“Gracias a Dios vivo para contarlo”, comienza diciendo el rey vallenato Náfer Santiago Durán Díaz, quien a sus 86 años, es un gran referente nota a nota de la música interpretada con acordeón, caja y guacharaca. Sentado en una mecedora fijó su vista en el ayer no sin antes decir que era un privilegio que […]
“Gracias a Dios vivo para contarlo”, comienza diciendo el rey vallenato Náfer Santiago Durán Díaz, quien a sus 86 años, es un gran referente nota a nota de la música interpretada con acordeón, caja y guacharaca.
Sentado en una mecedora fijó su vista en el ayer no sin antes decir que era un privilegio que Dios le ha dado de sumar esa edad y gozar de plena salud.
“Me siento dichoso de haber contribuido para que el folclor vallenato cada día sea más grande en el mundo. La cuota de mi familia en este campo ha sido buena y ya la evaluarán los entendidos en la materia”.
Hizo una pequeña pausa y continuó. “El pasado y el presente lo conozco, pero el futuro es incierto. Mis hijos son el tesoro más grande que la vida me ha dado, y lo mejor es que han seguido la línea del verdadero vallenato. En general la dinastía Durán es correcta en su inmensidad”.
Sonrió un poco y enseguida dio una clase de cómo han cambiado los tiempos en la música vallenata. “Antes la música no tenía tanto valor. Era del agrado de parranderos en un círculo muy pequeño. Ahora es diferente, porque gusta y los intérpretes ganan una buena cantidad de dinero. Antes eran más los trasnochos y los viajes largos en burros, caballos, en lanchas o carros destartalados. Era poca la plata que quedaba en nuestro bolsillo, pero el corazón por donde iba, andaba y anda todavía se llena de pasión”.
El viejo juglar tenía el acordeón al lado y muchas veces estuvo a punto de llevárselo al pecho, pero se contenía para seguir dando sus acertados conceptos.
“Soy un bendecido por Dios y gracias a la música vallenata he alcanzado grandes honores y todavía a mi edad sigo tocando y componiendo, dejando que la inspiración fluya en mi alma, pero esta vez dedicada a la iglesia porque Dios es mi fortaleza”.
‘Sin ti’, marca la pauta
Entró en el campo de la inspiración que convirtió en cantos donde da cuenta de esas historias que le han dado alegrías, tristezas y es la prueba fehaciente de su vida guardada en el baúl de su corazón.
“Todas mis canciones me gustan porque cuando uno compone es porque se inspira, y de verdad lo siente. La cuenta de mis canciones es bien larga, pero la más escuchada es ‘Sin tí’, gracias a la interpretación de Carlos Vives, ese hijo del folclor que quiero mucho”.
Para entrar a tono con la historia cuenta que esa canción se la dedicó a Rosibel Escorcia Mure, cuando tenía 20 años. “Ella, llenó todas las expectativas del amor, pero una vez me fui de correduría por largo tiempo y estando en Mompox, Bolívar, le hice la canción en tono menor. Cuando regresé lo primero que hice fue llevarle una serenata. Ella abrió la ventana y me sonrió. Enseguida pensé que la canción había caído bien”.
Naferito llenó su cara de alegría al recordar ese momento glorioso de su vida y siguió esculcando en el recuerdo. “Después del beso y el abrazo, me contó que estaba embarazada. Ya se imagina mi felicidad. Al poco tiempo nació Denia Esther y después 11 hijos más”. La historia se graficó desde una canción en tono menor donde dos corazones pasaron por cosas del destino a tono mayor.
En medio del diálogo, los presentes lo aplaudían porque tenían al frente al hombre que se la ha pasado toda la vida interpretando auténticas canciones vallenatas y dándoles clases de folclor a sus hijos y nietos para que no olviden sus sinceras palabras. “El patrimonio más grande que les voy a dejar es que sigan por el camino del folclor vallenato para que la dinastía Durán sea eterna. No pido más que eso”.
Al hombre de roble lo vencieron las lágrimas y sobraron los pañuelos para que las borrara de su rostro, pero esas palabras salidas de lo más profundo de su alma corrían más fuertes que el río Ariguaní crecido.
La canción que lo emocionó
Después con mayor tranquilidad recordó las vivencias de su viaje a Francia en el año 2009, cuando allá escuchó cantar en francés su célebre canción ‘La Chimichagüera’.
