El sexto panel de opinión 2014 de la prestigiosa organización investigadora de consulta ‘Cifras y Conceptos’, encargada de medir las percepciones de los líderes de opinión de todo el país en relación con sus gobernantes y otros sectores, muestra que el Gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, ocupa el primer lugar a nivel nacional respecto […]
El sexto panel de opinión 2014 de la prestigiosa organización investigadora de consulta ‘Cifras y Conceptos’, encargada de medir las percepciones de los líderes de opinión de todo el país en relación con sus gobernantes y otros sectores, muestra que el Gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, ocupa el primer lugar a nivel nacional respecto al reconocimiento de su gestión por parte de la ciudadanía con un 61 por ciento.
Esta medición positiva ha sido una constante en el comportamiento del joven mandatario, alcanzando, inclusive, en otras mediciones guarismo superior. En efecto, otros sondeos realizados mensualmente por empresas especializadas destacan un posicionamiento privilegiado de un mandatario que brilla pese a los que pudieren ser temerarios intentos por opacar su labor.
Sin encarnar la pasión que requiere cualquier líder, el modelo pragmático de Monsalvo, aglutina a su alrededor y al de su equipo de trabajo
el efecto de quienes se sienten con jefe y empiezan a actuar en consonancia.
Monsalvo pareciera estar usando su parcela de poder no precisamente para preparar su propio ascenso, sino para sembrar obras y realizaciones que por su dimensión marcan estratégico sello de eficacia en los gobernados que terminan reconociéndole su labor en los resultados de las encuestas.
A punto de completar el 75 por ciento del mandato, me parece que Monsalvo ha liderado un proceso verdaderamente revolucionario en el departamento, utilizando un estilo sobrio y escaso de protagonismo. Por el contrario, la gran virtud de este gobernante es que habla poco y hace lo suficiente. Impecable es su capacidad de gestión en cuanto tiene que ver con la infraestructura, la vivienda, la educación, la recreación y la salud, es además trabajador incansable y su desempeño no sería de equidad juzgarlo y ponderarlo al tamiz frío de una conclusión fruto de unas premisas enmarcadas en un silogismo distractor, irrazonable y destructor.
Sabido es que el sofisma, paralogismo o falacia es un argumento que parece concluir la verdad, pero que finalmente es erróneo. El sofisma puede presentar dos situaciones: la primera una verdad aparente y la segunda un error oculto, mismo este último derivado de un elemento desordenado del razonar que precipita y favorece una conclusión falsa a partir de la verdad.
Dentro del ejercicio adecuado del razonar, se puede identificar que las relaciones que se le determinan a Monsalvo Gnecco son del orden de un sofisma de concepto, específicamente de un sofisma de accidente que se da cuando se tiene por necesario lo que solo es accidental. Por el hecho de ser miembro de una familia reconocida en nuestra región, se le está imputando de forma natural-social, ciertas condiciones, desconociendo que como seres humanos la libertad y autonomía de nuestros actos; ese tipo de relaciones medievales donde la condición humana estaba predestinada por nuestros antepasados, ha sido revaluada por la condición racional que cada sujeto posee y que Monsalvo lo ha demostrado con creces en su ejercicio político y administrativo.
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El sexto panel de opinión 2014 de la prestigiosa organización investigadora de consulta ‘Cifras y Conceptos’, encargada de medir las percepciones de los líderes de opinión de todo el país en relación con sus gobernantes y otros sectores, muestra que el Gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, ocupa el primer lugar a nivel nacional respecto […]
El sexto panel de opinión 2014 de la prestigiosa organización investigadora de consulta ‘Cifras y Conceptos’, encargada de medir las percepciones de los líderes de opinión de todo el país en relación con sus gobernantes y otros sectores, muestra que el Gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, ocupa el primer lugar a nivel nacional respecto al reconocimiento de su gestión por parte de la ciudadanía con un 61 por ciento.
Esta medición positiva ha sido una constante en el comportamiento del joven mandatario, alcanzando, inclusive, en otras mediciones guarismo superior. En efecto, otros sondeos realizados mensualmente por empresas especializadas destacan un posicionamiento privilegiado de un mandatario que brilla pese a los que pudieren ser temerarios intentos por opacar su labor.
Sin encarnar la pasión que requiere cualquier líder, el modelo pragmático de Monsalvo, aglutina a su alrededor y al de su equipo de trabajo
el efecto de quienes se sienten con jefe y empiezan a actuar en consonancia.
Monsalvo pareciera estar usando su parcela de poder no precisamente para preparar su propio ascenso, sino para sembrar obras y realizaciones que por su dimensión marcan estratégico sello de eficacia en los gobernados que terminan reconociéndole su labor en los resultados de las encuestas.
A punto de completar el 75 por ciento del mandato, me parece que Monsalvo ha liderado un proceso verdaderamente revolucionario en el departamento, utilizando un estilo sobrio y escaso de protagonismo. Por el contrario, la gran virtud de este gobernante es que habla poco y hace lo suficiente. Impecable es su capacidad de gestión en cuanto tiene que ver con la infraestructura, la vivienda, la educación, la recreación y la salud, es además trabajador incansable y su desempeño no sería de equidad juzgarlo y ponderarlo al tamiz frío de una conclusión fruto de unas premisas enmarcadas en un silogismo distractor, irrazonable y destructor.
Sabido es que el sofisma, paralogismo o falacia es un argumento que parece concluir la verdad, pero que finalmente es erróneo. El sofisma puede presentar dos situaciones: la primera una verdad aparente y la segunda un error oculto, mismo este último derivado de un elemento desordenado del razonar que precipita y favorece una conclusión falsa a partir de la verdad.
Dentro del ejercicio adecuado del razonar, se puede identificar que las relaciones que se le determinan a Monsalvo Gnecco son del orden de un sofisma de concepto, específicamente de un sofisma de accidente que se da cuando se tiene por necesario lo que solo es accidental. Por el hecho de ser miembro de una familia reconocida en nuestra región, se le está imputando de forma natural-social, ciertas condiciones, desconociendo que como seres humanos la libertad y autonomía de nuestros actos; ese tipo de relaciones medievales donde la condición humana estaba predestinada por nuestros antepasados, ha sido revaluada por la condición racional que cada sujeto posee y que Monsalvo lo ha demostrado con creces en su ejercicio político y administrativo.
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