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El recluso de 37 años manifestó que ha sido un proceso complejo debido a que luego de caer tras las rejas no ha podido ver a su familia.
Manuel Lara, interno de la cárcel de Alta y Mediana Seguridad, conocida como La Tramacúa, contó al diario EL PILÓN lo que han sido los seis años que lleva privado de la libertad en el penal.
La historia de Lara, quien es natural de Sincelejo, tiene una mezcla de tristeza y esperanza y se reducen en los seis años en los que perdió contacto con el mundo externo tras cometer un error que lo llevó a la cárcel.
De acuerdo con lo que manifestó, lleva más de un año sin recibir visitas, pues argumenta que su familia es de escasos recursos y no tiene cómo viajar hasta Valledupar para verlo.
Sin embargo, más allá de la ausencia física de sus seres queridos, su error le ha causado una carga emocional que lleva consigo pero que le ha dado la esperanza durante estos años para transformar su vivir.
“Aquí se pagan dos penas: la física y la emocional. La prisión tortura a uno todos los días. No poder abrazar a mis hijos, a mi compañera, no poder llevarles un detallito al final del día… es un dolor que no se explica con palabras”, dice con nostalgia.
Manuel Lara, quien fue uno de los escogidos para participar de la jornada de limpieza y embellecimiento del parque Don Alberto en Valledupar, manifestó en entrevista con EL PILÓN, que en el transcurso de estos años, ha logrado obtener grandes aprendizajes, entre ellos, ser paciente y tolerante.
En medio del dolor evidente manifiesta que, fuera de prisión se cuenta con el amor familiar pero, dentro de la misma se pierden a seres queridos y es justo cuando se empieza a valorar a quienes permanecen de manera incondicional.
“A veces no nos damos cuenta de lo importante que es nuestra familia hasta que la perdemos. La persona que ha estado conmigo en este proceso es mi mayor fortaleza. Saber que aún me espera con los brazos abiertos es un motivo para seguir adelante”, dice.
Antes de entrar al penal este hombre, padre de 4 hijos, dice que tenía un hogar organizado y un trabajo estable ya que laboraba como maestro de obra y, paradójicamente, para los días en que fue detenido estaba construyendo el apartamento donde viviría con su compañera.
“Yo tenía un hogar formado y bien organizado. El día que me detuvieron estaba haciéndole el apartamento a mi pareja. El nido de mi hogar quedó mocho”, dijo.
Lara, quien ha transformado su camino finalmente, envió un mensaje a los jóvenes para que piensen antes de actuar. Dice con gran seguridad que “perder la libertad no es solo estar tras las rejas, es perder también a la familia”.
Ahora, en la fase final de su condena, Manuel ha sido ubicado en el área de resocialización de La Tramacúa, en la guardia interna, donde se ha ganado la confianza del personal de seguridad.
“Estoy a punto de salir de prisión. Estoy en el lado de resocialización y busco ser aceptado en la comunidad que nos den la oportunidad de mostrar nuestro cambio”, finalizó este hombre que desea poder volver a ver a sus seres queridos y transformar su andar.
El recluso de 37 años manifestó que ha sido un proceso complejo debido a que luego de caer tras las rejas no ha podido ver a su familia.
Manuel Lara, interno de la cárcel de Alta y Mediana Seguridad, conocida como La Tramacúa, contó al diario EL PILÓN lo que han sido los seis años que lleva privado de la libertad en el penal.
La historia de Lara, quien es natural de Sincelejo, tiene una mezcla de tristeza y esperanza y se reducen en los seis años en los que perdió contacto con el mundo externo tras cometer un error que lo llevó a la cárcel.
De acuerdo con lo que manifestó, lleva más de un año sin recibir visitas, pues argumenta que su familia es de escasos recursos y no tiene cómo viajar hasta Valledupar para verlo.
Sin embargo, más allá de la ausencia física de sus seres queridos, su error le ha causado una carga emocional que lleva consigo pero que le ha dado la esperanza durante estos años para transformar su vivir.
“Aquí se pagan dos penas: la física y la emocional. La prisión tortura a uno todos los días. No poder abrazar a mis hijos, a mi compañera, no poder llevarles un detallito al final del día… es un dolor que no se explica con palabras”, dice con nostalgia.
Manuel Lara, quien fue uno de los escogidos para participar de la jornada de limpieza y embellecimiento del parque Don Alberto en Valledupar, manifestó en entrevista con EL PILÓN, que en el transcurso de estos años, ha logrado obtener grandes aprendizajes, entre ellos, ser paciente y tolerante.
En medio del dolor evidente manifiesta que, fuera de prisión se cuenta con el amor familiar pero, dentro de la misma se pierden a seres queridos y es justo cuando se empieza a valorar a quienes permanecen de manera incondicional.
“A veces no nos damos cuenta de lo importante que es nuestra familia hasta que la perdemos. La persona que ha estado conmigo en este proceso es mi mayor fortaleza. Saber que aún me espera con los brazos abiertos es un motivo para seguir adelante”, dice.
Antes de entrar al penal este hombre, padre de 4 hijos, dice que tenía un hogar organizado y un trabajo estable ya que laboraba como maestro de obra y, paradójicamente, para los días en que fue detenido estaba construyendo el apartamento donde viviría con su compañera.
“Yo tenía un hogar formado y bien organizado. El día que me detuvieron estaba haciéndole el apartamento a mi pareja. El nido de mi hogar quedó mocho”, dijo.
Lara, quien ha transformado su camino finalmente, envió un mensaje a los jóvenes para que piensen antes de actuar. Dice con gran seguridad que “perder la libertad no es solo estar tras las rejas, es perder también a la familia”.
Ahora, en la fase final de su condena, Manuel ha sido ubicado en el área de resocialización de La Tramacúa, en la guardia interna, donde se ha ganado la confianza del personal de seguridad.
“Estoy a punto de salir de prisión. Estoy en el lado de resocialización y busco ser aceptado en la comunidad que nos den la oportunidad de mostrar nuestro cambio”, finalizó este hombre que desea poder volver a ver a sus seres queridos y transformar su andar.