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La República de Platón. La Alegoría de la Caverna. Libro VII

Habíamos diferido a Platón. Pero como viejo zorro, he aquí nuevamente.

La República de Platón. La Alegoría de la Caverna. Libro VII

La República de Platón. La Alegoría de la Caverna. Libro VII

Por: Rodrigo

@el_pilon

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Habíamos diferido a Platón. Pero como viejo zorro, he aquí nuevamente.

En el Libro VII de la República, presenta uno de los pasajes más célebres y profundos de su filosofía: la famosa Alegoría de la Caverna, que se encuentra en el interior del contexto de la teoría de las Ideas y del desarrollo de la conciencia, y representa una búsqueda simbólica de la condición humana y del proceso de elevación intelectual.

En la narración, describe un grupo de hombres dentro de una caverna, de la que nunca habían salido, encadenados en modo tal que sólo podían ver las sombras proyectadas sobre el muro delante de ellos, causadas por los objetos y personas al pasar delante del fuego que está detrás de los mismos. Para estos hombres, tales sombras constituían toda la verdad, porque eran incapaces de mirar más, por dentro y por fuera. Platón dice que si uno de ellos saliese de la caverna, inicialmente sería cegado y confundido por las luces del sol, pero con el tiempo vería verdaderamente el mundo real. Todas las apariencias son sombras, no realidades.

El acto de salir de la caverna representa un proceso de conocimiento racional de la verdad. La salida a la superficie simboliza la educación, el esfuerzo, el sacrificio, abandonar las falsas convicciones y enfrentar la difícil realidad. Las luces del sol representan la Forma del Bien, la máxima verdad y fuente de cada conocimiento y bondad.

Platón subraya también que, una vez conocida la verdad, el filósofo adquiere el deber de regresar a la caverna a ayudar a los demás a salir de ella, aun si eso comporta riesgos e incomprensiones. Tal conducta es un ejemplo de solidaridad intelectual y moral, porque el conocimiento auténtico impone la responsabilidad de compartir la verdad con la comunidad. Sin embargo, se corren peligros de todas clases, porque la ignorancia suele ser un poder muy atrevido y, a lo largo de la historia, ha causado daños y perjuicios a líderes liberales y a comunidades enteras.

La alegoría de la caverna evidencia, además, la distinción entre el mundo sensible, sujeto a ilusiones y a la ignorancia, y el mundo inteligible, accesible a través de la razón y la filosofía. La verdadera educación consiste en liberar el alma de las cadenas de la ignorancia, conduciéndola a la comprensión de las ideas y, en particular, a la comprensión de la Forma del Bien, que hoy día podemos identificar con el “bien común”.

En definitiva, el Libro VII de Platón convoca a la búsqueda de la verdad a través de la filosofía, y a la responsabilidad de guiar a otros en el conocimiento de ella. Es un potente mensaje sobre la naturaleza de la educación y sobre la naturaleza humana.

Hoy día recordamos a la Alegoría de la Caverna como una trágica situación de personas singulares o agrupadas en sectas, dirigidas por sus pares, hombres y mujeres ignorantes, de todas las edades, oscuros, sensibles, supersticiosos, intrascendentes, no del todo extinguidos, sin embargo. Pero también podemos distinguir otra subespecie de cavernarios: los que utilizan y se sirven de verdades a medias, de situaciones hostiles, ignorancias, sectarismos, separaciones partidarias, violencias, confrontaciones internas y mundiales, manipulaciones y controles, y de las consiguientes angustias de la humanidad, presentes y futuras, por cuenta de los poderes de todos los colores.

A estas dos modalidades de cavernas se suma una tercera, que la encontramos en el libro cumbre de Cervantes. Las tres simbolizan la misma realidad que ha mantenido al mundo cautivo de confusión e ignorancia, sobreponiéndose, no obstante, a la enseñanza de la verdad, y siempre será así mientras la mente humana permanezca distraída como la de aquellos cavernícolas y la de Don Quijote de la Mancha, ensombrecidas por variadas ficciones, en busca, sin embargo, de sometimientos y obediencias, y no se reemplace por la luz de la verdad en aquellas y el conocimiento racional de Sancho Panza, lo que tal vez no se logre nunca, porque la multitud de la caverna es más proclive a las fantasías que a la reflexión de la razón.

Por: Rodrigo López Barros.

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