A raíz del incidente ocurrido en Villa Jaidith se han generado posturas encontradas entre recolectores de mango que defienden su labor y la comunidad que fustiga el comportamiento de quienes no aceptan una negativa a la hora de pedir la fruta.
En cada cosecha, decenas de familias consiguen ingresos adicionales comercializando el mango. Sin embargo, la actividad está bajo cuestionamiento por la intolerancia y la recolección de mangos sin el permiso de los propietarios. Por eso, algunos recolectores se ganaron el nombre de “roba mangos”.
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Ya son varias las ocasiones que ciudadanos han pedido mayor control a quienes salen a trabajar de madrugada con vara y carretilla en mano. Pero más allá del estigma, lo cierto es que la fruta se ha convertido en una oportunidad laboral en una ciudad de pocas oportunidades.
Y este año, la pandemia generada por la covid-19 ha desnudado la realidad que por el afán del día a día no era detallada, pero ahora que los valduparenses pasan más tiempo en sus casas son testigos de cómo las calles se han llenado de recolectores de mango.
Las querellas de la comunidad van en aumento al igual que los casos de intolerancia que pasaron de un simple grito de “¡Se están robando los mangos!” a intercambios de improperios y lesiones personales.
Luego del percance sucedido en Villa Jaidith, sur de Valledupar, los ojos de la ciudadanía se centraron en los recolectores de mango, quienes a su vez rechazaron los actos de intolerancia sucedidos, manifestando que “por unos pocos no pueden pagar todos”.
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En las calles de Valledupar encontramos a Luis Mas, un recolector de mango que desde hace una década con carretilla en mano sale desde su casa ubicada en el barrio 7 de Agosto a buscar el sustento para su esposa, su madre y un sobrino que está bajo su cuidado.
Antes que salga el sol, este recolector se sube en su carreta a recorrer las calles de Valledupar buscando los árboles que tengan la mayor cantidad de frutos y así poder ganarse la vida honradamente. Pero no todo el mundo es consciente que un porcentaje importante de trabajadores dedicados a la recolección de mangos están en las calles por no tener oportunidades y que si reciben un “no” como respuesta ellos tomarán su vara, su carreta y se marcharán.
“La situación se ha puesto difícil porque la gente ahora cree que todos los que recogemos mangos lo hacemos por ser viciosos. Yo tengo mi familia, mi mujer y llevo trabajando en esto diez años. Aunque me han sacado armas para evitar que me lleve los mangos nunca le he faltado el respeto a quien me dice que no baje los mangos”, señaló el recolector.
Entre tanto, la postura de la comunidad es dividida, pues, aunque coinciden en que no hay razón para acudir a la violencia, una parte señala que “dejen trabajar a estas personas” y otra dice que “esta práctica debe ser sancionada”.
Carmen Rosa Cortés, del barrio Villa del Rosario, es una de las personas que comparte la idea de dejar trabajar a quienes se dedican a la recolección de los frutos, pero dentro de esa labor debe existir el respeto por aquella persona que no está de acuerdo con que le arranquen los mangos de su casa.
“Siempre y cuando haya respeto, a las personas se les debe dejar trabajar. Es cierto que muchos son intolerantes y sale con groserías, pero también hay que ponerse en los zapatos de esa gente que tiene que llevar un plato de comida a su casa. Si no encuentran trabajo y solo hay eso, pues que lo hagan, pero sin necesidad de pasar por encima de la otra persona”.
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También existen opiniones que condenan esta práctica, señalando que además de ser ilegal irrumpe la tranquilidad de quienes descansan después de una ardua jornada de labores.
“Yo soy vigilante, vivo en Garupal, y todas las noches es lo mismo, se escucha la algarabía porque hay ‘roba mangos’ atrevidos que se suben a los techos de las casas y cuando la gente les llama la atención comienzan a decir vulgaridades, es decir, ellos cometen las faltas y el que le llama la atención lleva la peor parte”, aseguró Ángel Charris.
