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La infinitud de Dios

Por: Valerio Mejía Araújo “¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!”.   Romanos 11:33 La infinitud supone ausencia de límites y para nuestras mentes finitas, es imposible captar lo ilimitado. De cara a la infinitud, toda elocuencia se queda muda, todo […]

La infinitud de Dios

La infinitud de Dios

Por: Valerio

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Por: Valerio Mejía Araújo

“¡Oh profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!”.   Romanos 11:33

La infinitud supone ausencia de límites y para nuestras mentes finitas, es imposible captar lo ilimitado.
De cara a la infinitud, toda elocuencia se queda muda, todo esfuerzo mental resulta débil. Dios es mayor que la mente misma, no podemos concebir su grandeza. Él es superior a todo lenguaje, y no hay afirmación que lo pueda expresar. Todos nuestros pensamientos acerca de Dios serán inferiores y nuestras expresiones más elevadas serán triviales comparadas con Él mismo.
Cuando decimos que Dios es infinito, significa que Él no conoce límites. Cuanto Dios sea y todo cuanto Dios es carece de límites. Es decir, que Dios es inconmensurable, que no se le puede medir. La medida es la forma que tienen las cosas creadas de dar cuenta de sí mismas. Describe las limitaciones y las imperfecciones, y por lo tanto no se le puede aplicar a Dios.
Conceptos como: peso, distancia, largo y todas las medidas aplicadas a los líquidos, la energía, el sonido, la luz y los números no se le pueden aplicar a Dios. Tampoco le podríamos aplicar cualidades abstractas como grande o pequeño. Trato de decir, que nuestros conceptos de medida comprenden a las montañas y a los hombres, a los átomos y a las estrellas, a la gravedad, la energía, los números, la velocidad, pero nunca a Dios.
No podemos hablar de medida, cantidad, tamaño o peso porque en Dios no hay grados. Todo lo que Dios es, lo es sin crecimiento, adición o desarrollo. No hay en Dios nada que sea mayor o menor, Él es lo que es en sí mismo, sin pensamientos o palabras que lo califiquen.
Ahora bien, ¿qué significa para nosotros la infinitud de Dios? Puesto que la naturaleza de Dios es infinita, todo lo que brota de ella también es infinito.
En ocasiones, nos sentimos frustrados por las limitaciones que se nos imponen de dentro y de fuera. Los años de nuestra vida son pocos, y pasan con demasiada rapidez. La vida es un ensayo corto y febril para un concierto que no nos podemos quedar para dar.
Justamente cuando parecemos haber alcanzado alguna destreza, se nos obliga a dejar nuestro instrumento en el suelo. Sencillamente, no hay tiempo suficiente para pensar, para llegar a ser, para realizar aquello que soñamos o que la constitución de nuestra naturaleza nos indica que somos capaces de hacer. “La vida va de medio día pa´bajo”, como diría “el Dañao”.
Querido amigo lector, volvámonos de nuestras limitaciones a un Dios que no tiene ninguna. En su corazón yacen años eternos. Para Dios el tiempo no pasa, sino que permanece, y los que están en Cristo comparten con Él todas las riquezas de un tiempo sin límites y unos años sin fin. Dios nunca se apresura, no tiene fechas límites para las obras que realiza. Así, pues, aquietemos nuestro espíritu, relajemos nuestros nervios y confiemos plenamente en Él.
Por otro lado, el don de la vida eterna en Cristo Jesús, es tan ilimitado como Dios mismo. Poseemos la vida de Dios mismo, y compartimos con Él su infinitud. En Dios hay vida suficiente para todos y tiempo suficiente para disfrutarla.
Su misericordia también es infinita, todo aquel que ha sentido el acuciante dolor de la culpa lo sabe. La abundancia de finitud es el terror del mundo, pero la sobreabundancia de gracia es la esperanza de la humanidad. Por mucho que abunden nuestros errores y equivocaciones, sigue teniendo sus límites porque es producto de mentes y corazones finitos; pero la sobreabundancia divina nos introduce al disfrute de la infinitud de Dios.
Su amor también es infinito. Es inconmensurable. No tiene límites. Su amor es algo que Él es, y Él es infinito; por eso tiene la capacidad de envolver en sí mismo a toda criatura con amor eterno.
“Querido Dios, déjanos conocerte tal como eres, para que podamos adorarte tal como debemos. Amén”.

Recuerda: la infinitud de Dios, abre la posibilidad de la trascendencia para nosotros. Prepárale morada con amor y fe en tu corazón. Deséalo lo suficiente y Él vendrá a manifestarse en tu vida.

Te mando un abrazo de parte del Dios infinito.
valeriomejia@etb.net.co

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