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Esta semana ha sido de locos. Desde los trinos de Petro en la madrugada del domingo, hasta la manera como se le pudo bajar el tono a la crisis internacional más compleja de Colombia en los últimos años, la confusión se apoderó de todos.
Esta semana ha sido de locos. Desde los trinos de Petro en la madrugada del domingo, hasta la manera como se le pudo bajar el tono a la crisis internacional más compleja de Colombia en los últimos años, la confusión se apoderó de todos. La falta de agenda del gobierno, sumada a la falta de control del presidente cuando está de descanso -se dice que estaba de juerga en Coveñas- y trina a diestra y siniestra bajo la influencia de alucinógenos, dejó en ridículo al ejecutivo, a Colombia y, especialmente, al guerrillero.
La vida de Petro ha estado dedicada a la lucha armada, al vicio, a destruir al país, a mentir, a generar odio y resentimiento. Esa lucha la inició en la clandestinidad, luego estuvo preso -por terrorista y guerrillero, por actuar al margen de la ley-, pero después de la desmovilización del M-19, a principios de 1990, el señor Petro ha vivido del Estado, 100 % del Estado y de la corrupción que de él se desprende. Ya fuese como diplomático, congresista, alcalde y presidente, el estado lleva cuidándolo y sufragando su salario por décadas. Mientras sale a la plaza pública a motivar la lucha de clases, a hablar de desigualdad, a pontificar en temas de corrupción y a exigirle la renuncia a todos los presidentes a quienes se opuso, vivió cómodamente, en estrato 6, en su mansión de Chía. Petro se ha transportado, hasta el día de hoy, en las camionetas Toyota que tanto ha criticado, le puso impuestos a alimentos con el argumento de que eran nocivos para la salud de los colombianos y él debía desestimular su consumo y luego, al tener la prensa acceso al mercado de la Casa de Nariño, vemos que todos esos “venenos” hacen parte de su dieta; esa es su historia, plagada de inconsistencias, de conductas descaradas y groseras que han convencido a miles de ingenuos que lo ven como un salvador, que seguro admira el uso de alpargatas pero se incomoda calzando Ferragamo.
Pues bien, el fin de semana pasado, Petro mordió el polvo; fuera del que están pensando, sí, de ese blanco y costoso, el polvo del ridículo, se volvió el hazmerreír del planeta, por 2 simples razones: la primera, le hizo al señor Trump el trabajo y le ahorró el desgaste a muchos líderes que habrían querido medirle el aceite y terminó cediendo y obedeciendo —no nos creemos el cuento de que cambiar el avión de los deportados colombianos fue su gran apuesta—. Y la segunda, le permitió al presidente Uribe mostrarnos que aún goza de un corazón grande que, a pesar de las diferencias y las críticas, apoyó a los funcionarios que, como Murillo, Sarabia y García-Peña, abandonados por Petro que seguía en Coveñas sin la Alcocer, se arrancaban el pelo al quedarse todos sin visa americana.
Hubiera pagado por oír los lamentos de los familiares de la recua del Pacto Histórico al verse sin posibilidades de ir a Miami. Me imagino a Bolívar pálido por no poder ir a meterse a su piscina en la Florida. Los celulares de los funcionaros del gobierno debieron recibir cientos de amenazas de renuncia y seguro colapsaron. Esta vez, todos esos idiotas útiles, que le han tapado a Petro sus fechorías y que se han beneficiado de ellas, la pasaron muy, muy mal.
Petro debe estar echando humo por la nariz, al ver cómo, en un par de horas, Trump, desde una cancha de golf, lo trituró sin estornudar, sin despeinarse. Petro ya tocó fondo, es vergonzoso estar siendo gobernados por un tipo que no aprendió cómo funciona el Estado colombiano y mucho menos, cómo funciona la geopolítica mundial. Da pena este gobierno, triste que afuera de Colombia nos asocien con un personaje así. Cada día que pasa, es uno menos de esta tragedia.
En este último episodio Petro se pareció mucho a Maduro, que dice sandeces y hace afirmaciones absurdas frente a una turba ignorante que lo aplaude cuando hace alarde de un muy buen inglés, son igualitos, hermanitos de leche. Ahí corrieron Murillo, Sarabia y García-Peña que, reforzados por Álvaro Uribe, hablaron con amigos como el senador Díaz-Balart y con Marco Rubio para bajarle el tono a la situación.
Petro hizo que Trump y Uribe, se lucieran. ¡Buena!
Por: Jorge Eduardo Ávila.