El secretario de Gobierno de Valledupar, Luis Galvis, señaló que quienes sean sorprendidos practicando esta actividad ilegal tendrán sanciones para evitar que sigan presentándose actos como el sucedido en el barrio Villa Jaidith, donde fueron atacados miembros de una familia con armas cortopunzantes tras reclamar la invasión de su predio por un grupo de recolectores que ingresaron hasta la terraza para llevarse las frutas.
“Frente a estos casos la Secretaría de Gobierno municipal junto a la fuerza pública coordinarán acciones para evitar estos actos delictivos que se presentan en Valledupar. La fuerza pública será contundente contra quienes generen la intranquilidad de las comunidades en la ciudad”, manifestó Galvis.
Ya sea por ser personas de escasos recursos, o porque no han tenido una oportunidad laboral en lo que estudiaron o aprendieron empíricamente, quienes dedican su vida a bajar mangos no lo hacen porque quieren, sino porque les toca y en ese camino se encuentran con situaciones que cambian su estilo de vida.
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Tal y como lo relató Camilo Martínez, un joven habitante del barrio subnormal Los Guasimales. Desde hace tres años se dedica a esta práctica porque “al no tener oportunidades robar mangos era la única opción para ganar dinero”.
“No es un secreto que muchos de nosotros somos viciosos, lo digo por mi parte, pero yo no le hago mal a nadie, y tampoco estoy de acuerdo con lo que pasó ese día (el caso Villa Jaidith), porque si a uno le dicen que deje eso quieto, uno se va y ya… por lo menos yo espero que la gente no esté en las casas y con la vara bajo los mangos, porque no soy de subirse en los techos”, reconoció.
Martínez, quien terminó sus estudios, pero no ha tenido suerte en lo laboral, pidió más oportunidades y que los gobiernos tengan en cuenta a la población juvenil capacitando la mano de obra.
Lo cierto es que las ganancias en la venta de la fruta a quienes la comercian al por mayor deja algunos dividendos, pero también pérdidas dependiendo las temporadas de cosecha.
Según vendedores de mangos consultados por este medio, el promedio del valor de una caja varía entre los 5.000 pesos y $50.000, dependiendo cual sea la clase de la fruta, siendo el mango de hilacha es menos caro, mientras que el mango de manzana es uno de los más costosos en el mercado legal.
Así lo señaló Jorge Martínez, otro de los recolectores con experiencia y quien comercializa las cajas de fruta en el Mercado Satélite.
“Allá hay una bodega donde compran el mango para comercializarlo por fuera de la ciudad. Es un punto donde acuden muchos carretilleros y yo voy porque pagan bien el producto, mientras que los lichigueros (puntos no autorizados) quieren dar lo que ellos digan”, dijo el vendedor.
Aunque este año ha sido atípico en todos los sentidos y la naturaleza ha mostrado cambios drásticos para quienes viven de recoger mangos, estas fechas son las ideales para obtener buenos dividendos con la actividad.
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Los mangueros consultados coincidieron que los últimos meses del año son los más productivos, ya que mientras en otras ciudades las cosechas bajan, en Valledupar se mantienen vigentes; en ese sentido, los costos de la fruta aumentan haciendo que los recolectores de mangos aumenten en meses como septiembre, octubre y noviembre.
Con relación a lo anterior, el biólogo Miguel Ángel Sierra señaló que este año se han presentado tres periodos de cosecha. “La cosecha que se está dando es muy prematura, ya que en menos de dos meses los árboles volvieron a parir, pero es causa de que el clima está extraño, por lo que no se puede decir con categorización en qué tiempo se da la cosecha”.
Cuando se puso la primera piedra de la obra de la despulpadora de frutas y verduras, ubicada en el corregimiento de La Mina, sur de Valledupar, todo pintaba color de rosa entendiendo que sería un proyecto que jalonaría la economía, no solo para Valledupar, también para los corregimientos aledaños, donde el pronóstico era de por lo menos 1.000 trabajos; sin embargo, hoy la despulpadora es una obra inconclusa y sumida en el abandono.
POR: ROBERT CADAVID / EL PILÓN
A raíz del incidente ocurrido en Villa Jaidith se han generado posturas encontradas entre recolectores de mango que defienden su labor y la comunidad que fustiga el comportamiento de quienes no aceptan una negativa a la hora de pedir la fruta.
