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Columnista - 14 octubre, 2020

Lo que nos llevará a la anarquía

Los colombianos atravesamos por una especie de encrucijada por parte de la clase política del país, cada quien tirando por su lado y en persecución de un ideal que se apuran por conquistar con mentiras, engaños y con alevosías. Pareciera que no importa la herramienta que se use para obtener beneficios propios y familiares en […]

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Los colombianos atravesamos por una especie de encrucijada por parte de la clase política del país, cada quien tirando por su lado y en persecución de un ideal que se apuran por conquistar con mentiras, engaños y con alevosías. Pareciera que no importa la herramienta que se use para obtener beneficios propios y familiares en detrimento de todos.  

Les cuento que a comienzos del 2016 yo estaba en pleno ejercicio en la “construcción” de mi Tesis Doctoral en Ciencia Política; recuerdo que confeccioné una entrevista estructurada de más de 15 preguntas que respondieron Álvaro Uribe, Carlos Holmes, Alfonso Araujo y un miembro del MOE.

El peso de sus repuestas fue claro y muy protuberante para el tamaño de mi investigación sobre la abstención electoral y comportamiento electoral en Colombia. Incluso, con mi tesis complementé un libro que escribí y acaba de ser editado por la Universidad Popular del Cesar, denominado: “La abstención como manifestación de democracia”, pronto haré el lanzamiento.

Al recordar varias lecturas de nuestra historia política en el país, veo que solo han cambiado nombres y fechas (muchos apellidos se repiten). Ya sabemos de dónde vienen Paloma Valencia, Alfonso López Michelsen, Carlos Lleras, los Galán, los Gómez, los Santos y regionalmente también son los mismos. Todos ustedes saben a quienes me refiero.

Lo atípico de todo esto es que voy a terminar hablando de lo mismo que hablan ellos: de Uribe, de Duque y del ‘castrochavismo’.

Mencioné las entrevistas para hacer referencia de lo que pasa en Colombia como una continuidad de odios, resquemores, persecuciones, anarquías y colores políticos. Ya sabemos que los bisabuelos y abuelos de quienes hoy son congresistas, ministros, embajadores y presidentes de Colombia, se reunieron (1958) y crearon de manera verdulera el Frente Nacional para alternarse, cada cuatro años, el poder liberal y conservador. El cambio es solo de caras, los apellidos siguen iguales y la corrupción galopante, sigue la exclusión.

No sorprende que hoy el eterno senador Efraín Cepeda defienda las políticas neoliberales, mientras que Roy Barreras y María del Rosario Guerra se dan “pataditas” frente a la unión de los partidos.  

Incluso, todos sabemos por qué asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán y le “robaron” las elecciones al general Gustavo Rojas Pinilla, para dar como ganador a Misael Pastrana Borrero.

El país está peor que aquella época reciente, cuando desde Palacio de Nariño se comunicaban con Tirofijo para fijar posiciones políticas y administrativas.  

En Colombia hay dos aguas: una que dominan unos conglomerados en donde se cocinan los verdes, los humanos, a veces los liberales, otras veces los conservadores y la otra parte que traza Álvaro Uribe.

Los dos grandes conglomerados tienen algo en común: practican el ‘castrochavismo’, a su manera. De un lado, Uribe y su recua satanizan a la JEP y del otro Iván Cepeda atiza el fuego. Uribe y Cepeda tienen algo en común: sus padres fueron asesinados por fuerzas contrarias.  

Unos quieren acabar con la JEP para que no se sepan verdades y otros quieren que se mantenga para lograr establecer vínculos. Pero el gobierno plantea su disposición hacía un sector político en busca del poder omnímodo.

No queremos ver a un Uribe vociferando y tratando con el bajo mundo de las cárceles ni despotricando contra otros porque no lo siguen. Pero tampoco queremos ver a quienes también mancillan honores.

Aquí lo que tenemos son dos sectores que tratan de imponer criterios. Que Uribe y la alternativa no pretenda la anarquía, es lo que deseamos los colombianos. Hasta la próxima semana. 

