Estas son las columnas que me gusta escribir, las que me llenan de orgullo. En este caso sobre dos atletas guajiros que han dejado en alto el nombre de Colombia en el mundo: Lucho Díaz Marulanda, un barranquero que demostró en la Copa América que es un crack y que los sueños sí se pueden […]
Estas son las columnas que me gusta escribir, las que me llenan de orgullo. En este caso sobre dos atletas guajiros que han dejado en alto el nombre de Colombia en el mundo: Lucho Díaz Marulanda, un barranquero que demostró en la Copa América que es un crack y que los sueños sí se pueden cumplir. A pesar de las circunstancias hostiles de su entorno, fue el goleador del torneo al lado de Lionel Messi, y con sus golazos deslumbró a muchos equipos que hoy se pelean por sus servicios, tasados en de 80 millones de dólares.
Y Anthony Zambrano, quien no se queda atrás, un maicaero a quien le tocó irse a Barranquilla porque en su tierra no hay ni siquiera una cancha para practicar el atletismo y, de no ser así, hubiese sido presa de la violencia y la delincuencia que azota a la ciudad fronteriza. Al momento de escribir esta columna, Anthony está instalado en la final de 400 metros de los Juegos Olímpicos de Tokio con la expectativa de bañarse en oro, y darle otra alegría al país; a este joven le ha tocado difícil, pero ha logrado superar las adversidades con tesón y disciplina.
La gran paradoja es que este par de héroes vienen de lugares devastados por la corrupción de políticos locales que no saben ni siquiera lo que representa contar con deportistas de esta talla y lo que impulsan la productividad, el autoestima general y el futuro de una región. Pero esto también es culpa del olvido del Estado central que siempre mira a La Guajira con desdén, que solo es importante para aprovecharse de sus recursos naturales y, claro, para estigmatizarla.
También se suma la ineptitud de la dirigencia privada del departamento que tampoco aporta, ni genera programas de apoyo a los deportistas; en La Guajira no hay un equipo profesional de fútbol, ni de béisbol, ni de softbol, ni de nada, ni lo habrá en mucho tiempo; no hay una pista de atletismo en buenas condiciones, tampoco de bicicrós, y menos un estadio que sirva; no se hacen torneos y tampoco se buscan sedes para conocer otras formas de competir y mucho menos programas de estímulos para apoyar a las nuevas generaciones, por eso los buenos deportistas que quieren labrarse un futuro tienen que migrar, como hicieron Lucho Díaz y Anthony Zambrano.
Si en estas condiciones salen un par de titanes con estas características, ¿se imaginan La Guajira con oportunidades para desarrollar la actividad deportiva? Con inversión trasparente para desarrollar programas cazatalentos, los resultados serían definitivamente mejores y tendríamos una juventud empoderada y activa.
Ahora seguro aparecen los Alfredo de Luque, Los Ballesteros, los Amylkar Acosta, las Oneida Pinto, las Tina Soto, a sacar pecho en Twitter y los mandatarios locales actuales a poner condecoraciones y medallas para pegarse a la fama y al reconocimiento de dos deportistas exiliados de su tierra, que nunca apoyaron y que, a pesar de las circunstancias, siguen siendo guajiros orgullosos, porque son agradecidos con su tierra y quieren un mejor futuro para su gente. Lucho Díaz y a Anthony Zambrano merecen un aplauso de pie, porque renovaron la esperanza en un departamento devastado por el hambre, la pobreza y la inseguridad, pero que no pierde las ganas de seguir luchando para salir adelante.
Estas son las columnas que me gusta escribir, las que me llenan de orgullo. En este caso sobre dos atletas guajiros que han dejado en alto el nombre de Colombia en el mundo: Lucho Díaz Marulanda, un barranquero que demostró en la Copa América que es un crack y que los sueños sí se pueden […]
Estas son las columnas que me gusta escribir, las que me llenan de orgullo. En este caso sobre dos atletas guajiros que han dejado en alto el nombre de Colombia en el mundo: Lucho Díaz Marulanda, un barranquero que demostró en la Copa América que es un crack y que los sueños sí se pueden cumplir. A pesar de las circunstancias hostiles de su entorno, fue el goleador del torneo al lado de Lionel Messi, y con sus golazos deslumbró a muchos equipos que hoy se pelean por sus servicios, tasados en de 80 millones de dólares.
Y Anthony Zambrano, quien no se queda atrás, un maicaero a quien le tocó irse a Barranquilla porque en su tierra no hay ni siquiera una cancha para practicar el atletismo y, de no ser así, hubiese sido presa de la violencia y la delincuencia que azota a la ciudad fronteriza. Al momento de escribir esta columna, Anthony está instalado en la final de 400 metros de los Juegos Olímpicos de Tokio con la expectativa de bañarse en oro, y darle otra alegría al país; a este joven le ha tocado difícil, pero ha logrado superar las adversidades con tesón y disciplina.
La gran paradoja es que este par de héroes vienen de lugares devastados por la corrupción de políticos locales que no saben ni siquiera lo que representa contar con deportistas de esta talla y lo que impulsan la productividad, el autoestima general y el futuro de una región. Pero esto también es culpa del olvido del Estado central que siempre mira a La Guajira con desdén, que solo es importante para aprovecharse de sus recursos naturales y, claro, para estigmatizarla.
También se suma la ineptitud de la dirigencia privada del departamento que tampoco aporta, ni genera programas de apoyo a los deportistas; en La Guajira no hay un equipo profesional de fútbol, ni de béisbol, ni de softbol, ni de nada, ni lo habrá en mucho tiempo; no hay una pista de atletismo en buenas condiciones, tampoco de bicicrós, y menos un estadio que sirva; no se hacen torneos y tampoco se buscan sedes para conocer otras formas de competir y mucho menos programas de estímulos para apoyar a las nuevas generaciones, por eso los buenos deportistas que quieren labrarse un futuro tienen que migrar, como hicieron Lucho Díaz y Anthony Zambrano.
Si en estas condiciones salen un par de titanes con estas características, ¿se imaginan La Guajira con oportunidades para desarrollar la actividad deportiva? Con inversión trasparente para desarrollar programas cazatalentos, los resultados serían definitivamente mejores y tendríamos una juventud empoderada y activa.
Ahora seguro aparecen los Alfredo de Luque, Los Ballesteros, los Amylkar Acosta, las Oneida Pinto, las Tina Soto, a sacar pecho en Twitter y los mandatarios locales actuales a poner condecoraciones y medallas para pegarse a la fama y al reconocimiento de dos deportistas exiliados de su tierra, que nunca apoyaron y que, a pesar de las circunstancias, siguen siendo guajiros orgullosos, porque son agradecidos con su tierra y quieren un mejor futuro para su gente. Lucho Díaz y a Anthony Zambrano merecen un aplauso de pie, porque renovaron la esperanza en un departamento devastado por el hambre, la pobreza y la inseguridad, pero que no pierde las ganas de seguir luchando para salir adelante.