En cada cosecha, decenas de familias consiguen ingresos adicionales comercializando el mango. Sin embargo, la actividad está bajo cuestionamiento por la intolerancia y la recolección de mangos sin el permiso de los propietarios. Por eso, algunos recolectores se ganaron el nombre de “roba mangos”.
Lee también: La recolección de mangos, vigente en plena pandemia
Ya son varias las ocasiones que ciudadanos han pedido mayor control a quienes salen a trabajar de madrugada con vara y carretilla en mano. Pero más allá del estigma, lo cierto es que la fruta se ha convertido en una oportunidad laboral en una ciudad de pocas oportunidades.
Y este año, la pandemia generada por la covid-19 ha desnudado la realidad que por el afán del día a día no era detallada, pero ahora que los valduparenses pasan más tiempo en sus casas son testigos de cómo las calles se han llenado de recolectores de mango.
Las querellas de la comunidad van en aumento al igual que los casos de intolerancia que pasaron de un simple grito de “¡Se están robando los mangos!” a intercambios de improperios y lesiones personales.
Luego del percance sucedido en Villa Jaidith, sur de Valledupar, los ojos de la ciudadanía se centraron en los recolectores de mango, quienes a su vez rechazaron los actos de intolerancia sucedidos, manifestando que “por unos pocos no pueden pagar todos”.
No dejes de leer: En Villa Haydith exigen mayor control a ‘roba mangos’ tras riña que dejó tres heridos
En las calles de Valledupar encontramos a Luis Mas, un recolector de mango que desde hace una década con carretilla en mano sale desde su casa ubicada en el barrio 7 de Agosto a buscar el sustento para su esposa, su madre y un sobrino que está bajo su cuidado.
Antes que salga el sol, este recolector se sube en su carreta a recorrer las calles de Valledupar buscando los árboles que tengan la mayor cantidad de frutos y así poder ganarse la vida honradamente. Pero no todo el mundo es consciente que un porcentaje importante de trabajadores dedicados a la recolección de mangos están en las calles por no tener oportunidades y que si reciben un “no” como respuesta ellos tomarán su vara, su carreta y se marcharán.
“La situación se ha puesto difícil porque la gente ahora cree que todos los que recogemos mangos lo hacemos por ser viciosos. Yo tengo mi familia, mi mujer y llevo trabajando en esto diez años. Aunque me han sacado armas para evitar que me lleve los mangos nunca le he faltado el respeto a quien me dice que no baje los mangos”, señaló el recolector.
Entre tanto, la postura de la comunidad es dividida, pues, aunque coinciden en que no hay razón para acudir a la violencia, una parte señala que “dejen trabajar a estas personas” y otra dice que “esta práctica debe ser sancionada”.
Carmen Rosa Cortés, del barrio Villa del Rosario, es una de las personas que comparte la idea de dejar trabajar a quienes se dedican a la recolección de los frutos, pero dentro de esa labor debe existir el respeto por aquella persona que no está de acuerdo con que le arranquen los mangos de su casa.
“Siempre y cuando haya respeto, a las personas se les debe dejar trabajar. Es cierto que muchos son intolerantes y sale con groserías, pero también hay que ponerse en los zapatos de esa gente que tiene que llevar un plato de comida a su casa. Si no encuentran trabajo y solo hay eso, pues que lo hagan, pero sin necesidad de pasar por encima de la otra persona”.
Te puede interesar: ¿Podría desaparecer ‘el palo e mango’ de la plaza Alfonso López?
También existen opiniones que condenan esta práctica, señalando que además de ser ilegal irrumpe la tranquilidad de quienes descansan después de una ardua jornada de labores.
“Yo soy vigilante, vivo en Garupal, y todas las noches es lo mismo, se escucha la algarabía porque hay ‘roba mangos’ atrevidos que se suben a los techos de las casas y cuando la gente les llama la atención comienzan a decir vulgaridades, es decir, ellos cometen las faltas y el que le llama la atención lleva la peor parte”, aseguró Ángel Charris.
