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Crónica - 1 octubre, 2017

‘La peste’ que no ha superado Estados Unidos

EL PILÓN acompañó a las víctimas del conflicto armado en Estados Unidos, pero no el país norteamericano, sino un pequeño pueblo del departamento del Cesar, donde las personas que sufrieron los vejámenes de la violencia por cuenta de la guerrilla y los paramilitares, alzaron la voz a través de un sentido homenaje a sus muertos, para pedir apoyo al Gobierno y así haya una verdadera y completa reparación colectiva.   

Ayer se celebró el primer acto simbólico, masivo, que busca la reconciliación y el perdón por la tragedia que inundó al corregimiento de Estados Unidos.
Ayer se celebró el primer acto simbólico, masivo, que busca la reconciliación y el perdón por la tragedia que inundó al corregimiento de Estados Unidos.
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El recuerdo y el duelo que invadía a la pequeña plaza se podía notar en el cielo. La sesgada salida del sol y la entrada de las nubes grisáceas pronosticaron que el discurso del día contaría cada uno de aquellos muertos que el corregimiento de Estados Unidos, entallado en la Serranía del Perijá, aportó a la violencia que tuvo su génesis en los finales de la década de los ochenta.

Si algún día el escritor Albert Camus se atrevió a expresar en ‘La Peste’, que los días buenos solo llegan en el invierno, Evelio Aguirre Vargas,  oriundo de El Banco, Magdalena,  asegura que los días fértiles de un pueblo distante del homónimo, del país del Tío Sam: Estados Unidos del municipio de Becerril, se enclavaron en los años ochenta cuando la bonanza del café, el aguacate y el maíz seducían a los departamentos de Santander y Antioquia, una despensa que atraía la llegada de personas que se resumían en 1.500 habitantes para la época.

En medio de la mirada que puede generar un viaje hacia el pasado del ‘gorrioncillo rural´, como alguna vez denominó el fallecido cronista Ernesto McCausland al corregimiento, Evelio se retrae para poder ratificar la fecha exacta de la incursión de los grupos subversivos a la tierra que ostenta en sus inmediaciones una de las vetas de carbón más ricas del planeta.

Corría el año de 1984 y mientras Estados Unidos estaba supeditado a la Guerra Fría, los estadounidenses del departamento del Cesar, refugiados en las oraciones y letanías se enfrentaban a la masacre de una familia que habitaba en la vereda alta El Progreso; el conflicto armado liderado por la guerrilla de las Farc ya aportaba los primeros muertos.

Como forasteros de la guerra, alguna vez el exjefe insurgente y condenado por la justicia norteamericana a 60 años de cárcel, Simón Trinidad ‘guindó su hamaca’ en Estados Unidos, al igual que el comandante Solís Almeida; una desventura para el corregimiento, que en ese entonces se convirtió en el epicentro de operaciones, donde pululaban las visitas de figuras del Senado, de las asambleas departamentales, alcaldías e incluso cantantes vallenatos que en sus parrandas hacían resonar las paredes que hoy yacen en el deterioro y el olvido.

Parafraseando lo que Aguirre narra con voz trémula, en Estados Unidos, con el arribo del grupo subversivo la convivencia hace 20 años atrás tenía su aliciente en el discurso revolucionario y entregaba un halito de tranquilidad a la comunidad, sin embargo disfrazaba los otros intereses  económicos que tenía el grupo armado.

Evelio Aguirre es líder de la Mesa de Víctimas del municipio de Becerril.

Dentro de los 57 años que sus canas delatan, el líder, preso de la historia de los pueblos que lo vieron crecer, acude a su memoria para asegurar que el mayor peso de la violencia tuvo fecha para finales de la década de los años 90, cuando las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) envió un grupo de paramilitares al Cesar para defender de las actividades de la guerrilla los intereses establecidos y las propiedades de la élite económica locales.

