El cronista Juan Rincón Vanegas narra una anécdota en uno de los pasajes más tristes en la vida del maestro Rafael Escalona; la muerte de ‘Colacho’ Mendoza causó un profundo dolor al compositor.
Todo ocurrió un día después de la muerte del primer ‘Rey de reyes’, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, sucedida el 27 de septiembre de 2003, cuando una periodista abordó al reconocido compositor en la funeraria.
“Maestro, hábleme de ‘Colacho’ Mendoza”, inquirió la comunicadora. Ante la solicitud, el maestro Rafael Escalona la miró, y le ripostó: “Por favor, hágame una pregunta con fundamento”. Pasaron unos segundos y ella le hizo la respectiva pregunta con fundamento que él contestó de manera concreta y extensa.
Después, le preguntó que si estaba satisfecha con la respuesta, porque “Colacho, era de mi alma, un motor del vallenato puro y la sabiduría musical del folclor”. Se sentaron, y ella lo indagó a fondo sobre ‘Colacho’, en medio de varios tintos. Él, enfiló sus comentarios principalmente sobre la canción que le hizo con motivo del matrimonio del célebre acordeonero.
En aquel momento, miércoles 15 de agosto de 1962, Nicolás Elías Mendoza Daza creyó que su corazón tenía la edad precisa para amar, y entonces tomó la determinación de hacerlo. Tampoco lo demostró con las notas de su acordeón, sino que se casó con Fanny Lourdes Zuleta Fernández después de dos años de amores.
Entristecido quedó Escalona porque Fanny se llevó a ‘Colacho’ miren, va vestida de blanco con su velo y su corona.
La periodista, ante la amable atención del maestro Escalona, y más porque contó en detalle sobre la canción ‘El matrimonio de Colacho’, que grabara Jorge Oñate, pasó a preguntarle sobre su vida y obra musical, y Escalona, sin dudarlo un instante, la remitió a su tierra Patillal.
Han pasado más de 15 años de aquel suceso, y atendiendo la sugerencia del maestro Escalona, había que ir a Patillal para conocer detalles de aquel hombre que pensó construir una casa en el aire, que le cantó con el corazón a su amigo Jaime Molina, que padeció una honda herida que casi lo mata, al que un Mejoral no pudo curarle un mal de amor, o de aquella mujer a quien de recuerdo le dejó un paseo. Claro, que también quiso que le pintaran una golondrina que debía tener en el pico una espina y en los ojos un dolor.
AY, PATILLAL…
Al llegar a Patillal, la tierra que es como una melodía que al oírla nos provoca cantar, salió a relucir aquella figura de la señora muy elegante, vestía de negro, que en alguna ocasión formó una gritería porque un dueño de carro se llevó a su nieta, la consentida y a la que más quería.
A sus 15 años, Rafael Calixto compuso su primera canción dedicada al profesor Heriberto Castañeda, quien supo ganarse el aprecio de sus alumnos en el Colegio Nacional Loperena, y guiarlos por el camino del bien. ‘El profe Castañeda’ se llama ese canto.
La casa donde nació el hijo de Clemente Escalona Labarcés y Margarita Martínez Celedón, el 26 de mayo de 1927, todavía existe, y sobre su entorno se tejen muchas historias que lo han convertido con el paso del tiempo en un mito en su querida tierra.
No contento con ser compositor, el más grande según algunos por la forma única de narrar vivencias macondianas en historias y cantos, se le dio por ser escritor en obras como ‘La casa en el aire’ y ‘Nicolás Lagartija’.
BRILLANDO CON LUZ PROPIA
Sus amores los escribió sobre versos, para ponerle oficio a la música, y que ella pudiera recrearse en el pentagrama del sentimiento. No cabe duda que ese fue el mayor escape para que todo el mundo supiera en su debido momento que las alegrías y las penas se cantan teniendo un corazón herido o dando golpes de emoción.
Escalona sintetizó su pensamiento en célebres frases que hasta Gabriel García Márquez destacaba a todo momento: “Solamente me queda el recuerdo de tu voz, como el ave que canta en la selva y no se ve. Está lloviendo en la Nevada, y en el Valle va a llové; el relámpago se ve, como vela que se apaga”.
En el libro ‘Escalona el hombre y el mito’ Consuelo Araujonoguera lo presenta en dos dimensiones: como el compositor más representativo e importante del vallenato, y como el ser humano detrás del mito. Le describió sus características, personalidad, secretos y sentimientos, logrando pintarlo en toda su grandeza.
Sobre el tema, ‘La Cacica’ escribió la crónica ‘Del burro al Internet’, en cuyos apartes señala: “Tendrán entonces nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos el privilegio de sólo hundir un botón en sus sofisticados computadores para enseñarle a un auditorio absorto que sí fue verdad que existió un hombre mítico llamado Rafael Escalona, que le construyó una casa sin cimientos sostenida en el aire por millares de ángeles diminutos a su primogénita; y que para que la segunda de sus hijas no se sintiera menos, hizo brotar para ella un manantial en lo más alto de la serranía y se lo adornó con un conjunto de sirenas que tenían como misión pechicharla con sus cantos”.
La pregunta con fundamento quedó como anécdota en aquel lugar, pero lo cierto es que el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez sigue brillando con luz propia, sus canciones escuchándose por doquier y su obra intacta, como su pensamiento claro y preciso sobre la música vallenata.
Escalona hace 10 años navega por el mar de la eternidad donde el silencio del infinito lo detuvo en el tiempo para que en la tierra se le siga cantando en la voz de Iván Villazón, y por arte de magia la brisa de Patillal toque el rostro del adiós.
El más grande ese es él, el más grande es Rafael.
