Es hora de comenzar con el análisis, el debate y puesto en sitio, del valor que tiene la economía informal dentro del Producto Interno Bruto, PIB, nacional, pero también de países en vía de desarrollo, o países en subdesarrollo; es tal su incidencia que, en ausencia de ella, muchos de estos Estados no tendrían el […]
Es hora de comenzar con el análisis, el debate y puesto en sitio, del valor que tiene la economía informal dentro del Producto Interno Bruto, PIB, nacional, pero también de países en vía de desarrollo, o países en subdesarrollo; es tal su incidencia que, en ausencia de ella, muchos de estos Estados no tendrían el oxígeno para sostener sus limitadas políticas públicas.
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Incidencia en razón de que este tipo de economía participa con un alto porcentaje, 30 % equivalente a 300 billones, aproximados, de ese PIB nacional. Sin preámbulo, estos Estados no cuentan con una completa infraestructura productiva formal, con capacidad de avanzar sola, que ha dependido en grado de la iniciativa y ejecutorias de dicha actividad informal.
La economía informal en su dinámica, es responsable de ese activo porcentual, que también significa: para cierto sector de la economía formal, aumento en la demanda de materias primas, de la producción, por ende aumento y conservación del empleo formal y utilidades y es así que también el Estado percibe en esa proporción del recaudo en sus impuestos.
Se predica, parcialmente con razón, que su manejo en la producción, cuando la realiza directamente, o en la puesta del producto ante el consumidor final, evade impuestos, sirve de canal para el contrabando en ocasiones nutrido por el narcotráfico, genera inseguridad, limita el avance de los comerciantes formales; sin embargo, y en esto hay que ser claros, la discutible competencia con el comercio formal obedece, en circunstancias a poca creatividad de algunos de estos, y respecto a fenómenos como la inseguridad, y el contrabando, lo alimenta una porción de actores, diferente a esta economía.
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Aquí nos referimos puramente sobre el sector de la economía informal, que produce beneficio para el país, que cuando leemos cifras que certifican en Colombia la ocupación laboral, la conforma en un 60 % aproximadamente el sector informal. En esto hay diferencias entre las cifras de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, con las del Gobierno, de ahí un estimativo.
A pesar de participar con ese 60 %, a cambio de recibir: insolidaridad, estigmatización, y peor aún sin posibilidad de un horizonte que determine bienestar y desarrollo para este emprendedor y sus familias.
Según La RAE en diccionario de español jurídico, la define como: Conjunto de actividades económicas desarrolladas por los trabajadores que, en la legislación o en la práctica, están insuficientemente contempladas por sistemas formales o no lo están en absoluto.
Aclarado el concepto como, actividades económicas desarrolladas por los trabajadores. Nace la pregunta, qué hace un trabajador: trabajar.
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Y es exactamente lo que hace esta población. Es hora de que el Estado colombiano empiece a dictar política pública y seria en esta materia, y aún más, en momentos en que se vislumbra a raíz del problema sanitario, que este segmento aumentará. Requiere de una atención de primera, urgente y para ello no debe depender de dádivas de diferentes institutos o de ministerios que a punta de ruegos proporcionan migajas a este sector.
Entonces, es cuando se requiere de un ‘Ente de Peso’, del tamaño de esta economía informal, que formule y ejecute soluciones.
De ahí la necesidad de la creación del “MINISTERIO PARA LA ECONOMIA INFORMAL”, con iniciativa propia, capacidad de decisión, recursos propios, y asiento en el Consejo de Ministros. Aquí no hay un contrasentido, nace para modelar, formalizar esta economía.
Qué se espera de este ministerio, resultados concretos: acompañamiento real en su formalización, para ello debe llevar envuelta toda la ayuda necesaria en lo económico, educativo, formativo y el respectivo empuje institucional; energía encaminada en la creación de núcleos productivos en concordancia con las necesidades del país, disminución del desempleo, trayendo consigo la supresión de actividades ilícitas de terceros ajenos a ella como es el respectivo contrabando y la inseguridad. Es la oportunidad también de dar vida a la bolsa pensional y mayores impuestos para las necesidades del país.
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Empresa grande que requiere también, y es la oportunidad, del sector de las universidades, para que se reinvente para este grueso grupo; igualmente del concurso de diferentes disciplinas que provea El Estado a través del Sena, cajas de compensación, banca estatal.
Al margen: esta población de no estar generando ingresos a través de esta actividad informal, a que se consagrarían.
