunas en mi casa y otras fuera de ella. Permítanse celebrar ese día, dense ese gran regalo, no importa que sea ajeno a nuestra historia, reunirse para compartir la mesa, reírse, recordar vivencias y añorar simples recuerdos, genera muchas más cositas buenas que malas. Dense la oportunidad, disfruten de ese pavo y les doy otro consejo: compren un cuchillo eléctrico para facilitar los cortes, ese invento es clave para no dañar el momento.

Mientras tanto, se acerca el fin de este 2025 con tensiones políticas en diferentes latitudes. La buena noticia es que en Latinoamérica parecen soplar vientos de verdadero cambio, vientos de progreso, vientos fuertes, vientos limpios, que van de izquierda a derecha. Nuestra vida cambiará pronto, ¡gracias por eso!

Por: Jorge Eduardo Ávila.

TE PUEDE INTERESAR