En una columna reciente expuse con detalles y pruebas, como muchos festivales vallenatos vienen pecando de excesivamente localistas, al premiar sin méritos a aquellos participantes nacidos en el pueblo donde se realiza el evento. Este es uno, pero no el único problema que azota y tiene en la cuerda floja a la mayoría de festivales […]
En una columna reciente expuse con detalles y pruebas, como muchos festivales vallenatos vienen pecando de excesivamente localistas, al premiar sin méritos a aquellos participantes nacidos en el pueblo donde se realiza el evento.
Este es uno, pero no el único problema que azota y tiene en la cuerda floja a la mayoría de festivales de música vallenata a lo largo y ancho del territorio nacional. Tal vez la principal dificultad que tienen los organizadores de los festivales vallenatos es encontrar personas para conformar un equipo del que se pueda escoger un jurado, que reúna especialmente tres condiciones: La primera que sea idóneo, la segunda que sea honesto y la tercera que sea ecuánime.
Estas tres cualidades en Colombia se ha vuelto difíciles encontrarlas juntas en una persona, la crisis de valores por la que atravesamos hace ya más de cincuenta años nos carcome hasta los tuétanos, nos vivimos quejando de la corrupción en los políticos, pero le ponemos precio al voto, recriminamos la paja del ojo ajeno sin atender la viga del nuestro.
Por ejemplo, si el concurso es de acordeoneros uno diría que lo ideal es que en el jurado se tuvieran por lo menos dos buenos acordeoneros, pero esto no es garantía de nada, porque en la mayoría de los casos es peor el remedio que la enfermedad, muchas veces esos acordeoneros califican pensando más en el amigo, en el rencor o la retaliación a algún participante, o incluso en la coima que le pueden dar, que verificando los criterios para un fallo justo.
En el caso contrario se decide poner de jurado a personalidades de cierta solvencia económica y moral del pueblo, entonces se inclinan por el compadrazgo, por el afecto, por el paisanaje etc. Ya en otra columna anterior dije que lo peor es poner de jurado a políticos y el colmo si es en épocas pre electorales.
Hay veces que la corrupción no está en el jurado sino en los organizadores, quienes maquinan y organizan todo para que los ganadores sean los que ellos ya tienen en sus ‘chanchullos’. En el peor de los casos se confabulan organizadores y jurados, armando todo un concierto para delinquir y poniendo de ganador al que ya está acordado, así sea el que peor toque.
Con todo este problema se ha puesto de moda en los conocedores de vallenato, que para averiguar quién fue el que tocó mejor en un festival, ya no preguntamos quién ganó, sino quién quedó de segundo.
Lo más grave de todo esto, es que la mayoría de los potenciales participantes ya no creen en los festivales, por eso son muy pocos los que se inscriben, y los que lo hacen, o tienen alguna oferta de negocio o pecan de ingenuos. Si no se le pone freno a esto urgente, los festivales corruptos se quedarán con tres o cuatro concursantes en cada categoría, por eso tal vez es que la gente ahora está más pendiente de cuáles son los artistas invitados para el baile de la noche, que quienes son los competidores en los concursos.
COLOFÓN: Con estas calamidades que están ocurriendo en los pueblos del Caribe colombiano por la ola invernal que nos azota, no he escuchado a ningún músico que proponga un concierto cuyas ganancias sean destinadas a las ayudas solidarias a esas miles de familias que han quedado desamparadas. Pero la mayoría recibe millones semanalmente por el apoyo de sus fanáticos, ¿dónde está la responsabilidad social del artista vallenato?
En una columna reciente expuse con detalles y pruebas, como muchos festivales vallenatos vienen pecando de excesivamente localistas, al premiar sin méritos a aquellos participantes nacidos en el pueblo donde se realiza el evento. Este es uno, pero no el único problema que azota y tiene en la cuerda floja a la mayoría de festivales […]
En una columna reciente expuse con detalles y pruebas, como muchos festivales vallenatos vienen pecando de excesivamente localistas, al premiar sin méritos a aquellos participantes nacidos en el pueblo donde se realiza el evento.
Este es uno, pero no el único problema que azota y tiene en la cuerda floja a la mayoría de festivales de música vallenata a lo largo y ancho del territorio nacional. Tal vez la principal dificultad que tienen los organizadores de los festivales vallenatos es encontrar personas para conformar un equipo del que se pueda escoger un jurado, que reúna especialmente tres condiciones: La primera que sea idóneo, la segunda que sea honesto y la tercera que sea ecuánime.
Estas tres cualidades en Colombia se ha vuelto difíciles encontrarlas juntas en una persona, la crisis de valores por la que atravesamos hace ya más de cincuenta años nos carcome hasta los tuétanos, nos vivimos quejando de la corrupción en los políticos, pero le ponemos precio al voto, recriminamos la paja del ojo ajeno sin atender la viga del nuestro.
Por ejemplo, si el concurso es de acordeoneros uno diría que lo ideal es que en el jurado se tuvieran por lo menos dos buenos acordeoneros, pero esto no es garantía de nada, porque en la mayoría de los casos es peor el remedio que la enfermedad, muchas veces esos acordeoneros califican pensando más en el amigo, en el rencor o la retaliación a algún participante, o incluso en la coima que le pueden dar, que verificando los criterios para un fallo justo.
En el caso contrario se decide poner de jurado a personalidades de cierta solvencia económica y moral del pueblo, entonces se inclinan por el compadrazgo, por el afecto, por el paisanaje etc. Ya en otra columna anterior dije que lo peor es poner de jurado a políticos y el colmo si es en épocas pre electorales.
Hay veces que la corrupción no está en el jurado sino en los organizadores, quienes maquinan y organizan todo para que los ganadores sean los que ellos ya tienen en sus ‘chanchullos’. En el peor de los casos se confabulan organizadores y jurados, armando todo un concierto para delinquir y poniendo de ganador al que ya está acordado, así sea el que peor toque.
Con todo este problema se ha puesto de moda en los conocedores de vallenato, que para averiguar quién fue el que tocó mejor en un festival, ya no preguntamos quién ganó, sino quién quedó de segundo.
Lo más grave de todo esto, es que la mayoría de los potenciales participantes ya no creen en los festivales, por eso son muy pocos los que se inscriben, y los que lo hacen, o tienen alguna oferta de negocio o pecan de ingenuos. Si no se le pone freno a esto urgente, los festivales corruptos se quedarán con tres o cuatro concursantes en cada categoría, por eso tal vez es que la gente ahora está más pendiente de cuáles son los artistas invitados para el baile de la noche, que quienes son los competidores en los concursos.
COLOFÓN: Con estas calamidades que están ocurriendo en los pueblos del Caribe colombiano por la ola invernal que nos azota, no he escuchado a ningún músico que proponga un concierto cuyas ganancias sean destinadas a las ayudas solidarias a esas miles de familias que han quedado desamparadas. Pero la mayoría recibe millones semanalmente por el apoyo de sus fanáticos, ¿dónde está la responsabilidad social del artista vallenato?