Los misioneros de la humanidad lo predican en todo momento. Es el primer mandamiento para lograr justicia social por parte de un buen ciudadano.
Los misioneros de la humanidad lo predican en todo momento. Es el primer mandamiento para lograr justicia social por parte de un buen ciudadano.
La verdad siempre será la mejor práctica en el medio en que nos desenvolvemos y para lograr que las cosas tomen el rumbo debido. Hablar por hablar nunca ha sido bueno, pues las palabras si no las expresamos acordes con la realidad pecaremos con mucha frecuencia y lastimaremos constantemente.
Cuando hablas y no coordinas tus ideas, además no conoces con profundidad sobre el tema que te ocupa, muy poco serás escuchado; es mejor callar.
Para hablar con propiedad hay que empoderarse de la verdad y el aludido siempre habrá de molestarse cuando la recibe, pero en cualquier situación de encuentro consigo mismo usará del reconocimiento interno, y terminará agradeciendo, a menos que sea un enfermo social.
Lo que no podemos es callar por miedo cuando sabemos que manejamos la verdad y lo que conocemos y no lo comentamos a su debido tiempo nos lleva a cohonestar en perjuicio del bien común, como sucede a diario con las actuaciones políticas y sociales, que cada día en nuestro ambiente, donde se dan protagonistas que quieren participar en dichas actividades en donde el calificativo universal es la deshonestidad y que equivocadamente nos hace pensar, en especial, que la noble profesión de la política sea sinónimo de este antivalor.
El miedo es un estado mental que lo crea la inseguridad sobre sí mismo y el temor que ocasiona nos doblega en el ocultamiento de la realidad de lo cotidiano y nos lleva a tropezar con las mismas piedras, pero cuando se maneja la verdad con la prueba, no se debe callar sabiendo que hay muchas formas para su expresión cuando la razón prima.
Por no usar la verdad hemos ofendido, humillado y hemos llevado a lo más bajo a todo y a todos los que se oponen a nuestro camino con razón o sin ella.
Hoy se juzgan y castigan a muchas personas y comediantes que transitan en lo político, solo por el hecho de quitarlos de en medio y en muchos casos la justicia venal se ha prestado para ello, y si observamos en nuestro medio nos damos cuenta que purgan penas los de conductas aceptables y andan libres orondos y dominantes los que verdaderamente han hecho daño a la sociedad.
Por ello hay que optar por no callar por miedo, pero hay que recordar que el miedo se vence cuando poseemos la verdad y solo la verdad y ella no solo debemos escucharla de los que con conocimientos demostrados lo demandan, sino de las personas dignas de crédito.
Se acercan unas elecciones y como decía, no podemos seguir cometiendo los mismos errores, pero tampoco debemos acabar con nuestros opositores utilizándolos como medio para lograr y justificar la propia victoria electoral. Ojo con estos aspirantes, los hay por doquier en busca solo de ventajas económicas que terminan encareciendo los procesos electorales, que al final son asumidos por los mismos electores, por el pueblo; si, por un pueblo que por necesidad e ignorancia ha manejado su propia desgracia bajo el auspicio de unos pocos indolentes, que parecen multiplicarse en épocas de elecciones.
Recordemos entonces lo importante que es vencer al miedo y para lograrlo hay que ignorarlo, pero solo bajo la premisa del manejo de la verdad.
Dentro de los gobiernos existen y han existido muchos que callan por miedo, como muchos otros que callan por complicidad y que solo se destapan cuando algo toca sus intereses, como suele suceder con algunos de los cabecillas dentro de un estado de ventajistas, donde el negocio más loable para el sustento de las campañas ha sido el de la salud.
Una parodia de la estrofa de una buena canción de José Alfredo Jiménez valdría la pena traer a la memoria ahora:
“Nada nos han enseñado los años
Siempre caemos en los mismos errores
Otra vez a votar por extraños
Y a llorar por los mismos dolores”.
Finalmente se recuerda que cuando vives sin miedo te respetan y la seguridad mental te abraza.
