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Columnista - 4 mayo, 2017

Menudencias sobre el Festival

La labor de la Fundación ha sido incuestionable, el Festival ha llegado a un ranking nunca esperado, al pan, pan y al vino, vino. Pero hay problemas por resolver y uno es el referente a la administración del Parque de la Leyenda que es un patrimonio público con funciones mostrencas. Esa pelea jurídica la dio […]

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La labor de la Fundación ha sido incuestionable, el Festival ha llegado a un ranking nunca esperado, al pan, pan y al vino, vino. Pero hay problemas por resolver y uno es el referente a la administración del Parque de la Leyenda que es un patrimonio público con funciones mostrencas. Esa pelea jurídica la dio hace rato el jurista Evelio Daza en los estrados judiciales y la ganó con creces; desde entonces, ningún alcalde ha tenido el suficiente valor civil para que la FFLV le ceda al municipio de Valledupar lo que le pertenece en materia fiscal y creo que el actual burgomaestre tampoco lo hará; este es un tema tabú para los alcaldes. ¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?

El rubro de vallas y espectáculos es un impuesto indirecto inalienable de los municipios, pero la FFLV se ha abrogado funciones fiscales, en el Parque todo es gravado y no a cualquier tasa. ¿Por qué el municipio ha renunciado a sus facultades legales de imponer tarifas en las actividades comerciales que generan estos espectáculos? La asistencia a los eventos programados se hace inalcanzable para muchos vallenatos, donde me incluyo yo. Otro problemita es el de los jurados; en la categoría profesional y rey de reyes del acordeón he visto algunos que no tienen la suficiente solvencia musical para decidir la suerte de un artista que se ha formado durante muchos años, eso no es justo, es una falta de respeto, y muchos quedamos con la duda acerca de si las decisiones tomadas para excluir o permitir son o no las más acertadas.

Por las flaquezas humanas, detrás de los jurados podrían generarse presiones para lograr determinado resultado.

Aquí todos sabemos algo de eso, nacimos escuchando acordeones, y no nos pueden meter el dedo en la boca. Por otro lado, el acervo de donde toman sus canciones los concursantes, está trillado y agotado, hace 50 años que venimos escuchando las mismas canciones cuyos autores, que no suman la docena, nacieron en el primer cuarto del siglo pasado y no han sido relevados; ya no hay quién componga canciones tipo festival, ni quien las quiera grabar, y solo en el Festival las escuchamos. La puya está en cuidados intensivos y el son requiere una reingeniería.

Respecto a los concursantes, la interpretación de los ritmos escogidos es monótona y clonada; casi nadie hace interpretaciones originales que revolucionen la partitura; muchos participantes confunden la rapidez con la calidad; el FLV no ha estimulado el talento.

La canción inédita es un cementerio de largas interpretaciones líricas y de homenajes ramplones, en su mayoría, que salen de la tarima a una fosa común donde ni siquiera sus autores vuelven a visitarlas, al menos dos mil canciones estarían allí sepultadas. Este concurso debería orientarse al fomento de las canciones festivaleras. Lo positivo sí, es ese semillero de acordeonistas y músicos. Es curioso que en la inédita ganara ‘El rey de los cajeros’ de Ivo Díaz. ¿Parte del nuevo homenaje?

En el concurso “rey de reyes”, con el respeto a los jurados, parece que algo atípico sucedió; al menos uno se coló al podio, su presentación fue horrorosa. Sabemos que quien ganara lo haría por narices, pero no es muy creíble que Almes o Cristian Camilo no hayan sido los vencedores, sin demeritar al ganador, que es bueno. Que digan donde estos se equivocaron para convencernos y porqué Julián Rojas no subió al podio ¿Hacer más fácil la final? Para culminar, al Festival hay que desleyendizarlo porque sobre mitos no es posible edificar la realidad.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]

Columnista
4 mayo, 2017

Menudencias sobre el Festival

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La labor de la Fundación ha sido incuestionable, el Festival ha llegado a un ranking nunca esperado, al pan, pan y al vino, vino. Pero hay problemas por resolver y uno es el referente a la administración del Parque de la Leyenda que es un patrimonio público con funciones mostrencas. Esa pelea jurídica la dio […]


La labor de la Fundación ha sido incuestionable, el Festival ha llegado a un ranking nunca esperado, al pan, pan y al vino, vino. Pero hay problemas por resolver y uno es el referente a la administración del Parque de la Leyenda que es un patrimonio público con funciones mostrencas. Esa pelea jurídica la dio hace rato el jurista Evelio Daza en los estrados judiciales y la ganó con creces; desde entonces, ningún alcalde ha tenido el suficiente valor civil para que la FFLV le ceda al municipio de Valledupar lo que le pertenece en materia fiscal y creo que el actual burgomaestre tampoco lo hará; este es un tema tabú para los alcaldes. ¿Quién se atreve a ponerle el cascabel al gato?

El rubro de vallas y espectáculos es un impuesto indirecto inalienable de los municipios, pero la FFLV se ha abrogado funciones fiscales, en el Parque todo es gravado y no a cualquier tasa. ¿Por qué el municipio ha renunciado a sus facultades legales de imponer tarifas en las actividades comerciales que generan estos espectáculos? La asistencia a los eventos programados se hace inalcanzable para muchos vallenatos, donde me incluyo yo. Otro problemita es el de los jurados; en la categoría profesional y rey de reyes del acordeón he visto algunos que no tienen la suficiente solvencia musical para decidir la suerte de un artista que se ha formado durante muchos años, eso no es justo, es una falta de respeto, y muchos quedamos con la duda acerca de si las decisiones tomadas para excluir o permitir son o no las más acertadas.

Por las flaquezas humanas, detrás de los jurados podrían generarse presiones para lograr determinado resultado.

Aquí todos sabemos algo de eso, nacimos escuchando acordeones, y no nos pueden meter el dedo en la boca. Por otro lado, el acervo de donde toman sus canciones los concursantes, está trillado y agotado, hace 50 años que venimos escuchando las mismas canciones cuyos autores, que no suman la docena, nacieron en el primer cuarto del siglo pasado y no han sido relevados; ya no hay quién componga canciones tipo festival, ni quien las quiera grabar, y solo en el Festival las escuchamos. La puya está en cuidados intensivos y el son requiere una reingeniería.

Respecto a los concursantes, la interpretación de los ritmos escogidos es monótona y clonada; casi nadie hace interpretaciones originales que revolucionen la partitura; muchos participantes confunden la rapidez con la calidad; el FLV no ha estimulado el talento.

La canción inédita es un cementerio de largas interpretaciones líricas y de homenajes ramplones, en su mayoría, que salen de la tarima a una fosa común donde ni siquiera sus autores vuelven a visitarlas, al menos dos mil canciones estarían allí sepultadas. Este concurso debería orientarse al fomento de las canciones festivaleras. Lo positivo sí, es ese semillero de acordeonistas y músicos. Es curioso que en la inédita ganara ‘El rey de los cajeros’ de Ivo Díaz. ¿Parte del nuevo homenaje?

En el concurso “rey de reyes”, con el respeto a los jurados, parece que algo atípico sucedió; al menos uno se coló al podio, su presentación fue horrorosa. Sabemos que quien ganara lo haría por narices, pero no es muy creíble que Almes o Cristian Camilo no hayan sido los vencedores, sin demeritar al ganador, que es bueno. Que digan donde estos se equivocaron para convencernos y porqué Julián Rojas no subió al podio ¿Hacer más fácil la final? Para culminar, al Festival hay que desleyendizarlo porque sobre mitos no es posible edificar la realidad.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]