Por: Librada Nieto de Torres Jorge Luis Borges manifestaba: “No soy maestro de nadie, soy discípulo de todos”. Este pensamiento lo retomo porque los docentes somos conscientes que el estudiante desarrolla su proceso de aprendizaje con nuestra orientación y que nosotros también somos aprendices porque convertimos cada encuentro académico en un espacio de renovación de […]
Por: Librada Nieto de Torres
Jorge Luis Borges manifestaba: “No soy maestro de nadie, soy discípulo de todos”. Este pensamiento lo retomo porque los docentes somos conscientes que el estudiante desarrolla su proceso de aprendizaje con nuestra orientación y que nosotros también somos aprendices porque convertimos cada encuentro académico en un espacio de renovación de valores, de conocimientos, fomentando el diálogo, el liderazgo la humanización, la automotivación, comprometidos con esta digna profesión que nos exige actualizarnos permanentemente, siendo metódicos, comprensivos, productivos, excelentes, optimistas y novedosos con objetivos y metas claramente definidas.
Como docentes tenemos fe en nosotros mismos y en los educandos, por ello estimulamos el éxito, el liderazgo, la aptitud de cambio y la inteligencia emocional para aplicar la ley de la potencialidad porque cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros, de igual manera que cuando cosechamos lo que sembramos, que es el fruto de la alegría, de la convivencia y del éxito.
Los docentes vivimos automotivados porque estamos seguros del profesionalismo que nos caracteriza para enriquecer nuestra vida con los motivos de los demás, debido a que damos mucho más de lo que esperan de nosotros porque somos el arquitecto de nuestra vida y la de los estudiantes; además de ser convincentes porque inspiramos seguridad, prudencia, lealtad y ética que ayudan a que el entusiasmo en los estudiantes sea el signo universal para que ellos puedan participar y ser felices.
En cuanto los cambios en el contexto social, comprobamos que educar en la sociedad globalizada supone no sólo transferir conocimientos, sino también formar personas preparándolas para buscar y seleccionar la información pertinente entre las innumerables opciones posibles, distinguiendo críticamente la información válida de la que no lo es, realizando de esta manera una síntesis personal de lo investigado, y saber en qué contextos tiene aplicación; por ello hay que apuntar más a las estrategias de aprendizaje que a la incorporación mecánica de conocimientos.
Los elementos que todos los educadores poseemos son: amor, comprensión, perdón amistad, cooperación para poder educar, estimular, progresar frente a los desafíos y retos con un rumbo definido frente a metas productivas que permitan a los estudiantes la autoevaluación, la coevaluación, la heteroevaluación, con optimismo y energía positiva, brindándoles de esta manera un trato excelente, escuchándolos con interés, respetando sus inquietudes, teniendo presente que sólo hay un tipo de personas que nunca se equivocan: son aquellas que nunca emprenden nada; por ello a los estudiantes se les tienen en cuenta sus debilidades y fortalezas con un clima de confianza que les permita expresarse sin temor, fijándose más en lo positivo de sus aportes que en lo negativo, permitiendo que él mismo encuentre sus errores.
La labor de los docentes favorece el desarrollo del pensamiento crítico, la autonomía y creatividad de los educandos en un ambiente placentero, porque no poder opinar implica inhibir la posibilidad de formular cuestionamientos tan necesarios para el conocimiento científico como para la participación social. La labor educativa es profunda, es esencialmente comunicacional. La relación pedagógica se fundamenta en la forma como docentes y estudiantes se comunican, interactúan, construyen y reconstruyen en una interlocución constante, por eso se dice que una sociedad sin valores y sin conocimientos, es una sociedad sin futuro.
El poder mágico de la palabra que estimula el trabajo docente es el amor a esta profesión, propiciando el goce de la lectura para crear un deseo constante por el conocimiento, llevándola a cabo con alegría, entusiasmo, creatividad, automotivación, autoconfianza; teniendo presente que cada uno de nosotros es al mismo tiempo profesor y aprendiz, por ello, nuestros mejores logros se producen cuando nos enseñamos a nosotros mismos lo que nos conviene aprender porque cuanto más a menudo veamos lo bueno en nosotros mismos, más fácilmente veremos lo bueno en los demás.
Bertrand Rusell manifestaba: “Una sociedad en la que reina la justicia, no es más que el resultado de la unión de muchos educadores buenos”. Así somos y seguiremos siendo todos los educadores, porque laboramos de manera colaborativa en pro de nuestros estudiantes.
¡Felicitaciones y bendiciones a todos los docentes en nuestro día! ¡Adelante!
