Por: Julio Oñate Martínez Desde el punto de vista tecnológico el tal Blackberry es, sin dudas, una maravilla puesto que el usuario simultáneamente puede tomar fotos, grabar videos, chatear con los que lo posean, tener acceso a internet, desde puntos wi–fi (redes de conexión inalámbrica) escuchar estaciones de radio, archivar grandes cantidades de temas musicales, […]
Por: Julio Oñate Martínez
Desde el punto de vista tecnológico el tal Blackberry es, sin dudas, una maravilla puesto que el usuario simultáneamente puede tomar fotos, grabar videos, chatear con los que lo posean, tener acceso a internet, desde puntos wi–fi (redes de conexión inalámbrica) escuchar estaciones de radio, archivar grandes cantidades de temas musicales, realizar llamadas telefónicas activadas por marcación vocal, trae carta geográfica del mundo, agenda, calculadora, calendario, sistema de alarma y posee una tecla para cada letra del abecedario, a diferencia de los teléfonos convencionales que cubren tres o cuatro letras por tecla y se adapta automáticamente a la hora y fecha de cualquier país donde uno se encuentre.
Con semejantes características tan notables es apenas lógico que este minúsculo cerebro electrónico haya entrado, como lo ha hecho, masivamente en el mercado de consumo.
Pero como casi siempre ocurre ante tanta belleza, nunca falta otra pata que le nazca al cojo y hoy por hoy las personas adultas y todavía cuerdas vemos con horros los peligros que surgen de este micro paparazzi artefacto que ya hace estragos en la juventud mundial, al punto de que ya hay en China clínicas de rehabilitación para jóvenes adictos al Blackberry.
Esta panelita acabo con el diálogo entre los jóvenes a quienes hoy vemos en grupos a veces numerosos chateando uno frente al otro sin mascullar una sola sílaba en largas horas de ejercicio ignorando qué acontece alrededor, pues solo les interesa los mensajes que van en una y otra dirección.
Hoy en día en cualquier residencia donde haya Blackberry se pueden ver los computadores archivados porque los muchachos han dejado de usarlos.
Nuestro idioma esta en riesgo de perder parte de su esplendor por el aumento en la comunidad chateadora de ciertos códigos empleados para resumir las palabras y así ganar espacio en la pantalla del aparato por ejemplo el cálido “Te quiero mucho” ha quedado reducido a T.Q.M.
Actualmente no son los gorreros ni los latosos los culpables en acabar una parranda, me confiesa Andrés Alfonso, el hijo de Zuleta que ahora es el Blackberry, pues son varias las ocasiones en que se malogra una reunión por la poca atención que se le presta a los músicos de turno al estar todos inmersos en los mares del chateo y así cantante y acordeonero ofendidos, se largan ojalá y no les hayan cancelado el toque.
No obstante su inofensiva apariencia, este imprudente aparatejo está acabando la privacidad de las personas, mi buen amigo Fernando Gómez quien con su núcleo familiar está en la onda blackeberriana donde todos los miembros se enteran de los mensajes que salen y entran se llevó tremendo susto al tropezar uno enviado por su hijo mayor que rezaba: El B.B será la felicidad de este hogar, al increpar al muchacho sobre quien era la embarazada, este le explicó que era la manera como los jóvenes se refieren al Blackberry.
Existe además el riesgo de que alguien al pillarnos en alguna acción licenciosa, perversamente le envié una foto a la novia o esposa como ha venido ocurriendo, con el consecuente espaturramieto sentimental que esto implica. Es por eso que las señoras de los adultos que usan el B.B. ahora están felices en su condición de tesoreras permanentes, pues ninguno se atreve a hacer una consignación en un banco diferente al local por el temor a un furtivo lamparazo que nos lleve irremediablemente al patíbulo.
Lástima que el espacio sea tan corto, porque aquí si hay tela pa’ cortar.
Por: Julio Oñate Martínez Desde el punto de vista tecnológico el tal Blackberry es, sin dudas, una maravilla puesto que el usuario simultáneamente puede tomar fotos, grabar videos, chatear con los que lo posean, tener acceso a internet, desde puntos wi–fi (redes de conexión inalámbrica) escuchar estaciones de radio, archivar grandes cantidades de temas musicales, […]
Por: Julio Oñate Martínez
Desde el punto de vista tecnológico el tal Blackberry es, sin dudas, una maravilla puesto que el usuario simultáneamente puede tomar fotos, grabar videos, chatear con los que lo posean, tener acceso a internet, desde puntos wi–fi (redes de conexión inalámbrica) escuchar estaciones de radio, archivar grandes cantidades de temas musicales, realizar llamadas telefónicas activadas por marcación vocal, trae carta geográfica del mundo, agenda, calculadora, calendario, sistema de alarma y posee una tecla para cada letra del abecedario, a diferencia de los teléfonos convencionales que cubren tres o cuatro letras por tecla y se adapta automáticamente a la hora y fecha de cualquier país donde uno se encuentre.
Con semejantes características tan notables es apenas lógico que este minúsculo cerebro electrónico haya entrado, como lo ha hecho, masivamente en el mercado de consumo.
Pero como casi siempre ocurre ante tanta belleza, nunca falta otra pata que le nazca al cojo y hoy por hoy las personas adultas y todavía cuerdas vemos con horros los peligros que surgen de este micro paparazzi artefacto que ya hace estragos en la juventud mundial, al punto de que ya hay en China clínicas de rehabilitación para jóvenes adictos al Blackberry.
Esta panelita acabo con el diálogo entre los jóvenes a quienes hoy vemos en grupos a veces numerosos chateando uno frente al otro sin mascullar una sola sílaba en largas horas de ejercicio ignorando qué acontece alrededor, pues solo les interesa los mensajes que van en una y otra dirección.
Hoy en día en cualquier residencia donde haya Blackberry se pueden ver los computadores archivados porque los muchachos han dejado de usarlos.
Nuestro idioma esta en riesgo de perder parte de su esplendor por el aumento en la comunidad chateadora de ciertos códigos empleados para resumir las palabras y así ganar espacio en la pantalla del aparato por ejemplo el cálido “Te quiero mucho” ha quedado reducido a T.Q.M.
Actualmente no son los gorreros ni los latosos los culpables en acabar una parranda, me confiesa Andrés Alfonso, el hijo de Zuleta que ahora es el Blackberry, pues son varias las ocasiones en que se malogra una reunión por la poca atención que se le presta a los músicos de turno al estar todos inmersos en los mares del chateo y así cantante y acordeonero ofendidos, se largan ojalá y no les hayan cancelado el toque.
No obstante su inofensiva apariencia, este imprudente aparatejo está acabando la privacidad de las personas, mi buen amigo Fernando Gómez quien con su núcleo familiar está en la onda blackeberriana donde todos los miembros se enteran de los mensajes que salen y entran se llevó tremendo susto al tropezar uno enviado por su hijo mayor que rezaba: El B.B será la felicidad de este hogar, al increpar al muchacho sobre quien era la embarazada, este le explicó que era la manera como los jóvenes se refieren al Blackberry.
Existe además el riesgo de que alguien al pillarnos en alguna acción licenciosa, perversamente le envié una foto a la novia o esposa como ha venido ocurriendo, con el consecuente espaturramieto sentimental que esto implica. Es por eso que las señoras de los adultos que usan el B.B. ahora están felices en su condición de tesoreras permanentes, pues ninguno se atreve a hacer una consignación en un banco diferente al local por el temor a un furtivo lamparazo que nos lleve irremediablemente al patíbulo.
Lástima que el espacio sea tan corto, porque aquí si hay tela pa’ cortar.