Comparto la opinión de los entendidos cuando afirman que la firma de la paz con las Farc, es una esperanza y un salto hacia el futuro. No exageramos cuando decimos que esta semana comienza otro capítulo en la historia de Colombia, 32 años después que Belisario Betancur hizo los primeros coqueteos y mostró las mejores […]
Comparto la opinión de los entendidos cuando afirman que la firma de la paz con las Farc, es una esperanza y un salto hacia el futuro. No exageramos cuando decimos que esta semana comienza otro capítulo en la historia de Colombia, 32 años después que Belisario Betancur hizo los primeros coqueteos y mostró las mejores intenciones de negociar con las Farc, con una visión algo recortada e ingenua en el alcance de este tema.
Pero es cierto que el país tiene una deuda de gratitud con los expresidentes pioneros en la búsqueda de la paz, como son Andrés Pastrana, Ernesto Samper, César Gaviria, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Hoy, después de tres años y nueve meses de arduas y complejas negociaciones en La Habana, tenemos el mejor acuerdo de paz posible, serio y muy elaborado, con las ya acostumbradas polarizaciones de los colombianos que se mueven en el marco de una democracia imperfecta que resiste y permite casi todo.
Un reconocimiento especial al profesionalismo y gran dedicación del equipo negociador que, sumado gran apoyo de las Fuerzas Armadas de Colombia, nos están presentando un resultado esperanzador y lleno de grandes sacrificios que se proyectan como un hoja de ruta para saldar la deuda histórica que tiene el país con el campo y los indígenas. Esperamos que los tres millones de hectáreas que se entregarán a los campesinos sin tierras, sean el punto de partida para acabar con la inequidad en el sector rural, algo que se debió hacer en el pasado reciente.
Los milicianos que habitan principalmente en las regiones y ciudades de relevo tendrán que migrar hacia las zonas veredales para iniciar allí el proceso de reincorporación a la vida civil, al igual que los menores en las filas de las Farc que serán tratados como víctimas y recibirán del Estado la protección que merecen y necesitan para graduarse como personas de bien, con derechos y obligaciones, en un país mejor.
Reincorporar los 15.000 guerrilleros le costará al país unos 370.000 millones de pesos, muchísimo menos de lo que se necesita para mantener el presupuesto de la guerra. Las inversiones en energía, escuelas, vías, acueductos, viviendas y centros médicos, estarán en el orden del día y comprometidas en el acuerdo final. Tenemos que desatar las cadenas sumando esfuerzos y voluntades para luchar contra las bandas criminales y el consumo interno que nos permita arrancar a nuestros compatriotas de esos negocios del narcotráfico que embrutecen y se convierten en una desgracia en toda su cadena de producción.
Comparto la opinión de los entendidos cuando afirman que la firma de la paz con las Farc, es una esperanza y un salto hacia el futuro. No exageramos cuando decimos que esta semana comienza otro capítulo en la historia de Colombia, 32 años después que Belisario Betancur hizo los primeros coqueteos y mostró las mejores […]
Comparto la opinión de los entendidos cuando afirman que la firma de la paz con las Farc, es una esperanza y un salto hacia el futuro. No exageramos cuando decimos que esta semana comienza otro capítulo en la historia de Colombia, 32 años después que Belisario Betancur hizo los primeros coqueteos y mostró las mejores intenciones de negociar con las Farc, con una visión algo recortada e ingenua en el alcance de este tema.
Pero es cierto que el país tiene una deuda de gratitud con los expresidentes pioneros en la búsqueda de la paz, como son Andrés Pastrana, Ernesto Samper, César Gaviria, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Hoy, después de tres años y nueve meses de arduas y complejas negociaciones en La Habana, tenemos el mejor acuerdo de paz posible, serio y muy elaborado, con las ya acostumbradas polarizaciones de los colombianos que se mueven en el marco de una democracia imperfecta que resiste y permite casi todo.
Un reconocimiento especial al profesionalismo y gran dedicación del equipo negociador que, sumado gran apoyo de las Fuerzas Armadas de Colombia, nos están presentando un resultado esperanzador y lleno de grandes sacrificios que se proyectan como un hoja de ruta para saldar la deuda histórica que tiene el país con el campo y los indígenas. Esperamos que los tres millones de hectáreas que se entregarán a los campesinos sin tierras, sean el punto de partida para acabar con la inequidad en el sector rural, algo que se debió hacer en el pasado reciente.
Los milicianos que habitan principalmente en las regiones y ciudades de relevo tendrán que migrar hacia las zonas veredales para iniciar allí el proceso de reincorporación a la vida civil, al igual que los menores en las filas de las Farc que serán tratados como víctimas y recibirán del Estado la protección que merecen y necesitan para graduarse como personas de bien, con derechos y obligaciones, en un país mejor.
Reincorporar los 15.000 guerrilleros le costará al país unos 370.000 millones de pesos, muchísimo menos de lo que se necesita para mantener el presupuesto de la guerra. Las inversiones en energía, escuelas, vías, acueductos, viviendas y centros médicos, estarán en el orden del día y comprometidas en el acuerdo final. Tenemos que desatar las cadenas sumando esfuerzos y voluntades para luchar contra las bandas criminales y el consumo interno que nos permita arrancar a nuestros compatriotas de esos negocios del narcotráfico que embrutecen y se convierten en una desgracia en toda su cadena de producción.