Si para lograr sociabilizar, expresar nuestros sentimientos o generar en nosotros mismos la posibilidad de ser simpáticos necesitamos de un componente químico como el éxtasis o “droga del amor”; la conclusión, además de clara, debe ser contundente: el problema es de personalidad y el diagnóstico sería escasez, ausencia o falta de ella. Pero si carecer […]
Si para lograr sociabilizar, expresar nuestros sentimientos o generar en nosotros mismos la posibilidad de ser simpáticos necesitamos de un componente químico como el éxtasis o “droga del amor”; la conclusión, además de clara, debe ser contundente: el problema es de personalidad y el diagnóstico sería escasez, ausencia o falta de ella.
Pero si carecer de personalidad y de capacidad de decisión es en sí un problema, pretender tenerla de más, en términos de astucia, es un problema mayor. Bien o mal, drogarse es un acto voluntario; pero que otro busque drogar sin su consentimiento a los demás, es un acto irresponsable y atrevido que a su vez puede conllevar a un acto criminal.
Un estimulante del sistema nervioso que busca provocar efectos alucinógenos; en cualquier presentación, sea tabletas o para administración oral, es peligroso. Pero, que sea administrado de manera oral, sin el consentimiento de quién lo toma es un acto de cobardía y malintencionado que con facilidad puede conllevar a un desenlace fatal.
El mundo actual, que pareciera arrollar con mayor facilidad a los jóvenes, cada día se torna más complejo. Nuestros padres parecieran no estar preparados y el respeto se ha convertido en el bien más escaso, amparado por el abuso del derecho del libre desarrollo de la personalidad.
Las mejores sustancias psicoactivas y los mejores estimulantes, son el respeto por uno mismo y por los demás. Socializar no es un asunto de excesos, ni de alucinógenos; es un asunto de interactuar con la prudencia de saber hasta dónde llegar y en especial de no agredir a los demás.
Nada que ver, que un desadaptado sin que medie consentimiento alguno pretenda drogar a una persona echando en la bebida de esta, éxtasis o el químico o droga de moda. Nada que ver que alguien pretenda violentar los derechos del otro con este tipo de comportamientos abusivos y peor aun, nada que ver, que este tipo de prácticas se conviertan en algo común o normal en una sociedad.
“Ten cuidado”. Este es el mejor consejo que se puede dar a un amigo, a un hijo o a un joven. Porque si bien interactuar es normal en los seres humanos, los riesgos están presentes permanentemente y más cuando el que nos agrede es el mundo de las drogas. Un “creo que le pusieron algo a mi bebida” no debe existir, porque simplemente, además de ser un acto irracional de quién lo genera, es una forma agresiva de pretender socializar. Un nada que ver, que además de rabia, encierra tristeza.
Si para lograr sociabilizar, expresar nuestros sentimientos o generar en nosotros mismos la posibilidad de ser simpáticos necesitamos de un componente químico como el éxtasis o “droga del amor”; la conclusión, además de clara, debe ser contundente: el problema es de personalidad y el diagnóstico sería escasez, ausencia o falta de ella. Pero si carecer […]
Si para lograr sociabilizar, expresar nuestros sentimientos o generar en nosotros mismos la posibilidad de ser simpáticos necesitamos de un componente químico como el éxtasis o “droga del amor”; la conclusión, además de clara, debe ser contundente: el problema es de personalidad y el diagnóstico sería escasez, ausencia o falta de ella.
Pero si carecer de personalidad y de capacidad de decisión es en sí un problema, pretender tenerla de más, en términos de astucia, es un problema mayor. Bien o mal, drogarse es un acto voluntario; pero que otro busque drogar sin su consentimiento a los demás, es un acto irresponsable y atrevido que a su vez puede conllevar a un acto criminal.
Un estimulante del sistema nervioso que busca provocar efectos alucinógenos; en cualquier presentación, sea tabletas o para administración oral, es peligroso. Pero, que sea administrado de manera oral, sin el consentimiento de quién lo toma es un acto de cobardía y malintencionado que con facilidad puede conllevar a un desenlace fatal.
El mundo actual, que pareciera arrollar con mayor facilidad a los jóvenes, cada día se torna más complejo. Nuestros padres parecieran no estar preparados y el respeto se ha convertido en el bien más escaso, amparado por el abuso del derecho del libre desarrollo de la personalidad.
Las mejores sustancias psicoactivas y los mejores estimulantes, son el respeto por uno mismo y por los demás. Socializar no es un asunto de excesos, ni de alucinógenos; es un asunto de interactuar con la prudencia de saber hasta dónde llegar y en especial de no agredir a los demás.
Nada que ver, que un desadaptado sin que medie consentimiento alguno pretenda drogar a una persona echando en la bebida de esta, éxtasis o el químico o droga de moda. Nada que ver que alguien pretenda violentar los derechos del otro con este tipo de comportamientos abusivos y peor aun, nada que ver, que este tipo de prácticas se conviertan en algo común o normal en una sociedad.
“Ten cuidado”. Este es el mejor consejo que se puede dar a un amigo, a un hijo o a un joven. Porque si bien interactuar es normal en los seres humanos, los riesgos están presentes permanentemente y más cuando el que nos agrede es el mundo de las drogas. Un “creo que le pusieron algo a mi bebida” no debe existir, porque simplemente, además de ser un acto irracional de quién lo genera, es una forma agresiva de pretender socializar. Un nada que ver, que además de rabia, encierra tristeza.