“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. Génesis 32,24 Este es un pasaje extraño. Es difícil imaginar a Dios luchando cuerpo a cuerpo con alguien. Para comprender mejor, recordemos la historia de nuestro personaje: Jacob. Fue un hombre que no dudó en usar cuanto artilugio pudiera […]
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. Génesis 32,24
Este es un pasaje extraño. Es difícil imaginar a Dios luchando cuerpo a cuerpo con alguien. Para comprender mejor, recordemos la historia de nuestro personaje: Jacob.
Fue un hombre que no dudó en usar cuanto artilugio pudiera para alcanzar la bendición que Dios había prometido. Hizo trampa, mintió, engañó y también fue engañado, hizo una gran fortuna, pero se labró muchos enemigos, incluyendo a su propio hermano. No era una figura muy inspiradora.
Después de pasar veinte años en casa de Labán, Jacob se dio cuenta de que era tiempo de salir de vuelta a la tierra de su padre, aunque primero tuviera que arreglar el asunto de enemistad con su hermano Esaú.
La lucha con el ángel es una forma gráfica en la que Dios pretende mostrar al patriarca lo que había sido su vida hasta ahora: ¡Una lucha sin fin por apropiarse de la bendición de Dios! Aquí, se aprecia la vida de Jacob: Autosuficiente, astuto, mañoso, engañador; pero ahora, de nada le servían sus armas carnales. Bastó un toque del ángel para descoyuntar su muslo, dejarlo cojo e impedir que siguiera luchando.
El relato nos dice que Jacob echó mano de las promesas de Dios, reconociendo su propia indignidad y la fidelidad divina; pero no se dio cuenta que la causa principal de sus dificultades era él mismo. Necesitaba ser liberado del espíritu egoísta y carnal antes de volver a entrar a la tierra prometida. Cansado, se arrojó a los brazos de Dios, pidiendo solamente su bendición. Cambió sus armas por la rendición y la confianza y aceptó de buena gana dejar de ser un Jacob suplantador para convertirse en Israel un luchador.
Caros amigos, a veces el Señor toma años, tratando de decirnos algo sin lograr que le prestemos atención. Y de manera consciente o no, seguimos luchando contra él, en vez de rendirnos y aliarnos con él, ponernos en pie de lucha y alinearnos a su lado para juntos enfrentar los enemigos de nuestras almas.
El relato termina diciendo que el ángel no pudo con Jacob. Por supuesto que, pudo haberlo destruido con el poder de su palabra, pero, la intención del encuentro era mostrarle lo arduo, cansador y fatuo que había sido la constante lucha contra Dios buscando obtener beneficios con sus propios medios.
Dios estaba diciéndole al patriarca: Toda la vida has estado luchando contra mí, sin darte cuenta de que siempre he estado de tu lado. Muchas veces, estamos tan desesperados por alcanzar la bendición de Dios para nuestros planes y proyectos que echamos mano de todo lo que tenemos por delante.
Creemos que todo dependerá única y exclusivamente de nuestro esfuerzo, sin importar los medios que usemos para lograrlo. Pero, cuánto más fácil hubieran sido las cosas si hubiéramos aprendido a unir nuestro trabajo al brazo fuerte de Dios.
¿Cuándo dejarás de luchar contra Dios? No trabajamos para Dios, trabajamos con Dios. No pretendamos hacer las cosas solos, descansemos en Dios y veremos mejores resultados.
¡Siempre habrá un Peniel, un lugar de encuentro, de lucha y rendición!
Abrazos en Cristo.
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. Génesis 32,24 Este es un pasaje extraño. Es difícil imaginar a Dios luchando cuerpo a cuerpo con alguien. Para comprender mejor, recordemos la historia de nuestro personaje: Jacob. Fue un hombre que no dudó en usar cuanto artilugio pudiera […]
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba”. Génesis 32,24
Este es un pasaje extraño. Es difícil imaginar a Dios luchando cuerpo a cuerpo con alguien. Para comprender mejor, recordemos la historia de nuestro personaje: Jacob.
Fue un hombre que no dudó en usar cuanto artilugio pudiera para alcanzar la bendición que Dios había prometido. Hizo trampa, mintió, engañó y también fue engañado, hizo una gran fortuna, pero se labró muchos enemigos, incluyendo a su propio hermano. No era una figura muy inspiradora.
Después de pasar veinte años en casa de Labán, Jacob se dio cuenta de que era tiempo de salir de vuelta a la tierra de su padre, aunque primero tuviera que arreglar el asunto de enemistad con su hermano Esaú.
La lucha con el ángel es una forma gráfica en la que Dios pretende mostrar al patriarca lo que había sido su vida hasta ahora: ¡Una lucha sin fin por apropiarse de la bendición de Dios! Aquí, se aprecia la vida de Jacob: Autosuficiente, astuto, mañoso, engañador; pero ahora, de nada le servían sus armas carnales. Bastó un toque del ángel para descoyuntar su muslo, dejarlo cojo e impedir que siguiera luchando.
El relato nos dice que Jacob echó mano de las promesas de Dios, reconociendo su propia indignidad y la fidelidad divina; pero no se dio cuenta que la causa principal de sus dificultades era él mismo. Necesitaba ser liberado del espíritu egoísta y carnal antes de volver a entrar a la tierra prometida. Cansado, se arrojó a los brazos de Dios, pidiendo solamente su bendición. Cambió sus armas por la rendición y la confianza y aceptó de buena gana dejar de ser un Jacob suplantador para convertirse en Israel un luchador.
Caros amigos, a veces el Señor toma años, tratando de decirnos algo sin lograr que le prestemos atención. Y de manera consciente o no, seguimos luchando contra él, en vez de rendirnos y aliarnos con él, ponernos en pie de lucha y alinearnos a su lado para juntos enfrentar los enemigos de nuestras almas.
El relato termina diciendo que el ángel no pudo con Jacob. Por supuesto que, pudo haberlo destruido con el poder de su palabra, pero, la intención del encuentro era mostrarle lo arduo, cansador y fatuo que había sido la constante lucha contra Dios buscando obtener beneficios con sus propios medios.
Dios estaba diciéndole al patriarca: Toda la vida has estado luchando contra mí, sin darte cuenta de que siempre he estado de tu lado. Muchas veces, estamos tan desesperados por alcanzar la bendición de Dios para nuestros planes y proyectos que echamos mano de todo lo que tenemos por delante.
Creemos que todo dependerá única y exclusivamente de nuestro esfuerzo, sin importar los medios que usemos para lograrlo. Pero, cuánto más fácil hubieran sido las cosas si hubiéramos aprendido a unir nuestro trabajo al brazo fuerte de Dios.
¿Cuándo dejarás de luchar contra Dios? No trabajamos para Dios, trabajamos con Dios. No pretendamos hacer las cosas solos, descansemos en Dios y veremos mejores resultados.
¡Siempre habrá un Peniel, un lugar de encuentro, de lucha y rendición!
Abrazos en Cristo.