Con la incursión paramilitar, a la dantesca mirada de las masacres se sumaron los asesinatos selectivos, desapariciones forzosas, y desplazamientos, que en la entrada del año 2000 dejó un corregimiento fantasma donde solo habitaban seis personas.

La diáspora social de un pueblo que hoy sustenta su avance en la construcción de 30 casas de interés social, una carretera pavimentada y una pequeña plaza de eventos, preocupó a los líderes campesinos, quienes en el año 2004 se dieron a la tarea de desarrollar un plan retorno, que permitió recuperar una pequeña cifra de pobladores.

Evelio, quien siempre ha tenido vocación de mártir hacia su pueblo, tiene intacto el día, 12 de enero de 2005, en que cuatro impactos de bala, le dieron un pare al paso galopante de liderazgo que llevaba en el municipio de Becerril. Sin embargo, el adalid, técnico en agropecuaria, que alguna vez soñó con tener una parcela y a sus tres hijas ostentando títulos profesionales fue inmarcesible, como las noches que tuvieron que pasar los habitantes de Estados Unidos y veredas aledañas en décadas anteriores.

Tras 20 años de olvido e impunidad, el halo trágico de la vereda asciende hasta el cenit y se desdibuja en la opacidad del cielo, se queda en el romanticismo de la reconciliación y la verdad, la plaza, obra entregada por la gobernación pasada, recoge a los 400 habitantes resilientes; las sillas vacías se ocupan por la presencia de actores que esperan su turno para la intervención en este histórico evento.

Mientras los niños con sus uniformes almidonados sostienen globos blancos y las mujeres se reúnen alrededor de las fotografías de los desaparecidos, Evelio lleva su discurso en una hoja de papel blanco, y con un guiño le da la oportunidad a la paz y el perdón.

Antes de la arremetida de los paramilitares en Estados Unidos había más de mil habitantes y en la actualidad hay alrededor de 400, lo que significa que no ha habido un retorno pleno de las víctimas del conflicto.

Por: Tatiana Guerrero/ EL PILÓN

 

Crónica
1 octubre, 2017

‘La peste’ que no ha superado Estados Unidos

EL PILÓN acompañó a las víctimas del conflicto armado en Estados Unidos, pero no el país norteamericano, sino un pequeño pueblo del departamento del Cesar, donde las personas que sufrieron los vejámenes de la violencia por cuenta de la guerrilla y los paramilitares, alzaron la voz a través de un sentido homenaje a sus muertos, para pedir apoyo al Gobierno y así haya una verdadera y completa reparación colectiva.   


Ayer se celebró el primer acto simbólico, masivo, que busca la reconciliación y el perdón por la tragedia que inundó al corregimiento de Estados Unidos.
Ayer se celebró el primer acto simbólico, masivo, que busca la reconciliación y el perdón por la tragedia que inundó al corregimiento de Estados Unidos.
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El recuerdo y el duelo que invadía a la pequeña plaza se podía notar en el cielo. La sesgada salida del sol y la entrada de las nubes grisáceas pronosticaron que el discurso del día contaría cada uno de aquellos muertos que el corregimiento de Estados Unidos, entallado en la Serranía del Perijá, aportó a la violencia que tuvo su génesis en los finales de la década de los ochenta.

Si algún día el escritor Albert Camus se atrevió a expresar en ‘La Peste’, que los días buenos solo llegan en el invierno, Evelio Aguirre Vargas,  oriundo de El Banco, Magdalena,  asegura que los días fértiles de un pueblo distante del homónimo, del país del Tío Sam: Estados Unidos del municipio de Becerril, se enclavaron en los años ochenta cuando la bonanza del café, el aguacate y el maíz seducían a los departamentos de Santander y Antioquia, una despensa que atraía la llegada de personas que se resumían en 1.500 habitantes para la época.