POR JUAN RINCÓN VANEGAS / EL PILÓN
El cronista Juan Rincón Vanegas narra una anécdota en uno de los pasajes más tristes en la vida del maestro Rafael Escalona; la muerte de ‘Colacho’ Mendoza causó un profundo dolor al compositor.
Todo ocurrió un día después de la muerte del primer ‘Rey de reyes’, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, sucedida el 27 de septiembre de 2003, cuando una periodista abordó al reconocido compositor en la funeraria.
“Maestro, hábleme de ‘Colacho’ Mendoza”, inquirió la comunicadora. Ante la solicitud, el maestro Rafael Escalona la miró, y le ripostó: “Por favor, hágame una pregunta con fundamento”. Pasaron unos segundos y ella le hizo la respectiva pregunta con fundamento que él contestó de manera concreta y extensa.
Después, le preguntó que si estaba satisfecha con la respuesta, porque “Colacho, era de mi alma, un motor del vallenato puro y la sabiduría musical del folclor”. Se sentaron, y ella lo indagó a fondo sobre ‘Colacho’, en medio de varios tintos. Él, enfiló sus comentarios principalmente sobre la canción que le hizo con motivo del matrimonio del célebre acordeonero.
En aquel momento, miércoles 15 de agosto de 1962, Nicolás Elías Mendoza Daza creyó que su corazón tenía la edad precisa para amar, y entonces tomó la determinación de hacerlo. Tampoco lo demostró con las notas de su acordeón, sino que se casó con Fanny Lourdes Zuleta Fernández después de dos años de amores.
Entristecido quedó Escalona porque Fanny se llevó a ‘Colacho’ miren, va vestida de blanco con su velo y su corona.
La periodista, ante la amable atención del maestro Escalona, y más porque contó en detalle sobre la canción ‘El matrimonio de Colacho’, que grabara Jorge Oñate, pasó a preguntarle sobre su vida y obra musical, y Escalona, sin dudarlo un instante, la remitió a su tierra Patillal.
Han pasado más de 15 años de aquel suceso, y atendiendo la sugerencia del maestro Escalona, había que ir a Patillal para conocer detalles de aquel hombre que pensó construir una casa en el aire, que le cantó con el corazón a su amigo Jaime Molina, que padeció una honda herida que casi lo mata, al que un Mejoral no pudo curarle un mal de amor, o de aquella mujer a quien de recuerdo le dejó un paseo. Claro, que también quiso que le pintaran una golondrina que debía tener en el pico una espina y en los ojos un dolor.
AY, PATILLAL…
Al llegar a Patillal, la tierra que es como una melodía que al oírla nos provoca cantar, salió a relucir aquella figura de la señora muy elegante, vestía de negro, que en alguna ocasión formó una gritería porque un dueño de carro se llevó a su nieta, la consentida y a la que más quería.
A sus 15 años, Rafael Calixto compuso su primera canción dedicada al profesor Heriberto Castañeda, quien supo ganarse el aprecio de sus alumnos en el Colegio Nacional Loperena, y guiarlos por el camino del bien. ‘El profe Castañeda’ se llama ese canto.
La casa donde nació el hijo de Clemente Escalona Labarcés y Margarita Martínez Celedón, el 26 de mayo de 1927, todavía existe, y sobre su entorno se tejen muchas historias que lo han convertido con el paso del tiempo en un mito en su querida tierra.
No contento con ser compositor, el más grande según algunos por la forma única de narrar vivencias macondianas en historias y cantos, se le dio por ser escritor en obras como ‘La casa en el aire’ y ‘Nicolás Lagartija’.
BRILLANDO CON LUZ PROPIA
Sus amores los escribió sobre versos, para ponerle oficio a la música, y que ella pudiera recrearse en el pentagrama del sentimiento. No cabe duda que ese fue el mayor escape para que todo el mundo supiera en su debido momento que las alegrías y las penas se cantan teniendo un corazón herido o dando golpes de emoción.
Escalona sintetizó su pensamiento en célebres frases que hasta Gabriel García Márquez destacaba a todo momento: “Solamente me queda el recuerdo de tu voz, como el ave que canta en la selva y no se ve. Está lloviendo en la Nevada, y en el Valle va a llové; el relámpago se ve, como vela que se apaga”.
En el libro ‘Escalona el hombre y el mito’ Consuelo Araujonoguera lo presenta en dos dimensiones: como el compositor más representativo e importante del vallenato, y como el ser humano detrás del mito. Le describió sus características, personalidad, secretos y sentimientos, logrando pintarlo en toda su grandeza.
Sobre el tema, ‘La Cacica’ escribió la crónica ‘Del burro al Internet’, en cuyos apartes señala: “Tendrán entonces nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos el privilegio de sólo hundir un botón en sus sofisticados computadores para enseñarle a un auditorio absorto que sí fue verdad que existió un hombre mítico llamado Rafael Escalona, que le construyó una casa sin cimientos sostenida en el aire por millares de ángeles diminutos a su primogénita; y que para que la segunda de sus hijas no se sintiera menos, hizo brotar para ella un manantial en lo más alto de la serranía y se lo adornó con un conjunto de sirenas que tenían como misión pechicharla con sus cantos”.
La pregunta con fundamento quedó como anécdota en aquel lugar, pero lo cierto es que el maestro Rafael Calixto Escalona Martínez sigue brillando con luz propia, sus canciones escuchándose por doquier y su obra intacta, como su pensamiento claro y preciso sobre la música vallenata.
Escalona hace 10 años navega por el mar de la eternidad donde el silencio del infinito lo detuvo en el tiempo para que en la tierra se le siga cantando en la voz de Iván Villazón, y por arte de magia la brisa de Patillal toque el rostro del adiós.
El más grande ese es él, el más grande es Rafael.
POR JUAN RINCÓN VANEGAS / EL PILÓN