Mi auto falló en mitad de la nada, a mi alrededor solo había una densa selva, era un fin de semana donde la única persona que tomó ese camino fui yo.
Mi auto falló en mitad de la nada, a mi alrededor solo había una densa selva, era un fin de semana donde la única persona que tomó ese camino fui yo. Llovió todo el tiempo, no tenía más elección que salir por ayuda, la baja visibilidad hacia la tarea más complicada; di un paso y me detuve. Una oscuridad me atrapo, trate de no entrar en pánico, al paso de las horas empecé a sentir los estragos del cansancio, vi una luz y me dirigí hacia ella, terminó siendo una cabaña, toqué.
Abrió una joven de cabello oscuro y expresión desagradable, le conté cómo había llegado a su cabaña y me ofreció pasar la noche hasta que todo volviera a la normalidad. Paseé por la cabaña y me acosté, pero me pregunté ¿Qué hace una mujer en la mitad de la nada? detrás de sus ojos oscuros había algo que inquietaba, la joven se acercó y me dijo – La soledad acaba con la vida lentamente – quise reír pero el miedo no me dejó. La lluvia cortó la electricidad.
De un día así no podía esperar más, pero por lo menos iba a poder descansar en un lugar algo incómodo y escalofriante, pero era mejor que quedarme toda la noche caminando sin saber hacia dónde. Al pasar 1 o 2 horas, la energía regresó, así que encendí un bombillo y decidí explorar un poco más el lugar, suponía que la joven ocultaba algo… Me levanté de la cama y fui a la cocina, encontré una nota, leí: “Gracias por quedarte en mi casa para siempre”.
Intenté huir pero no pude, todas las salidas habían sido bloqueadas, intenté romper la puerta pero mi esfuerzo fue en vano. Tendido en el piso, desecho, sin comer ni tomar nada, agonizaba. Escuché pasos y una risa extraña, me aleje gateando, era ella, intentaba matarme, corrí a mi habitación con las pocas fuerzas que quedaban y cerré, luego de un tenebroso silencio salí, escuché su voz que reía más fuerte, perseguí el ruido para saber quién lo hacía. La entrada que estaba cerrada se abrió, mi cuerpo no tenía fuerzas para huir, recorrí de nuevo la cabaña y al parecer todo estaba en orden, pero cuando entré a mi habitación encontré una nueva nota en la pared “Te dije que la soledad es insoportable y peligrosa. Menos mal que estás aquí”… cuando entendí era muy tarde…Ella había acabado con mi vida.
Por: Jonathan Arrieta – I.E. Loperena Garupal #LeeresNuestroCuento
Mi auto falló en mitad de la nada, a mi alrededor solo había una densa selva, era un fin de semana donde la única persona que tomó ese camino fui yo.
Mi auto falló en mitad de la nada, a mi alrededor solo había una densa selva, era un fin de semana donde la única persona que tomó ese camino fui yo. Llovió todo el tiempo, no tenía más elección que salir por ayuda, la baja visibilidad hacia la tarea más complicada; di un paso y me detuve. Una oscuridad me atrapo, trate de no entrar en pánico, al paso de las horas empecé a sentir los estragos del cansancio, vi una luz y me dirigí hacia ella, terminó siendo una cabaña, toqué.
Abrió una joven de cabello oscuro y expresión desagradable, le conté cómo había llegado a su cabaña y me ofreció pasar la noche hasta que todo volviera a la normalidad. Paseé por la cabaña y me acosté, pero me pregunté ¿Qué hace una mujer en la mitad de la nada? detrás de sus ojos oscuros había algo que inquietaba, la joven se acercó y me dijo – La soledad acaba con la vida lentamente – quise reír pero el miedo no me dejó. La lluvia cortó la electricidad.
De un día así no podía esperar más, pero por lo menos iba a poder descansar en un lugar algo incómodo y escalofriante, pero era mejor que quedarme toda la noche caminando sin saber hacia dónde. Al pasar 1 o 2 horas, la energía regresó, así que encendí un bombillo y decidí explorar un poco más el lugar, suponía que la joven ocultaba algo… Me levanté de la cama y fui a la cocina, encontré una nota, leí: “Gracias por quedarte en mi casa para siempre”.
Intenté huir pero no pude, todas las salidas habían sido bloqueadas, intenté romper la puerta pero mi esfuerzo fue en vano. Tendido en el piso, desecho, sin comer ni tomar nada, agonizaba. Escuché pasos y una risa extraña, me aleje gateando, era ella, intentaba matarme, corrí a mi habitación con las pocas fuerzas que quedaban y cerré, luego de un tenebroso silencio salí, escuché su voz que reía más fuerte, perseguí el ruido para saber quién lo hacía. La entrada que estaba cerrada se abrió, mi cuerpo no tenía fuerzas para huir, recorrí de nuevo la cabaña y al parecer todo estaba en orden, pero cuando entré a mi habitación encontré una nueva nota en la pared “Te dije que la soledad es insoportable y peligrosa. Menos mal que estás aquí”… cuando entendí era muy tarde…Ella había acabado con mi vida.
Por: Jonathan Arrieta – I.E. Loperena Garupal #LeeresNuestroCuento