Terre de Chimichagua
Je dis à mes amis
Que je ne peux pas oublier
Quand je me souviens de ma madame
Je ne peux pas oublier.
“Eso fue grandioso. ¿Quién iba a pensar que esa historia pueblerina de amores y vivencias llegara tan lejos? Se quedó pensativo y continuó. “Allá me acordé de Bernarda Cervantes, la mujer que tuvo un hijo conmigo, y a la que le dediqué la canción. Era increíble que ese tema nacido en el seno de esa querida tierra, Chimichagua, traspasara fronteras, pero así fue”.
El veterano juglar eleva su memoria al infinito con la finalidad de capturar en el aire la obra que grabara en 1975 Rafael Orozco con Emilio Oviedo, pero antes se le indica que había utilizado el francés, precisamente con la palabra ‘Madame’.
“Cuando recuerdo a mi Madama, ay me dan ganas de llorar. Cuando recuerdo a mi Madama se enguayaba Naferito”.
Sonríe y expresa. “Vea, el mundo es un pañuelo. Se me ocurrió en ese momento decirle a Bernarda, Gran Señora. Madama”. Y volvió a enguayabarse Naferito, como lo narra en su canción.
Esos son los recuerdos que se calcan en su pensamiento. Los que nunca se olvidan porque la corriente del sentimiento llega justo donde se necesita el agua viva del ayer.
Naferito se quedó en su pueblo El Paso, Cesar, con toda su carga de experiencia y calidad humana, intentando congelar en su corazón ese cúmulo de nostalgias y alegrías que al fin y al cabo son el mayor registro de aquel testamento que recibió de sus padres. Claro, trazando los pasos del recuerdo de aquella nota triste donde le habló directamente desde su sincero corazón al alma de aquella mujer que le hacía falta para llenarse de gozo.
Antes de despedirse miró al cielo, le dio gracias a Dios y prometió seguir tocando su acordeón. “Diga, que mi gran amor es mi acordeón porque me regala las notas que alargan mi vida”.
Por Juan Rincón Vanegas / EL PILÓN
@juanrinconv
“Gracias a Dios vivo para contarlo”, comienza diciendo el rey vallenato Náfer Santiago Durán Díaz, quien a sus 86 años, es un gran referente nota a nota de la música interpretada con acordeón, caja y guacharaca. Sentado en una mecedora fijó su vista en el ayer no sin antes decir que era un privilegio que […]
“Gracias a Dios vivo para contarlo”, comienza diciendo el rey vallenato Náfer Santiago Durán Díaz, quien a sus 86 años, es un gran referente nota a nota de la música interpretada con acordeón, caja y guacharaca.
Sentado en una mecedora fijó su vista en el ayer no sin antes decir que era un privilegio que Dios le ha dado de sumar esa edad y gozar de plena salud.
“Me siento dichoso de haber contribuido para que el folclor vallenato cada día sea más grande en el mundo. La cuota de mi familia en este campo ha sido buena y ya la evaluarán los entendidos en la materia”.
Hizo una pequeña pausa y continuó. “El pasado y el presente lo conozco, pero el futuro es incierto. Mis hijos son el tesoro más grande que la vida me ha dado, y lo mejor es que han seguido la línea del verdadero vallenato. En general la dinastía Durán es correcta en su inmensidad”.
Sonrió un poco y enseguida dio una clase de cómo han cambiado los tiempos en la música vallenata. “Antes la música no tenía tanto valor. Era del agrado de parranderos en un círculo muy pequeño. Ahora es diferente, porque gusta y los intérpretes ganan una buena cantidad de dinero. Antes eran más los trasnochos y los viajes largos en burros, caballos, en lanchas o carros destartalados. Era poca la plata que quedaba en nuestro bolsillo, pero el corazón por donde iba, andaba y anda todavía se llena de pasión”.
El viejo juglar tenía el acordeón al lado y muchas veces estuvo a punto de llevárselo al pecho, pero se contenía para seguir dando sus acertados conceptos.
“Soy un bendecido por Dios y gracias a la música vallenata he alcanzado grandes honores y todavía a mi edad sigo tocando y componiendo, dejando que la inspiración fluya en mi alma, pero esta vez dedicada a la iglesia porque Dios es mi fortaleza”.