El secretario de Gobierno de Valledupar, Luis Galvis, señaló que quienes sean sorprendidos practicando esta actividad ilegal tendrán sanciones para evitar que sigan presentándose actos como el sucedido en el barrio Villa Jaidith, donde fueron atacados miembros de una familia con armas cortopunzantes tras reclamar la invasión de su predio por un grupo de recolectores que ingresaron hasta la terraza para llevarse las frutas.
“Frente a estos casos la Secretaría de Gobierno municipal junto a la fuerza pública coordinarán acciones para evitar estos actos delictivos que se presentan en Valledupar. La fuerza pública será contundente contra quienes generen la intranquilidad de las comunidades en la ciudad”, manifestó Galvis.
Ya sea por ser personas de escasos recursos, o porque no han tenido una oportunidad laboral en lo que estudiaron o aprendieron empíricamente, quienes dedican su vida a bajar mangos no lo hacen porque quieren, sino porque les toca y en ese camino se encuentran con situaciones que cambian su estilo de vida.
Lee también: Exportación de mango en el Cesar: viable y atractiva
Tal y como lo relató Camilo Martínez, un joven habitante del barrio subnormal Los Guasimales. Desde hace tres años se dedica a esta práctica porque “al no tener oportunidades robar mangos era la única opción para ganar dinero”.
“No es un secreto que muchos de nosotros somos viciosos, lo digo por mi parte, pero yo no le hago mal a nadie, y tampoco estoy de acuerdo con lo que pasó ese día (el caso Villa Jaidith), porque si a uno le dicen que deje eso quieto, uno se va y ya… por lo menos yo espero que la gente no esté en las casas y con la vara bajo los mangos, porque no soy de subirse en los techos”, reconoció.
Martínez, quien terminó sus estudios, pero no ha tenido suerte en lo laboral, pidió más oportunidades y que los gobiernos tengan en cuenta a la población juvenil capacitando la mano de obra.
Lo cierto es que las ganancias en la venta de la fruta a quienes la comercian al por mayor deja algunos dividendos, pero también pérdidas dependiendo las temporadas de cosecha.
Según vendedores de mangos consultados por este medio, el promedio del valor de una caja varía entre los 5.000 pesos y $50.000, dependiendo cual sea la clase de la fruta, siendo el mango de hilacha es menos caro, mientras que el mango de manzana es uno de los más costosos en el mercado legal.
Así lo señaló Jorge Martínez, otro de los recolectores con experiencia y quien comercializa las cajas de fruta en el Mercado Satélite.
“Allá hay una bodega donde compran el mango para comercializarlo por fuera de la ciudad. Es un punto donde acuden muchos carretilleros y yo voy porque pagan bien el producto, mientras que los lichigueros (puntos no autorizados) quieren dar lo que ellos digan”, dijo el vendedor.
Aunque este año ha sido atípico en todos los sentidos y la naturaleza ha mostrado cambios drásticos para quienes viven de recoger mangos, estas fechas son las ideales para obtener buenos dividendos con la actividad.
No dejes de leer: La despulpadora de frutas que se ha quedado en promesas
Los mangueros consultados coincidieron que los últimos meses del año son los más productivos, ya que mientras en otras ciudades las cosechas bajan, en Valledupar se mantienen vigentes; en ese sentido, los costos de la fruta aumentan haciendo que los recolectores de mangos aumenten en meses como septiembre, octubre y noviembre.
Con relación a lo anterior, el biólogo Miguel Ángel Sierra señaló que este año se han presentado tres periodos de cosecha. “La cosecha que se está dando es muy prematura, ya que en menos de dos meses los árboles volvieron a parir, pero es causa de que el clima está extraño, por lo que no se puede decir con categorización en qué tiempo se da la cosecha”.
Cuando se puso la primera piedra de la obra de la despulpadora de frutas y verduras, ubicada en el corregimiento de La Mina, sur de Valledupar, todo pintaba color de rosa entendiendo que sería un proyecto que jalonaría la economía, no solo para Valledupar, también para los corregimientos aledaños, donde el pronóstico era de por lo menos 1.000 trabajos; sin embargo, hoy la despulpadora es una obra inconclusa y sumida en el abandono.
POR: ROBERT CADAVID / EL PILÓN