Tras una maravillosa existencia, que se extendió por ciento un años, siete meses y veinticinco días, partió a la eternidad la matrona María Elena Castro Palmera, distinguida dama vallenata, que, como en el poema de Machado, hizo camino al andar dejando una amplia estela de obras humanas y sociales sobre estas tierras, y, al lado de otro patriarca bienhechor, Clemente Quintero Araújo, una respetable familia que ha dado valiosos frutos, en diversas actividades, a la sociedad valduparense.
Creo haber conocido, siendo estudiante universitario, a la señora María Elena, atendiéndome en la puerta de su residencia, yendo a un encuentro con don Clemente Quintero, parlamentario de la naciente circunscripción electoral del Cesar, que me había favorecido con un auxilio parlamentario para iniciar mis estudios de arquitectura. Pero supe de su dulzura de madre y exquisitez de toda una dama y mujer servicial, en Tardes de piano, de la Fundación Pentagrama, una obra viviente, nacida de su emprendimiento entusiasta al lado de otra gran matrona, doña Elisa Castro de Dangond.
No pudiendo ya ejecutar las teclas del majestuoso piano de cola que habita en la casona de los Castro Palmera, adquisición de la Fundación, muchos martes compartimos las interpretaciones de clásicos, que ellas ejecutaron antes, entre las que no podía faltar ‘Para Elisa’, la inmortal obra de Ludwig Van Beethoven, que, por su nombre, venía como anillo al dedo a una de sus fundadoras. Cuántos diálogos y proyectos venidos de sus iniciativas, que por suerte hoy siguen vivos y dando resultados admirables, de los que se benefician numerosos niños y jóvenes de la comarca. Por las limitaciones de su edad dejó de ser, igual que doña Elisa hoy, una asidua asistente a los conciertos que allí honran su memoria, que lo serán más frente a su partida.
En sus honras fúnebres, la asistencia pudo conocer más de su paradigmática existencia: irreductiblemente entregada al servicio a los demás, profundamente humana; creadora de prácticas comerciales novedosas, cofundadora de entidades benefactoras, como las Damas Rosadas del hospital y de la Liga Antituberculosa; pero, ante todo, profundizamos el saber sobre la vida de una vallenata raizal, de una señora bonachona de cautivante parlar. Y como justa compañera de un líder político, no se quedó atrás cuando de defender los derechos de la mujer era menester, dejando de recuerdo su defensa indeclinable del derecho femenino al sufragio, instaurado en el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla.
Doña María Elena Castro Palmera de Quintero queda en la historia de esta ciudad como ejemplo a seguir; como un ser que se suma a otras grandes mujeres, que, como el caminante, no habiendo caminos, los hizo al andar, para que las generaciones venideras, al volver la vista atrás, vean la senda que vale la pena volver a pisar.
A la respetable familia Quintero Castro, a su numerosa legión de nietos, bisnietos y demás familiares, muchos de ellos de mis más cercanos aprecios, van mis sentimientos de solidaridad, pero ante todo de admiración, por haber sido bendecidos con la tenencia de un ser inigualable, cuya máxima herencia es y será seguir su ejemplo.
Por: Pedro Perales Téllez.