Por Álvaro Ramírez Molina
Es hora de comenzar con el análisis, el debate y puesto en sitio, del valor que tiene la economía informal dentro del Producto Interno Bruto, PIB, nacional, pero también de países en vía de desarrollo, o países en subdesarrollo; es tal su incidencia que, en ausencia de ella, muchos de estos Estados no tendrían el […]
Es hora de comenzar con el análisis, el debate y puesto en sitio, del valor que tiene la economía informal dentro del Producto Interno Bruto, PIB, nacional, pero también de países en vía de desarrollo, o países en subdesarrollo; es tal su incidencia que, en ausencia de ella, muchos de estos Estados no tendrían el oxígeno para sostener sus limitadas políticas públicas.
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Incidencia en razón de que este tipo de economía participa con un alto porcentaje, 30 % equivalente a 300 billones, aproximados, de ese PIB nacional. Sin preámbulo, estos Estados no cuentan con una completa infraestructura productiva formal, con capacidad de avanzar sola, que ha dependido en grado de la iniciativa y ejecutorias de dicha actividad informal.
La economía informal en su dinámica, es responsable de ese activo porcentual, que también significa: para cierto sector de la economía formal, aumento en la demanda de materias primas, de la producción, por ende aumento y conservación del empleo formal y utilidades y es así que también el Estado percibe en esa proporción del recaudo en sus impuestos.
Se predica, parcialmente con razón, que su manejo en la producción, cuando la realiza directamente, o en la puesta del producto ante el consumidor final, evade impuestos, sirve de canal para el contrabando en ocasiones nutrido por el narcotráfico, genera inseguridad, limita el avance de los comerciantes formales; sin embargo, y en esto hay que ser claros, la discutible competencia con el comercio formal obedece, en circunstancias a poca creatividad de algunos de estos, y respecto a fenómenos como la inseguridad, y el contrabando, lo alimenta una porción de actores, diferente a esta economía.
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Aquí nos referimos puramente sobre el sector de la economía informal, que produce beneficio para el país, que cuando leemos cifras que certifican en Colombia la ocupación laboral, la conforma en un 60 % aproximadamente el sector informal. En esto hay diferencias entre las cifras de la Organización Internacional del Trabajo, OIT, con las del Gobierno, de ahí un estimativo.
A pesar de participar con ese 60 %, a cambio de recibir: insolidaridad, estigmatización, y peor aún sin posibilidad de un horizonte que determine bienestar y desarrollo para este emprendedor y sus familias.
Según La RAE en diccionario de español jurídico, la define como: Conjunto de actividades económicas desarrolladas por los trabajadores que, en la legislación o en la práctica, están insuficientemente contempladas por sistemas formales o no lo están en absoluto.
Aclarado el concepto como, actividades económicas desarrolladas por los trabajadores. Nace la pregunta, qué hace un trabajador: trabajar.
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Y es exactamente lo que hace esta población. Es hora de que el Estado colombiano empiece a dictar política pública y seria en esta materia, y aún más, en momentos en que se vislumbra a raíz del problema sanitario, que este segmento aumentará. Requiere de una atención de primera, urgente y para ello no debe depender de dádivas de diferentes institutos o de ministerios que a punta de ruegos proporcionan migajas a este sector.
Entonces, es cuando se requiere de un ‘Ente de Peso’, del tamaño de esta economía informal, que formule y ejecute soluciones.
De ahí la necesidad de la creación del “MINISTERIO PARA LA ECONOMIA INFORMAL”, con iniciativa propia, capacidad de decisión, recursos propios, y asiento en el Consejo de Ministros. Aquí no hay un contrasentido, nace para modelar, formalizar esta economía.
Qué se espera de este ministerio, resultados concretos: acompañamiento real en su formalización, para ello debe llevar envuelta toda la ayuda necesaria en lo económico, educativo, formativo y el respectivo empuje institucional; energía encaminada en la creación de núcleos productivos en concordancia con las necesidades del país, disminución del desempleo, trayendo consigo la supresión de actividades ilícitas de terceros ajenos a ella como es el respectivo contrabando y la inseguridad. Es la oportunidad también de dar vida a la bolsa pensional y mayores impuestos para las necesidades del país.
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Empresa grande que requiere también, y es la oportunidad, del sector de las universidades, para que se reinvente para este grueso grupo; igualmente del concurso de diferentes disciplinas que provea El Estado a través del Sena, cajas de compensación, banca estatal.
Al margen: esta población de no estar generando ingresos a través de esta actividad informal, a que se consagrarían.
Por Álvaro Ramírez Molina