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Columnista - 19 noviembre, 2020

Lágrimas y lluvia

Hay pueblos que solo se conocen por sus tragedias,   algo lamentable ocurrido en  sus suelos. Unos por factores naturales como Armero, otros por referencias violentas como Chulavita en Boyacá, Mapiripán en Meta, Chengue, La Mejor Esquina, etc. Los hay por su personaje importante como Aracataca la tierra de Gabo, algunos departamentos completos como Chocó o […]

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Hay pueblos que solo se conocen por sus tragedias,   algo lamentable ocurrido en  sus suelos. Unos por factores naturales como Armero, otros por referencias violentas como Chulavita en Boyacá, Mapiripán en Meta, Chengue, La Mejor Esquina, etc.

Los hay por su personaje importante como Aracataca la tierra de Gabo, algunos departamentos completos como Chocó o La Guajira donde la pobreza, la corrupción, el abandono, son sinónimos de contrabando, ignorancia, sequias o inundaciones, pero siempre con resultados dolorosos y cíclicos.

Hoy es San Andrés y su isla hermana Providencia, Santa Catalina, un lugar que los colombianos no conocemos, quedan como recuerdos de geografía colombiana en el bachillerato. Hoy las islas por causa del huracán Iota, (que no es idiota) deja pérdidas  humanas y materiales, pero al mismo tiempo Chocó y La Guajira, siguen en las mismas.

Cuando tienen sed a los guajiros del norte, les llegan lluvias, crecen los arenosos arroyos y hacen intransitables los caminos por donde pueden llegar las ayudas. Mejor dicho “lágrimas y lluvias” como aquella canción de Juan Gabriel.

No terminamos la película de Trump vs Biden, cuando la Selección de futbol con dos derrotas seguidas y ya los pesimistas llaman la “Decepción Colombia”; ya Queiroz no sirve, y las camisetas amarillas están al precio más bajo de la historia. Pero siempre hay; algo nos espera para entretenernos, en Valledupar, por ejemplo el concierto virtual de Silvestre Dangond, olvida todo lo anterior el fin de semana.

Mientras el mundo sigue hablando de rebrotes en países más civilizados que el  nuestro, aquí parece que la vacuna es asunto olvidado, la gente anda tan tranquila, oronda, parrandera, la mayoría piensa que el bicho desapareció, algunos porque ya están recuperados y otros insisten en que es un juego de los gobiernos para que clínicas y camposantos tengan sus ganancias. Hay gente así, y por montones.

Es raro este noviembre, escuchar a los muchachos  salir a vacaciones sin salir de casa, muy raro los colegios abriendo matrículas y ambientes escolares para el año entrante, como si este realmente hubiera sido una año normal; cuando la verdad no fue más que un ensayo, donde maestros, padres, ni estudiantes estábamos preparados para nada, al final algunos intentos tecnológicos salvaron la cosa, con sus frías estadísticas y sus notas virtuales.

Es tanta la fe de nuestra gente, que arbolitos y luces navideñas, desde ya adornan casas y los almacenes  promocionan sus colores verdes y rojos y brillantes como si en realidad tuviéramos algo que celebrar. Es cierto que no podemos armar ovillos humanos de lamentaciones y angustias por todas partes, pero al menos tener en cuenta, que la amenaza continua en silencio, como las lamentables pérdidas diarias. Bueno que la Divina Providencia nos acompañe, que Providencia, San Andrés y Santa Catalina, sean territorios de sus santos nombres. Y entre  poderosos los Santos siguen de pelea, como en las mejores familias… La película nuestra nunca tiene fin.

Columnista
19 noviembre, 2020

Lágrimas y lluvia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Hay pueblos que solo se conocen por sus tragedias,   algo lamentable ocurrido en  sus suelos. Unos por factores naturales como Armero, otros por referencias violentas como Chulavita en Boyacá, Mapiripán en Meta, Chengue, La Mejor Esquina, etc. Los hay por su personaje importante como Aracataca la tierra de Gabo, algunos departamentos completos como Chocó o […]


Hay pueblos que solo se conocen por sus tragedias,   algo lamentable ocurrido en  sus suelos. Unos por factores naturales como Armero, otros por referencias violentas como Chulavita en Boyacá, Mapiripán en Meta, Chengue, La Mejor Esquina, etc.

Los hay por su personaje importante como Aracataca la tierra de Gabo, algunos departamentos completos como Chocó o La Guajira donde la pobreza, la corrupción, el abandono, son sinónimos de contrabando, ignorancia, sequias o inundaciones, pero siempre con resultados dolorosos y cíclicos.

Hoy es San Andrés y su isla hermana Providencia, Santa Catalina, un lugar que los colombianos no conocemos, quedan como recuerdos de geografía colombiana en el bachillerato. Hoy las islas por causa del huracán Iota, (que no es idiota) deja pérdidas  humanas y materiales, pero al mismo tiempo Chocó y La Guajira, siguen en las mismas.

Cuando tienen sed a los guajiros del norte, les llegan lluvias, crecen los arenosos arroyos y hacen intransitables los caminos por donde pueden llegar las ayudas. Mejor dicho “lágrimas y lluvias” como aquella canción de Juan Gabriel.

No terminamos la película de Trump vs Biden, cuando la Selección de futbol con dos derrotas seguidas y ya los pesimistas llaman la “Decepción Colombia”; ya Queiroz no sirve, y las camisetas amarillas están al precio más bajo de la historia. Pero siempre hay; algo nos espera para entretenernos, en Valledupar, por ejemplo el concierto virtual de Silvestre Dangond, olvida todo lo anterior el fin de semana.

Mientras el mundo sigue hablando de rebrotes en países más civilizados que el  nuestro, aquí parece que la vacuna es asunto olvidado, la gente anda tan tranquila, oronda, parrandera, la mayoría piensa que el bicho desapareció, algunos porque ya están recuperados y otros insisten en que es un juego de los gobiernos para que clínicas y camposantos tengan sus ganancias. Hay gente así, y por montones.

Es raro este noviembre, escuchar a los muchachos  salir a vacaciones sin salir de casa, muy raro los colegios abriendo matrículas y ambientes escolares para el año entrante, como si este realmente hubiera sido una año normal; cuando la verdad no fue más que un ensayo, donde maestros, padres, ni estudiantes estábamos preparados para nada, al final algunos intentos tecnológicos salvaron la cosa, con sus frías estadísticas y sus notas virtuales.

Es tanta la fe de nuestra gente, que arbolitos y luces navideñas, desde ya adornan casas y los almacenes  promocionan sus colores verdes y rojos y brillantes como si en realidad tuviéramos algo que celebrar. Es cierto que no podemos armar ovillos humanos de lamentaciones y angustias por todas partes, pero al menos tener en cuenta, que la amenaza continua en silencio, como las lamentables pérdidas diarias. Bueno que la Divina Providencia nos acompañe, que Providencia, San Andrés y Santa Catalina, sean territorios de sus santos nombres. Y entre  poderosos los Santos siguen de pelea, como en las mejores familias… La película nuestra nunca tiene fin.