Por Fausto Cotes Núñez
Los misioneros de la humanidad lo predican en todo momento. Es el primer mandamiento para lograr justicia social por parte de un buen ciudadano.
Los misioneros de la humanidad lo predican en todo momento. Es el primer mandamiento para lograr justicia social por parte de un buen ciudadano.
La verdad siempre será la mejor práctica en el medio en que nos desenvolvemos y para lograr que las cosas tomen el rumbo debido. Hablar por hablar nunca ha sido bueno, pues las palabras si no las expresamos acordes con la realidad pecaremos con mucha frecuencia y lastimaremos constantemente.
Cuando hablas y no coordinas tus ideas, además no conoces con profundidad sobre el tema que te ocupa, muy poco serás escuchado; es mejor callar.
Para hablar con propiedad hay que empoderarse de la verdad y el aludido siempre habrá de molestarse cuando la recibe, pero en cualquier situación de encuentro consigo mismo usará del reconocimiento interno, y terminará agradeciendo, a menos que sea un enfermo social.
Lo que no podemos es callar por miedo cuando sabemos que manejamos la verdad y lo que conocemos y no lo comentamos a su debido tiempo nos lleva a cohonestar en perjuicio del bien común, como sucede a diario con las actuaciones políticas y sociales, que cada día en nuestro ambiente, donde se dan protagonistas que quieren participar en dichas actividades en donde el calificativo universal es la deshonestidad y que equivocadamente nos hace pensar, en especial, que la noble profesión de la política sea sinónimo de este antivalor.
El miedo es un estado mental que lo crea la inseguridad sobre sí mismo y el temor que ocasiona nos doblega en el ocultamiento de la realidad de lo cotidiano y nos lleva a tropezar con las mismas piedras, pero cuando se maneja la verdad con la prueba, no se debe callar sabiendo que hay muchas formas para su expresión cuando la razón prima.
Por no usar la verdad hemos ofendido, humillado y hemos llevado a lo más bajo a todo y a todos los que se oponen a nuestro camino con razón o sin ella.
Hoy se juzgan y castigan a muchas personas y comediantes que transitan en lo político, solo por el hecho de quitarlos de en medio y en muchos casos la justicia venal se ha prestado para ello, y si observamos en nuestro medio nos damos cuenta que purgan penas los de conductas aceptables y andan libres orondos y dominantes los que verdaderamente han hecho daño a la sociedad.
Por ello hay que optar por no callar por miedo, pero hay que recordar que el miedo se vence cuando poseemos la verdad y solo la verdad y ella no solo debemos escucharla de los que con conocimientos demostrados lo demandan, sino de las personas dignas de crédito.
Se acercan unas elecciones y como decía, no podemos seguir cometiendo los mismos errores, pero tampoco debemos acabar con nuestros opositores utilizándolos como medio para lograr y justificar la propia victoria electoral. Ojo con estos aspirantes, los hay por doquier en busca solo de ventajas económicas que terminan encareciendo los procesos electorales, que al final son asumidos por los mismos electores, por el pueblo; si, por un pueblo que por necesidad e ignorancia ha manejado su propia desgracia bajo el auspicio de unos pocos indolentes, que parecen multiplicarse en épocas de elecciones.
Recordemos entonces lo importante que es vencer al miedo y para lograrlo hay que ignorarlo, pero solo bajo la premisa del manejo de la verdad.
Dentro de los gobiernos existen y han existido muchos que callan por miedo, como muchos otros que callan por complicidad y que solo se destapan cuando algo toca sus intereses, como suele suceder con algunos de los cabecillas dentro de un estado de ventajistas, donde el negocio más loable para el sustento de las campañas ha sido el de la salud.
Una parodia de la estrofa de una buena canción de José Alfredo Jiménez valdría la pena traer a la memoria ahora:
“Nada nos han enseñado los años
Siempre caemos en los mismos errores
Otra vez a votar por extraños
Y a llorar por los mismos dolores”.
Finalmente se recuerda que cuando vives sin miedo te respetan y la seguridad mental te abraza.
Por Fausto Cotes Núñez