Los resultados de las consultas presidenciales adelantaron el escenario de polarización de 2018 y en esta estrategia, tal y como lo anoté en una columna del año pasado, el objetivo era visibilizar los extremos e invisibilizar al centro para luego, con un centro diezmado, ir por sus votos. Así pasó recientemente en Chile y en Ecuador.
Blanco o negro, bueno o malo, izquierda o derecha son tensiones excluyentes y dicotómicas o, en otras palabras, un tipo de distorsión cognitiva que hace referencia a la tendencia a verlo todo exclusivamente en los extremos o polos como dos absolutos, sin escala de grises ni puntos intermedios. Eso pasa mucho en la política electoral.
Y los resultados de las consultas presidenciales adelantaron el escenario de polarización de 2018 y en esta estrategia, tal y como lo anoté en una columna del año pasado, el objetivo era visibilizar los extremos e invisibilizar al centro para luego, con un centro diezmado, ir por sus votos. Así pasó recientemente en Chile y en Ecuador.
Pero también hay otra tensión, entre la angustia -ya no tanto el miedo- que genera un candidato con sus propuestas que inundan de incertidumbre e inestabilidad el futuro, y la necesidad de cambio. Los electores están pidiendo cambio a gritos pero hay cambios que generan angustia, perturbación, que asustan. En todo caso, entre esas dos emociones definirá su voto. En algún punto extremo o intermedio, entre la angustia y el cambio se situará y votará, porque el voto electoral es un voto emocional.
En este escenario, si Fajardo con las fuerzas del país nacional, incluidas las políticas, no rescata y reconfigura el centro, se lo rapará la polarización porque el elector se alineará en un bando o en otro, de hecho ya está tomando partido; pero los candidatos, Fico y Petro, se dirigirán al centro, al tono de grises, a lo claroscuro para buscar el saldo faltante que los hará presidente.
Pero la foto política de hoy es muy diferente a la de la semana pasada y la de mayo, la de la primera vuelta puede ser distinta a la de hoy. Faltan muchos hechos políticos, comenzando con las fórmulas vicepresidenciales, las alianzas, los errores, los debates, las sorpresas y 8 o 9 millones de votos -que son como el 75% de los que sufragaron en la consulta- que no votaron pero que siempre votan en la primera vuelta. La consulta tuvo 12 millones 234 mil votos y en la primera vuelta del 2018 votaron 19 millones 636 mil personas. Y ahí todavía puede haber juego si el centro se recupera del golpe y se convierte en una opción de poder bajo el entendido que a la presidencia no se llega solo y sin tragarse ni un solo sapo.
Así pues, inició otra etapa del juego pero la cancha la comenzó a demarcar la polarización, Fico y Petro. La ciudadanía verá en profundidad el desempeño de todos los jugadores; la delantera la llevan los que ganaron las consultas pero ninguno la tiene fácil y todo puede pasar. A hoy ninguno gana en primera vuelta, la foto puede cambiar, en política nada es estático y al final terminaremos viendo qué pudo más, si el cambio o la angustia o el punto claroscuro del centro.
Los resultados de las consultas presidenciales adelantaron el escenario de polarización de 2018 y en esta estrategia, tal y como lo anoté en una columna del año pasado, el objetivo era visibilizar los extremos e invisibilizar al centro para luego, con un centro diezmado, ir por sus votos. Así pasó recientemente en Chile y en Ecuador.
Blanco o negro, bueno o malo, izquierda o derecha son tensiones excluyentes y dicotómicas o, en otras palabras, un tipo de distorsión cognitiva que hace referencia a la tendencia a verlo todo exclusivamente en los extremos o polos como dos absolutos, sin escala de grises ni puntos intermedios. Eso pasa mucho en la política electoral.
Y los resultados de las consultas presidenciales adelantaron el escenario de polarización de 2018 y en esta estrategia, tal y como lo anoté en una columna del año pasado, el objetivo era visibilizar los extremos e invisibilizar al centro para luego, con un centro diezmado, ir por sus votos. Así pasó recientemente en Chile y en Ecuador.
Pero también hay otra tensión, entre la angustia -ya no tanto el miedo- que genera un candidato con sus propuestas que inundan de incertidumbre e inestabilidad el futuro, y la necesidad de cambio. Los electores están pidiendo cambio a gritos pero hay cambios que generan angustia, perturbación, que asustan. En todo caso, entre esas dos emociones definirá su voto. En algún punto extremo o intermedio, entre la angustia y el cambio se situará y votará, porque el voto electoral es un voto emocional.
En este escenario, si Fajardo con las fuerzas del país nacional, incluidas las políticas, no rescata y reconfigura el centro, se lo rapará la polarización porque el elector se alineará en un bando o en otro, de hecho ya está tomando partido; pero los candidatos, Fico y Petro, se dirigirán al centro, al tono de grises, a lo claroscuro para buscar el saldo faltante que los hará presidente.
Pero la foto política de hoy es muy diferente a la de la semana pasada y la de mayo, la de la primera vuelta puede ser distinta a la de hoy. Faltan muchos hechos políticos, comenzando con las fórmulas vicepresidenciales, las alianzas, los errores, los debates, las sorpresas y 8 o 9 millones de votos -que son como el 75% de los que sufragaron en la consulta- que no votaron pero que siempre votan en la primera vuelta. La consulta tuvo 12 millones 234 mil votos y en la primera vuelta del 2018 votaron 19 millones 636 mil personas. Y ahí todavía puede haber juego si el centro se recupera del golpe y se convierte en una opción de poder bajo el entendido que a la presidencia no se llega solo y sin tragarse ni un solo sapo.
Así pues, inició otra etapa del juego pero la cancha la comenzó a demarcar la polarización, Fico y Petro. La ciudadanía verá en profundidad el desempeño de todos los jugadores; la delantera la llevan los que ganaron las consultas pero ninguno la tiene fácil y todo puede pasar. A hoy ninguno gana en primera vuelta, la foto puede cambiar, en política nada es estático y al final terminaremos viendo qué pudo más, si el cambio o la angustia o el punto claroscuro del centro.