Esta semana ha sido de locos. Desde los trinos de Petro en la madrugada del domingo, hasta la manera como se le pudo bajar el tono a la crisis internacional más compleja de Colombia en los últimos años, la confusión se apoderó de todos.
Esta semana ha sido de locos. Desde los trinos de Petro en la madrugada del domingo, hasta la manera como se le pudo bajar el tono a la crisis internacional más compleja de Colombia en los últimos años, la confusión se apoderó de todos. La falta de agenda del gobierno, sumada a la falta de control del presidente cuando está de descanso -se dice que estaba de juerga en Coveñas- y trina a diestra y siniestra bajo la influencia de alucinógenos, dejó en ridículo al ejecutivo, a Colombia y, especialmente, al guerrillero.
La vida de Petro ha estado dedicada a la lucha armada, al vicio, a destruir al país, a mentir, a generar odio y resentimiento. Esa lucha la inició en la clandestinidad, luego estuvo preso -por terrorista y guerrillero, por actuar al margen de la ley-, pero después de la desmovilización del M-19, a principios de 1990, el señor Petro ha vivido del Estado, 100 % del Estado y de la corrupción que de él se desprende. Ya fuese como diplomático, congresista, alcalde y presidente, el estado lleva cuidándolo y sufragando su salario por décadas. Mientras sale a la plaza pública a motivar la lucha de clases, a hablar de desigualdad, a pontificar en temas de corrupción y a exigirle la renuncia a todos los presidentes a quienes se opuso, vivió cómodamente, en estrato 6, en su mansión de Chía. Petro se ha transportado, hasta el día de hoy, en las camionetas Toyota que tanto ha criticado, le puso impuestos a alimentos con el argumento de que eran nocivos para la salud de los colombianos y él debía desestimular su consumo y luego, al tener la prensa acceso al mercado de la Casa de Nariño, vemos que todos esos “venenos” hacen parte de su dieta; esa es su historia, plagada de inconsistencias, de conductas descaradas y groseras que han convencido a miles de ingenuos que lo ven como un salvador, que seguro admira el uso de alpargatas pero se incomoda calzando Ferragamo.
Pues bien, el fin de semana pasado, Petro mordió el polvo; fuera del que están pensando, sí, de ese blanco y costoso, el polvo del ridículo, se volvió el hazmerreír del planeta, por 2 simples razones: la primera, le hizo al señor Trump el trabajo y le ahorró el desgaste a muchos líderes que habrían querido medirle el aceite y terminó cediendo y obedeciendo —no nos creemos el cuento de que cambiar el avión de los deportados colombianos fue su gran apuesta—. Y la segunda, le permitió al presidente Uribe mostrarnos que aún goza de un corazón grande que, a pesar de las diferencias y las críticas, apoyó a los funcionarios que, como Murillo, Sarabia y García-Peña, abandonados por Petro que seguía en Coveñas sin la Alcocer, se arrancaban el pelo al quedarse todos sin visa americana.
Hubiera pagado por oír los lamentos de los familiares de la recua del Pacto Histórico al verse sin posibilidades de ir a Miami. Me imagino a Bolívar pálido por no poder ir a meterse a su piscina en la Florida. Los celulares de los funcionaros del gobierno debieron recibir cientos de amenazas de renuncia y seguro colapsaron. Esta vez, todos esos idiotas útiles, que le han tapado a Petro sus fechorías y que se han beneficiado de ellas, la pasaron muy, muy mal.
Petro debe estar echando humo por la nariz, al ver cómo, en un par de horas, Trump, desde una cancha de golf, lo trituró sin estornudar, sin despeinarse. Petro ya tocó fondo, es vergonzoso estar siendo gobernados por un tipo que no aprendió cómo funciona el Estado colombiano y mucho menos, cómo funciona la geopolítica mundial. Da pena este gobierno, triste que afuera de Colombia nos asocien con un personaje así. Cada día que pasa, es uno menos de esta tragedia.
En este último episodio Petro se pareció mucho a Maduro, que dice sandeces y hace afirmaciones absurdas frente a una turba ignorante que lo aplaude cuando hace alarde de un muy buen inglés, son igualitos, hermanitos de leche. Ahí corrieron Murillo, Sarabia y García-Peña que, reforzados por Álvaro Uribe, hablaron con amigos como el senador Díaz-Balart y con Marco Rubio para bajarle el tono a la situación.
Petro hizo que Trump y Uribe, se lucieran. ¡Buena!
Por: Jorge Eduardo Ávila.