Columnista
14 octubre, 2020

Lo que nos llevará a la anarquía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Los colombianos atravesamos por una especie de encrucijada por parte de la clase política del país, cada quien tirando por su lado y en persecución de un ideal que se apuran por conquistar con mentiras, engaños y con alevosías. Pareciera que no importa la herramienta que se use para obtener beneficios propios y familiares en […]


Los colombianos atravesamos por una especie de encrucijada por parte de la clase política del país, cada quien tirando por su lado y en persecución de un ideal que se apuran por conquistar con mentiras, engaños y con alevosías. Pareciera que no importa la herramienta que se use para obtener beneficios propios y familiares en detrimento de todos.  

Les cuento que a comienzos del 2016 yo estaba en pleno ejercicio en la “construcción” de mi Tesis Doctoral en Ciencia Política; recuerdo que confeccioné una entrevista estructurada de más de 15 preguntas que respondieron Álvaro Uribe, Carlos Holmes, Alfonso Araujo y un miembro del MOE.

El peso de sus repuestas fue claro y muy protuberante para el tamaño de mi investigación sobre la abstención electoral y comportamiento electoral en Colombia. Incluso, con mi tesis complementé un libro que escribí y acaba de ser editado por la Universidad Popular del Cesar, denominado: “La abstención como manifestación de democracia”, pronto haré el lanzamiento.

Al recordar varias lecturas de nuestra historia política en el país, veo que solo han cambiado nombres y fechas (muchos apellidos se repiten). Ya sabemos de dónde vienen Paloma Valencia, Alfonso López Michelsen, Carlos Lleras, los Galán, los Gómez, los Santos y regionalmente también son los mismos. Todos ustedes saben a quienes me refiero.

Lo atípico de todo esto es que voy a terminar hablando de lo mismo que hablan ellos: de Uribe, de Duque y del ‘castrochavismo’.

Mencioné las entrevistas para hacer referencia de lo que pasa en Colombia como una continuidad de odios, resquemores, persecuciones, anarquías y colores políticos. Ya sabemos que los bisabuelos y abuelos de quienes hoy son congresistas, ministros, embajadores y presidentes de Colombia, se reunieron (1958) y crearon de manera verdulera el Frente Nacional para alternarse, cada cuatro años, el poder liberal y conservador. El cambio es solo de caras, los apellidos siguen iguales y la corrupción galopante, sigue la exclusión.

No sorprende que hoy el eterno senador Efraín Cepeda defienda las políticas neoliberales, mientras que Roy Barreras y María del Rosario Guerra se dan “pataditas” frente a la unión de los partidos.  

Incluso, todos sabemos por qué asesinaron a Jorge Eliecer Gaitán y le “robaron” las elecciones al general Gustavo Rojas Pinilla, para dar como ganador a Misael Pastrana Borrero.

El país está peor que aquella época reciente, cuando desde Palacio de Nariño se comunicaban con Tirofijo para fijar posiciones políticas y administrativas.  

En Colombia hay dos aguas: una que dominan unos conglomerados en donde se cocinan los verdes, los humanos, a veces los liberales, otras veces los conservadores y la otra parte que traza Álvaro Uribe.

Los dos grandes conglomerados tienen algo en común: practican el ‘castrochavismo’, a su manera. De un lado, Uribe y su recua satanizan a la JEP y del otro Iván Cepeda atiza el fuego. Uribe y Cepeda tienen algo en común: sus padres fueron asesinados por fuerzas contrarias.  

Unos quieren acabar con la JEP para que no se sepan verdades y otros quieren que se mantenga para lograr establecer vínculos. Pero el gobierno plantea su disposición hacía un sector político en busca del poder omnímodo.

No queremos ver a un Uribe vociferando y tratando con el bajo mundo de las cárceles ni despotricando contra otros porque no lo siguen. Pero tampoco queremos ver a quienes también mancillan honores.

Aquí lo que tenemos son dos sectores que tratan de imponer criterios. Que Uribe y la alternativa no pretenda la anarquía, es lo que deseamos los colombianos. Hasta la próxima semana.