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Los mensajes y la ética del lenguaje

La decencia del lenguaje es fuente luminosa con alto poder de incidencia en la diversidad del comportamiento humano.

Columnistas José Atuesta Mindiola.

Columnistas José Atuesta Mindiola.

Por: José

@el_pilon

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Los mensajes que recibimos con dignidad y respeto nos invitan a darle gracias a Dios por la vida y a vivir con optimismo para que nunca nos falte un sueño por realizar, algo por aprender y un lugar para encontrar los caminos de esperanza y prosperidad; pero cuando los mensajes están tejidos de sombra y de soberbia se convierten en apología del odio y el pesimismo.

La decencia del lenguaje es fuente luminosa con alto poder de incidencia en la diversidad del comportamiento humano. La palabra respetuosa es una ventana abierta a las brisas sonoras de la convivencia; pero la palabra ofensiva es una daga al desafío, y si no se tiene el don de la paciencia, la respuesta será con agresividad.

La convivencia comienza con la ética del lenguaje. El profesor francés Michel Lacroix clasifica las palabras en dos categorías: tóxicas y benevolentes. Las palabras tóxicas son las ofensivas, burlescas, las que hieren con mordacidad, y el que está herido espera la oportunidad de convertirse en verdugo y busca a alguien para lanzar sus ataques verbales. En cambio, las palabras benevolentes son respetuosas, edificantes y suscitan la armonía en las relaciones humanas.

El profesor Michel Lacroix establece estas reglas de la ética del lenguaje: “Mi palabra debe ser cordial: debo saludar, despedirme, dar las gracias. Mi palabra debe ser amable y no debo no debo ridiculizar a nadie. Mi palabra debe ser positiva y tolerante: debo exponer mi punto de vista de manera no violenta y escuchar las opiniones distintas a la mía; la buena voluntad de discutir y escuchar es el fundamento de la democracia. Mi palabra debe ser guardiana del mundo: debo mostrar admiración por los que me rodean, el mundo natural y el social. Mi palabra debe ser responsable: debo hablar bien mi lengua materna, emplear la palabra precisa, respetar la gramática y la pronunciación. Mi palabra debe ser verdadera, evitar la mentira, los eufemismos hipócritas y las exageraciones injustas”.

Estas reglas deben ser un manual para todos los ciudadanos de Colombia, y en especial para los funcionarios de las diferentes instituciones oficiales y privadas del país. Quien practica la ética del lenguaje tiene la posibilidad de convertirse en agente asertivo de la convivencia ciudadana, y por ende, también será garantía para que los funcionarios cumplan con responsabilidad sus deberes. El liderazgo y la ética del lenguaje en un administrador, inspiran confianza en su equipo de trabajo y en la opinión pública.

Termino con dos reflexiones del Libertador Simón Bolívar, tomadas del libro ‘El pensamiento literario del Libertador’ del profesor Miguel Altamar: 1. “Nada es tan peligroso como dejar a un ciudadano permanecer largo tiempo en el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlos; de donde se origina la usurpación y la tiranía”. 2. “La corrupción de los pueblos nace de la indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos”.

Por José Atuesta Mindiola

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