La carencia de aquel mínimum necesario para la satisfacción de necesidades a que todo ser humano cree tener derecho, es con frecuencia causa específica del delito. Garofalo, Marro, y el mismo Ferri, clasista de la escuela italiana, puntualizan en las condiciones económicas la producción de la mayor parte de los delitos; de ahí la necesidad […]
La carencia de aquel mínimum necesario para la satisfacción de necesidades a que todo ser humano cree tener derecho, es con frecuencia causa específica del delito. Garofalo, Marro, y el mismo Ferri, clasista de la escuela italiana, puntualizan en las condiciones económicas la producción de la mayor parte de los delitos; de ahí la necesidad de reprimir la indigencia a través de un concepto más social, humanitario de la vida con sus deberes y abnegaciones por parte de todos.
La influencia de la situación económica en la delincuencia de un país es cuestión sobre la que se ha debatido hace mucho tiempo y seguirá siendo alimento sabroso de nuevas controversias. Es por lo tanto superfluo ahondar demasiado en llamar la atención sobre la existencia de una situación de reconocida desigualdad social y económica que tiene repercusiones profundas en el desarrollo social y económico del país y es causante del retraso cada vez mayor con respecto de los países avanzados.
En la época actual, los problemas sociales adquieren, además, una importancia especial por la concentración en los centros urbanos y con mayor intensidad en las ciudades de mayor tamaño. Es así como se sabe, por la simple observación, que existe una pobreza altamente extendida en estas ciudades de mayor tamaño; que la población no tiene vivienda adecuada, ni servicios públicos para ellas; que buena parte de nuestros compatriotas son analfabetos y que el desempleo es extremadamente alto en estas poblaciones.
Como causas de la miseria podemos señalar la explosión demográfica y el desempleo, la migración de los campesinos a las ciudades y el déficit de vivienda, pero haciendo un análisis somero del desempleo, surge la propuesta para remediar y combatir este mal a través de la planificación familiar, habida cuenta de que el trabajo personal es la única fuente de ingreso para la mayoría de las familias colombianas y su importancia social y económica para el país reviste magnitudes perceptibles a cualquier observador. Sin embargo, la incapacidad de los sectores de la economía para absorber toda la fuerza de trabajo es cada vez más alarmante.
La tasa acumulativa de desocupación para para el año 2020 a raíz del coronavirus es del 20 % y en Valledupar sobrepasa esta cifra, lo que significa que en promedio han quedado más de 2 millones de personas sin trabajo cada año a causa de la pandemia. El grave problema que afrontamos hoy como resultado de la migración rural y la pandemia del coronavirus, no tiene su solución definitiva en el hecho de crear fuentes de trabajo poniendo a funcionar inclusive el capital privado, ni interponiendo las inversiones públicas, porque si bien es cierto que se aumentaría la capacidad productora del país, no es menos cierto que esta capacidad se vería mermada por falta de elementos humanos suficientemente preparados para cumplir y desarrollar a cabalidad el oficio.
La carencia de aquel mínimum necesario para la satisfacción de necesidades a que todo ser humano cree tener derecho, es con frecuencia causa específica del delito. Garofalo, Marro, y el mismo Ferri, clasista de la escuela italiana, puntualizan en las condiciones económicas la producción de la mayor parte de los delitos; de ahí la necesidad […]
La carencia de aquel mínimum necesario para la satisfacción de necesidades a que todo ser humano cree tener derecho, es con frecuencia causa específica del delito. Garofalo, Marro, y el mismo Ferri, clasista de la escuela italiana, puntualizan en las condiciones económicas la producción de la mayor parte de los delitos; de ahí la necesidad de reprimir la indigencia a través de un concepto más social, humanitario de la vida con sus deberes y abnegaciones por parte de todos.
La influencia de la situación económica en la delincuencia de un país es cuestión sobre la que se ha debatido hace mucho tiempo y seguirá siendo alimento sabroso de nuevas controversias. Es por lo tanto superfluo ahondar demasiado en llamar la atención sobre la existencia de una situación de reconocida desigualdad social y económica que tiene repercusiones profundas en el desarrollo social y económico del país y es causante del retraso cada vez mayor con respecto de los países avanzados.
En la época actual, los problemas sociales adquieren, además, una importancia especial por la concentración en los centros urbanos y con mayor intensidad en las ciudades de mayor tamaño. Es así como se sabe, por la simple observación, que existe una pobreza altamente extendida en estas ciudades de mayor tamaño; que la población no tiene vivienda adecuada, ni servicios públicos para ellas; que buena parte de nuestros compatriotas son analfabetos y que el desempleo es extremadamente alto en estas poblaciones.
Como causas de la miseria podemos señalar la explosión demográfica y el desempleo, la migración de los campesinos a las ciudades y el déficit de vivienda, pero haciendo un análisis somero del desempleo, surge la propuesta para remediar y combatir este mal a través de la planificación familiar, habida cuenta de que el trabajo personal es la única fuente de ingreso para la mayoría de las familias colombianas y su importancia social y económica para el país reviste magnitudes perceptibles a cualquier observador. Sin embargo, la incapacidad de los sectores de la economía para absorber toda la fuerza de trabajo es cada vez más alarmante.
La tasa acumulativa de desocupación para para el año 2020 a raíz del coronavirus es del 20 % y en Valledupar sobrepasa esta cifra, lo que significa que en promedio han quedado más de 2 millones de personas sin trabajo cada año a causa de la pandemia. El grave problema que afrontamos hoy como resultado de la migración rural y la pandemia del coronavirus, no tiene su solución definitiva en el hecho de crear fuentes de trabajo poniendo a funcionar inclusive el capital privado, ni interponiendo las inversiones públicas, porque si bien es cierto que se aumentaría la capacidad productora del país, no es menos cierto que esta capacidad se vería mermada por falta de elementos humanos suficientemente preparados para cumplir y desarrollar a cabalidad el oficio.