En medio de la mirada que puede generar un viaje hacia el pasado del ‘gorrioncillo rural´, como alguna vez denominó el fallecido cronista Ernesto McCausland al corregimiento, Evelio se retrae para poder ratificar la fecha exacta de la incursión de los grupos subversivos a la tierra que ostenta en sus inmediaciones una de las vetas de carbón más ricas del planeta.

Corría el año de 1984 y mientras Estados Unidos estaba supeditado a la Guerra Fría, los estadounidenses del departamento del Cesar, refugiados en las oraciones y letanías se enfrentaban a la masacre de una familia que habitaba en la vereda alta El Progreso; el conflicto armado liderado por la guerrilla de las Farc ya aportaba los primeros muertos.

Como forasteros de la guerra, alguna vez el exjefe insurgente y condenado por la justicia norteamericana a 60 años de cárcel, Simón Trinidad ‘guindó su hamaca’ en Estados Unidos, al igual que el comandante Solís Almeida; una desventura para el corregimiento, que en ese entonces se convirtió en el epicentro de operaciones, donde pululaban las visitas de figuras del Senado, de las asambleas departamentales, alcaldías e incluso cantantes vallenatos que en sus parrandas hacían resonar las paredes que hoy yacen en el deterioro y el olvido.

Parafraseando lo que Aguirre narra con voz trémula, en Estados Unidos, con el arribo del grupo subversivo la convivencia hace 20 años atrás tenía su aliciente en el discurso revolucionario y entregaba un halito de tranquilidad a la comunidad, sin embargo disfrazaba los otros intereses  económicos que tenía el grupo armado.

Evelio Aguirre es líder de la Mesa de Víctimas del municipio de Becerril.

Dentro de los 57 años que sus canas delatan, el líder, preso de la historia de los pueblos que lo vieron crecer, acude a su memoria para asegurar que el mayor peso de la violencia tuvo fecha para finales de la década de los años 90, cuando las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) envió un grupo de paramilitares al Cesar para defender de las actividades de la guerrilla los intereses establecidos y las propiedades de la élite económica locales.

Con la incursión paramilitar, a la dantesca mirada de las masacres se sumaron los asesinatos selectivos, desapariciones forzosas, y desplazamientos, que en la entrada del año 2000 dejó un corregimiento fantasma donde solo habitaban seis personas.

La diáspora social de un pueblo que hoy sustenta su avance en la construcción de 30 casas de interés social, una carretera pavimentada y una pequeña plaza de eventos, preocupó a los líderes campesinos, quienes en el año 2004 se dieron a la tarea de desarrollar un plan retorno, que permitió recuperar una pequeña cifra de pobladores.

Evelio, quien siempre ha tenido vocación de mártir hacia su pueblo, tiene intacto el día, 12 de enero de 2005, en que cuatro impactos de bala, le dieron un pare al paso galopante de liderazgo que llevaba en el municipio de Becerril. Sin embargo, el adalid, técnico en agropecuaria, que alguna vez soñó con tener una parcela y a sus tres hijas ostentando títulos profesionales fue inmarcesible, como las noches que tuvieron que pasar los habitantes de Estados Unidos y veredas aledañas en décadas anteriores.

Tras 20 años de olvido e impunidad, el halo trágico de la vereda asciende hasta el cenit y se desdibuja en la opacidad del cielo, se queda en el romanticismo de la reconciliación y la verdad, la plaza, obra entregada por la gobernación pasada, recoge a los 400 habitantes resilientes; las sillas vacías se ocupan por la presencia de actores que esperan su turno para la intervención en este histórico evento.

Mientras los niños con sus uniformes almidonados sostienen globos blancos y las mujeres se reúnen alrededor de las fotografías de los desaparecidos, Evelio lleva su discurso en una hoja de papel blanco, y con un guiño le da la oportunidad a la paz y el perdón.

Antes de la arremetida de los paramilitares en Estados Unidos había más de mil habitantes y en la actualidad hay alrededor de 400, lo que significa que no ha habido un retorno pleno de las víctimas del conflicto.

Por: Tatiana Guerrero/ EL PILÓN