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Columnista - 28 mayo, 2021

La pecueca blanca

A raíz de los bloqueos a los que nos tienen sometidos, en algunas partes comienza y en otras padecen hace ratoescasez, notoria y perjudicial en todo, hasta para el agua que bebemos. El Gobierno ha sido sensato y prudente y no ha oído la voz de guerreristas que claman porque se decrete el estado de emergencia o conmoción interior; creo que es la misma friega, que […]

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A raíz de los bloqueos a los que nos tienen sometidos, en algunas partes comienza y en otras padecen hace ratoescasez, notoria y perjudicial en todo, hasta para el agua que bebemos. El Gobierno ha sido sensato y prudente y no ha oído la voz de guerreristas que claman porque se decrete el estado de emergencia o conmoción interior; creo que es la misma friega, que no es otra cosa que utilizar la fuerza bruta y ponerse en pie de guerra con enfrentamientos violentos que produzcan una mortandad. 

Eso es lo que quieren los revoltosos, para después comenzar, no exagero, una cruenta y despiadada guerra, y eso es precisamente lo que el presidente, nuestro presidente Iván Duque, olfateó y no ha caído en la trampa.

Hay escasez de todo, pero hay de todo y los precios han subido; hay, como siempre, especulación, los especuladores están haciendo su agosto, todo está por las nubes; en plena cosecha de mango, níspero, zapote y mamey, vayan a comprarlos, a precio de oro y así está el bocachico, el queso y toda clase de verduras.

Pero hay un producto que su procesamiento y mercadeo no baja: la nefasta cocaína, son 200.000 hectáreas que cosechan 3 veces al año, producen más de 2.000 toneladas, 2.000.000 de kilos o 2.000.000.000 millones de gramos que distribuimos para el mundo y sale de Colombia por los famosos corredores de la droga donde no hay bloqueos ni obstáculos  en aviones comerciales, lujosas avionetas, barcos de gran calaje y elegantes yates. 

Destruir esos cultivos no es fácil ni con toda la plata del mundo; están de por medio miles de campesinos que financiados por los narcos, el gobierno de Santos se lopermitió, ferozmente se oponen a su destrucción porque de eso viven.

Por qué el Gobierno no destina los recursos que recibe de EEUU para destruir los grandes laboratorios donde procesan la hoja; por qué no ofrece jugosas recompensas por su denuncio; por qué no fija los ojos en esos pueblitos donde las estaciones gasolineras venden no miles, sino millones de galones para procesar la droga.

Inicien una vasta campaña de destrucción de los laboratorios y verán que se achichan y los campesinos con la ayuda estatal tienen que buscar otras opciones. Prueben por ahí y serán muy pocos los que se opongan; inicien esa campaña para ver cuántos resultan al estilo Sanclemente; paralelo a ello comenzar a destruir las pistas de aterrizaje que hoy pululan por todas partes.

Si no hay hoja, no hay laboratorios, sin estos no hay coca y si no hay coca no hay plata y sin billetes no hay paros, porque todo ese platal que cuestan esas movilizaciones lo aportan los narcos. ¿O hay dudas?

La pecueca es un olor pestilente que entra por la nariz y la cocaína un polvo blanco que también entra o inhala por la nariz, por lo que se me ocurre bautizarla como el título de esta columna.

¿Quién tendrá la culpa del daño de los semáforos, el Siva o el Tránsito? Daza dice que Katrizza y ella qué dirá. Por lo pronto hay anarquía y despelote en el centro. Dimos rever.

Columnista
28 mayo, 2021

La pecueca blanca

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

A raíz de los bloqueos a los que nos tienen sometidos, en algunas partes comienza y en otras padecen hace ratoescasez, notoria y perjudicial en todo, hasta para el agua que bebemos. El Gobierno ha sido sensato y prudente y no ha oído la voz de guerreristas que claman porque se decrete el estado de emergencia o conmoción interior; creo que es la misma friega, que […]


A raíz de los bloqueos a los que nos tienen sometidos, en algunas partes comienza y en otras padecen hace ratoescasez, notoria y perjudicial en todo, hasta para el agua que bebemos. El Gobierno ha sido sensato y prudente y no ha oído la voz de guerreristas que claman porque se decrete el estado de emergencia o conmoción interior; creo que es la misma friega, que no es otra cosa que utilizar la fuerza bruta y ponerse en pie de guerra con enfrentamientos violentos que produzcan una mortandad. 

Eso es lo que quieren los revoltosos, para después comenzar, no exagero, una cruenta y despiadada guerra, y eso es precisamente lo que el presidente, nuestro presidente Iván Duque, olfateó y no ha caído en la trampa.

Hay escasez de todo, pero hay de todo y los precios han subido; hay, como siempre, especulación, los especuladores están haciendo su agosto, todo está por las nubes; en plena cosecha de mango, níspero, zapote y mamey, vayan a comprarlos, a precio de oro y así está el bocachico, el queso y toda clase de verduras.

Pero hay un producto que su procesamiento y mercadeo no baja: la nefasta cocaína, son 200.000 hectáreas que cosechan 3 veces al año, producen más de 2.000 toneladas, 2.000.000 de kilos o 2.000.000.000 millones de gramos que distribuimos para el mundo y sale de Colombia por los famosos corredores de la droga donde no hay bloqueos ni obstáculos  en aviones comerciales, lujosas avionetas, barcos de gran calaje y elegantes yates. 

Destruir esos cultivos no es fácil ni con toda la plata del mundo; están de por medio miles de campesinos que financiados por los narcos, el gobierno de Santos se lopermitió, ferozmente se oponen a su destrucción porque de eso viven.

Por qué el Gobierno no destina los recursos que recibe de EEUU para destruir los grandes laboratorios donde procesan la hoja; por qué no ofrece jugosas recompensas por su denuncio; por qué no fija los ojos en esos pueblitos donde las estaciones gasolineras venden no miles, sino millones de galones para procesar la droga.

Inicien una vasta campaña de destrucción de los laboratorios y verán que se achichan y los campesinos con la ayuda estatal tienen que buscar otras opciones. Prueben por ahí y serán muy pocos los que se opongan; inicien esa campaña para ver cuántos resultan al estilo Sanclemente; paralelo a ello comenzar a destruir las pistas de aterrizaje que hoy pululan por todas partes.

Si no hay hoja, no hay laboratorios, sin estos no hay coca y si no hay coca no hay plata y sin billetes no hay paros, porque todo ese platal que cuestan esas movilizaciones lo aportan los narcos. ¿O hay dudas?

La pecueca es un olor pestilente que entra por la nariz y la cocaína un polvo blanco que también entra o inhala por la nariz, por lo que se me ocurre bautizarla como el título de esta columna.

¿Quién tendrá la culpa del daño de los semáforos, el Siva o el Tránsito? Daza dice que Katrizza y ella qué dirá. Por lo pronto hay anarquía y despelote en el centro. Dimos rever.