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Columnista - 17 marzo, 2016

De las efemérides y otros distractores

Recuerdo de niño la celebración que se hacía del día de las madres; bien temprano íbamos al colegio con una rosa roja en el bolsillo de la camisa blanca; discursaba el profesor (a), algún alumno y a veces un padre de familia; es una fecha que uno no podrá olvidar. Para esa época no recuerdo […]

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Recuerdo de niño la celebración que se hacía del día de las madres; bien temprano íbamos al colegio con una rosa roja en el bolsillo de la camisa blanca; discursaba el profesor (a), algún alumno y a veces un padre de familia; es una fecha que uno no podrá olvidar. Para esa época no recuerdo de otra efeméride de tipo personal o gremial o de género, excepto de la semana santa, el corpus cristi, jueves de la ascensión y de otras deidades patronales de algunos pueblos vecinos.

Cuando entré al Colegio Loperena ocurrió una matanza de estudiantes en la Plaza de la Macarena en Bogotá en el gobierno del general Rojas Pinilla; ahí supe que celebraban el día del estudiante por aquellos caídos en 1929 en el mandato de Abadías Méndez. Esta recordación era muy sentida y contestataria. Poco a poco me fui enterando de otras memorables celebraciones como el día de los trabajadores, en memoria de la sangre derramada por muchos de estos. Hoy celebramos muchas fechas: el día de la salud, el del padre, el de la enfermera, el del ambiente, el del agua, el del amor y la amistad y muchos más, a veces comerciales o distractores de la situación por la que pasan estos homenajeados, personales o elementos naturales. La semana pasada, el día ocho, se celebró el día de la mujer, fecha que no es gratuita: se necesitó que 146 mujeres en una fábrica textil en New York murieran calcinadas mientras protestaban por sus bajos salarios y malos tratos patronales. ¿Quién prendería la chispa? La ONU instituyó este día recordatorio pero de nada ha servido; a la mujer le siguen atropellado y vulnerando sus mínimos derechos como el de equidad de género y derecho al trabajo en igualdad de condiciones; el mundo occidental no ha superado la tradición oriental del menosprecio por la dignidad de la mujer, humillándola, asesinándola, abusándola, explotándola sexual y salarialmente, ante el silencio de la sociedad y del Estado.

Parece que quiénes han dominado este mundo, cuando se equivocan, tratan de resarcir sus errores con un día de recordación hipócrita. La suerte para la mujer sigue igual: violencia física contra ella, discriminación laboral e institucional; 1.200 feminicidios anuales en Colombia, casi siempre asesinada por su cónyuge; en la india mueren dos millones de mujeres al año fruto del machismo hindú; los talismanes pakistaníes destruyen las escuelas porque impartir educación a la mujer va contra el islamismo. ¿Será por eso que no forman mujeres sacerdotisas? ¿Será por eso que Cristo no tuvo mujeres en su apostolado? ¿Irá eso contra el cristianismo?

Entones, ¿de qué sirve dedicarle un día a la mujer, con grandes titulares de prensa, si el resto del año, en medio mundo es limitada y sometida al ultraje? Pese a que esta recordación no es buena ni mala de suyo, en realidad la mujer no necesita que le decreten un día para sacarla a almorzar, lo que requieren ellas es que les concedan su puesto en la sociedad, en todas las constituciones y credos, con todo el respeto y la admiración, sin asistencialismos jurídicos como el de las cuotas burocráticas.

Columnista
17 marzo, 2016

De las efemérides y otros distractores

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Recuerdo de niño la celebración que se hacía del día de las madres; bien temprano íbamos al colegio con una rosa roja en el bolsillo de la camisa blanca; discursaba el profesor (a), algún alumno y a veces un padre de familia; es una fecha que uno no podrá olvidar. Para esa época no recuerdo […]


Recuerdo de niño la celebración que se hacía del día de las madres; bien temprano íbamos al colegio con una rosa roja en el bolsillo de la camisa blanca; discursaba el profesor (a), algún alumno y a veces un padre de familia; es una fecha que uno no podrá olvidar. Para esa época no recuerdo de otra efeméride de tipo personal o gremial o de género, excepto de la semana santa, el corpus cristi, jueves de la ascensión y de otras deidades patronales de algunos pueblos vecinos.

Cuando entré al Colegio Loperena ocurrió una matanza de estudiantes en la Plaza de la Macarena en Bogotá en el gobierno del general Rojas Pinilla; ahí supe que celebraban el día del estudiante por aquellos caídos en 1929 en el mandato de Abadías Méndez. Esta recordación era muy sentida y contestataria. Poco a poco me fui enterando de otras memorables celebraciones como el día de los trabajadores, en memoria de la sangre derramada por muchos de estos. Hoy celebramos muchas fechas: el día de la salud, el del padre, el de la enfermera, el del ambiente, el del agua, el del amor y la amistad y muchos más, a veces comerciales o distractores de la situación por la que pasan estos homenajeados, personales o elementos naturales. La semana pasada, el día ocho, se celebró el día de la mujer, fecha que no es gratuita: se necesitó que 146 mujeres en una fábrica textil en New York murieran calcinadas mientras protestaban por sus bajos salarios y malos tratos patronales. ¿Quién prendería la chispa? La ONU instituyó este día recordatorio pero de nada ha servido; a la mujer le siguen atropellado y vulnerando sus mínimos derechos como el de equidad de género y derecho al trabajo en igualdad de condiciones; el mundo occidental no ha superado la tradición oriental del menosprecio por la dignidad de la mujer, humillándola, asesinándola, abusándola, explotándola sexual y salarialmente, ante el silencio de la sociedad y del Estado.

Parece que quiénes han dominado este mundo, cuando se equivocan, tratan de resarcir sus errores con un día de recordación hipócrita. La suerte para la mujer sigue igual: violencia física contra ella, discriminación laboral e institucional; 1.200 feminicidios anuales en Colombia, casi siempre asesinada por su cónyuge; en la india mueren dos millones de mujeres al año fruto del machismo hindú; los talismanes pakistaníes destruyen las escuelas porque impartir educación a la mujer va contra el islamismo. ¿Será por eso que no forman mujeres sacerdotisas? ¿Será por eso que Cristo no tuvo mujeres en su apostolado? ¿Irá eso contra el cristianismo?

Entones, ¿de qué sirve dedicarle un día a la mujer, con grandes titulares de prensa, si el resto del año, en medio mundo es limitada y sometida al ultraje? Pese a que esta recordación no es buena ni mala de suyo, en realidad la mujer no necesita que le decreten un día para sacarla a almorzar, lo que requieren ellas es que les concedan su puesto en la sociedad, en todas las constituciones y credos, con todo el respeto y la admiración, sin asistencialismos jurídicos como el de las cuotas burocráticas.