Por: Librada Nieto de Torres Jorge Luis Borges manifestaba: “No soy maestro de nadie, soy discípulo de todos”. Este pensamiento lo retomo porque los docentes somos conscientes que el estudiante desarrolla su proceso de aprendizaje con nuestra orientación y que nosotros también somos aprendices porque convertimos cada encuentro académico en un espacio de renovación de […]
Por: Librada Nieto de Torres
Jorge Luis Borges manifestaba: “No soy maestro de nadie, soy discípulo de todos”. Este pensamiento lo retomo porque los docentes somos conscientes que el estudiante desarrolla su proceso de aprendizaje con nuestra orientación y que nosotros también somos aprendices porque convertimos cada encuentro académico en un espacio de renovación de valores, de conocimientos, fomentando el diálogo, el liderazgo la humanización, la automotivación, comprometidos con esta digna profesión que nos exige actualizarnos permanentemente, siendo metódicos, comprensivos, productivos, excelentes, optimistas y novedosos con objetivos y metas claramente definidas.
Como docentes tenemos fe en nosotros mismos y en los educandos, por ello estimulamos el éxito, el liderazgo, la aptitud de cambio y la inteligencia emocional para aplicar la ley de la potencialidad porque cada acción genera una fuerza de energía que regresa a nosotros, de igual manera que cuando cosechamos lo que sembramos, que es el fruto de la alegría, de la convivencia y del éxito.
Los docentes vivimos automotivados porque estamos seguros del profesionalismo que nos caracteriza para enriquecer nuestra vida con los motivos de los demás, debido a que damos mucho más de lo que esperan de nosotros porque somos el arquitecto de nuestra vida y la de los estudiantes; además de ser convincentes porque inspiramos seguridad, prudencia, lealtad y ética que ayudan a que el entusiasmo en los estudiantes sea el signo universal para que ellos puedan participar y ser felices.
En cuanto los cambios en el contexto social, comprobamos que educar en la sociedad globalizada supone no sólo transferir conocimientos, sino también formar personas preparándolas para buscar y seleccionar la información pertinente entre las innumerables opciones posibles, distinguiendo críticamente la información válida de la que no lo es, realizando de esta manera una síntesis personal de lo investigado, y saber en qué contextos tiene aplicación; por ello hay que apuntar más a las estrategias de aprendizaje que a la incorporación mecánica de conocimientos.
Los elementos que todos los educadores poseemos son: amor, comprensión, perdón amistad, cooperación para poder educar, estimular, progresar frente a los desafíos y retos con un rumbo definido frente a metas productivas que permitan a los estudiantes la autoevaluación, la coevaluación, la heteroevaluación, con optimismo y energía positiva, brindándoles de esta manera un trato excelente, escuchándolos con interés, respetando sus inquietudes, teniendo presente que sólo hay un tipo de personas que nunca se equivocan: son aquellas que nunca emprenden nada; por ello a los estudiantes se les tienen en cuenta sus debilidades y fortalezas con un clima de confianza que les permita expresarse sin temor, fijándose más en lo positivo de sus aportes que en lo negativo, permitiendo que él mismo encuentre sus errores.
La labor de los docentes favorece el desarrollo del pensamiento crítico, la autonomía y creatividad de los educandos en un ambiente placentero, porque no poder opinar implica inhibir la posibilidad de formular cuestionamientos tan necesarios para el conocimiento científico como para la participación social. La labor educativa es profunda, es esencialmente comunicacional. La relación pedagógica se fundamenta en la forma como docentes y estudiantes se comunican, interactúan, construyen y reconstruyen en una interlocución constante, por eso se dice que una sociedad sin valores y sin conocimientos, es una sociedad sin futuro.
El poder mágico de la palabra que estimula el trabajo docente es el amor a esta profesión, propiciando el goce de la lectura para crear un deseo constante por el conocimiento, llevándola a cabo con alegría, entusiasmo, creatividad, automotivación, autoconfianza; teniendo presente que cada uno de nosotros es al mismo tiempo profesor y aprendiz, por ello, nuestros mejores logros se producen cuando nos enseñamos a nosotros mismos lo que nos conviene aprender porque cuanto más a menudo veamos lo bueno en nosotros mismos, más fácilmente veremos lo bueno en los demás.
Bertrand Rusell manifestaba: “Una sociedad en la que reina la justicia, no es más que el resultado de la unión de muchos educadores buenos”. Así somos y seguiremos siendo todos los educadores, porque laboramos de manera colaborativa en pro de nuestros estudiantes.
¡Felicitaciones y bendiciones a todos los docentes en nuestro día! ¡Adelante!