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No desmayar

Por: Valerio Mejía “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”.  San Lucas 18:1 La más grande tentación en nuestra vida de oración e intercesión es la falta de perseverancia. En algunos textos se traduce perseverar como: constancia, persistencia, insistencia, paciencia, longanimidad. Así son las cosas: empezamos a […]

No desmayar

No desmayar

Por: Valerio

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Por: Valerio Mejía

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”.  San Lucas 18:1

La más grande tentación en nuestra vida de oración e intercesión es la falta de perseverancia. En algunos textos se traduce perseverar como: constancia, persistencia, insistencia, paciencia, longanimidad.
Así son las cosas: empezamos a orar por una petición, sea una necesidad, un proyecto o un sueño; hacemos nuestras peticiones y las presentamos delante de Dios, por un día, una semana, un mes, y si no recibimos una respuesta definitiva, entonces desmayamos y cesamos de orar e interceder por aquello.
Considero que esta actitud frente a la vida es incorrecta. La Epístola de Santiago dice: “La paciencia debe tener su obra completa, para que seamos perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna. Y la persona de doble ánimo, es inconstante en todos sus caminos”.  Esto es simplemente la trampa de empezar muchas cosas y no terminar ninguna, con el resultado desastroso de la afectación negativa en todos los estadios de la vida.
Las personas que adquieren la costumbre de empezar las cosas y las dejan sin terminar, forman el hábito del fracaso y la costumbre de la derrota y desesperación. Así mismo, las personas que empiezan a orar por una cosa y no persisten hasta obtener una respuesta   – cualquiera que sea-  están formando ese mismo hábito de derrota en la oración.
Desmayar es fracasar. Las experiencias de derrota, engendran desaliento e incredulidad en nuestra realidad de la oración. La duda es fatal para alcanzar cualquier tipo de éxito. Santiago, también dice: “el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte otra”.
Cabrían aquí algunas preguntas: ¿Durante cuánto tiempo tenemos que orar para obtener respuesta? ¿Si Dios conoce todas las cosas, por qué tengo que seguir recordándole mi petición? ¿Existe un momento en el que puedo dejar de orar y entregar el asunto en manos de Dios?
Debo decir con absoluta honestidad, que la respuesta única sería: debemos orar hasta obtener la seguridad o sustancia de la respuesta en nuestro corazón, o hasta que aquello que pedimos se nos haya concedido.
Cuando tenemos la respuesta como suceso categorial, o la seguridad en nuestro corazón de que se nos concederá, es cuando podemos dejar de orar.
La oración no consiste solamente en hablar con Dios íntimamente y presentar delante de él nuestras peticiones y necesidades; sino, también es una lucha contra nosotros mismos y nuestros limitados esquemas de pensamiento, contra las circunstancias y determinados procesos históricos, e incluso contra huestes espirituales de maldad que se oponen a la realización del plan de Dios sobre la tierra. Y puesto que Dios usa nuestra intercesión como un factor de bendición a otros y un vehículo a través del cual trae victoria en esa lucha y tensión dialéctica entre lo pedido y lo recibido; entonces solamente él, puede ayudarnos a decidir cuándo es el momento para hacer cesar nuestras peticiones.
Así pues, no debemos dejar nuestra oración, hasta que recibamos la respuesta o tengamos la certeza de que vamos a recibirla. En el primer caso, cesamos de orar porque vemos que nuestra petición es una realidad. En el segundo, creemos, y la fe de nuestro corazón nos da la seguridad de que lo que esperamos es tan cierto como si lo estuviéramos viendo. Creemos en un Dios poderoso, “el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son como si ya fuesen”.
Amigos: oro que progresemos en la vida de oración y lleguemos a reconocer la seguridad que Dios nos da y a saber cuándo debemos reposar tranquilamente en la misma; o cuándo continuar haciendo nuestra petición hasta recibirla.

“Querido Dios: Ayúdanos a perseverar en oración, sin desmayar hasta obtener, y gracias anticipadas por tu respuesta. Amén”.

Saludos y abrazos en Cristo.
valeriomejia@etb.net.co

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