‘Sin ti’, marca la pauta
Entró en el campo de la inspiración que convirtió en cantos donde da cuenta de esas historias que le han dado alegrías, tristezas y es la prueba fehaciente de su vida guardada en el baúl de su corazón.
“Todas mis canciones me gustan porque cuando uno compone es porque se inspira, y de verdad lo siente. La cuenta de mis canciones es bien larga, pero la más escuchada es ‘Sin tí’, gracias a la interpretación de Carlos Vives, ese hijo del folclor que quiero mucho”.
Para entrar a tono con la historia cuenta que esa canción se la dedicó a Rosibel Escorcia Mure, cuando tenía 20 años. “Ella, llenó todas las expectativas del amor, pero una vez me fui de correduría por largo tiempo y estando en Mompox, Bolívar, le hice la canción en tono menor. Cuando regresé lo primero que hice fue llevarle una serenata. Ella abrió la ventana y me sonrió. Enseguida pensé que la canción había caído bien”.
Naferito llenó su cara de alegría al recordar ese momento glorioso de su vida y siguió esculcando en el recuerdo. “Después del beso y el abrazo, me contó que estaba embarazada. Ya se imagina mi felicidad. Al poco tiempo nació Denia Esther y después 11 hijos más”. La historia se graficó desde una canción en tono menor donde dos corazones pasaron por cosas del destino a tono mayor.
En medio del diálogo, los presentes lo aplaudían porque tenían al frente al hombre que se la ha pasado toda la vida interpretando auténticas canciones vallenatas y dándoles clases de folclor a sus hijos y nietos para que no olviden sus sinceras palabras. “El patrimonio más grande que les voy a dejar es que sigan por el camino del folclor vallenato para que la dinastía Durán sea eterna. No pido más que eso”.
Al hombre de roble lo vencieron las lágrimas y sobraron los pañuelos para que las borrara de su rostro, pero esas palabras salidas de lo más profundo de su alma corrían más fuertes que el río Ariguaní crecido.
La canción que lo emocionó
Después con mayor tranquilidad recordó las vivencias de su viaje a Francia en el año 2009, cuando allá escuchó cantar en francés su célebre canción ‘La Chimichagüera’.
Terre de Chimichagua
Je dis à mes amis
Que je ne peux pas oublier
Quand je me souviens de ma madame
Je ne peux pas oublier.
“Eso fue grandioso. ¿Quién iba a pensar que esa historia pueblerina de amores y vivencias llegara tan lejos? Se quedó pensativo y continuó. “Allá me acordé de Bernarda Cervantes, la mujer que tuvo un hijo conmigo, y a la que le dediqué la canción. Era increíble que ese tema nacido en el seno de esa querida tierra, Chimichagua, traspasara fronteras, pero así fue”.
El veterano juglar eleva su memoria al infinito con la finalidad de capturar en el aire la obra que grabara en 1975 Rafael Orozco con Emilio Oviedo, pero antes se le indica que había utilizado el francés, precisamente con la palabra ‘Madame’.
“Cuando recuerdo a mi Madama, ay me dan ganas de llorar. Cuando recuerdo a mi Madama se enguayaba Naferito”.
Sonríe y expresa. “Vea, el mundo es un pañuelo. Se me ocurrió en ese momento decirle a Bernarda, Gran Señora. Madama”. Y volvió a enguayabarse Naferito, como lo narra en su canción.
Esos son los recuerdos que se calcan en su pensamiento. Los que nunca se olvidan porque la corriente del sentimiento llega justo donde se necesita el agua viva del ayer.
Naferito se quedó en su pueblo El Paso, Cesar, con toda su carga de experiencia y calidad humana, intentando congelar en su corazón ese cúmulo de nostalgias y alegrías que al fin y al cabo son el mayor registro de aquel testamento que recibió de sus padres. Claro, trazando los pasos del recuerdo de aquella nota triste donde le habló directamente desde su sincero corazón al alma de aquella mujer que le hacía falta para llenarse de gozo.
Antes de despedirse miró al cielo, le dio gracias a Dios y prometió seguir tocando su acordeón. “Diga, que mi gran amor es mi acordeón porque me regala las notas que alargan mi vida”.
Por Juan Rincón Vanegas / EL PILÓN
@juanrinconv