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Columnista - 20 diciembre, 2022

La industria electoral

Por Eloy Gutiérrez Anaya Si bien en términos económicos la palabra industria está relacionada con la transformación de materias primas, se ha acuñado también, aunque de manera equivocada para denotar un conglomerado de empresas u ofertas de productos y servicios del mismo sector que conforman una misma dinámica económica, aunque también podría catalogarse como un […]

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Por Eloy Gutiérrez Anaya

Si bien en términos económicos la palabra industria está relacionada con la transformación de materias primas, se ha acuñado también, aunque de manera equivocada para denotar un conglomerado de empresas u ofertas de productos y servicios del mismo sector que conforman una misma dinámica económica, aunque también podría catalogarse como un clúster. 

Así las cosas, lo que ocurre cada vez que se aproxima una nueva elección al congreso o para elegir mandatarios territoriales es que se activan estas industrias o clúster alrededor de esas campañas que mueven cifras astronómicas y escandalosamente altas.

A pesar de que el CNE (Consejo Nacional Electoral) fija los topes para las campañas y para los partidos, es un secreto a voces que ningún partido los respeta, incluso pueden llegar a triplicar dichos valores haciendo que esta “industria” mueva miles de millones de pesos convirtiendo en costumbre que cada elección es una especie de feria donde participan empresas de publicidad, estrategas de marketing político, empresas de transporte, logística, restaurantes, estaciones de combustible, agrupaciones musicales y por supuesto aquellos personajes de los barrios y comunas a los que se les ha mal llamado “líderes”, que no son otra cosa que timadores y oportunistas que van de elección en elección lucrándose de las distintas campañas, por supuesto con excepciones.

Ahora bien, si es un hecho notorio que estas campañas mueven cifras que son incalculables pues por moverse de manera clandestina y en efectivo nunca quedan registradas en la contabilidad oficial ¿De dónde viene este dinero que se gasta sin control y a manos llenas? No cabe duda de que su fuente principal son contratistas del estado, empresas que hacen lobby ante los gobiernos para buscar beneficios y por supuesto de organizaciones criminales y narcotraficantes que ya están enquistados en el poder y encontraron por un lado la vía más expedita para tener inmunidad y por otro una manera fácil de lavar sus fortunas mal habidas.

El resultado de esta práctica, que se volvió cultura, ha hecho un daño irreparable en la democracia pura pues elimina de tajo cualquier posibilidad que candidatos y organizaciones que no cuenten con estos apoyos puedan plantear campañas basadas en el debate político e ideológico y por supuesto propuestas serias para intervenir de una buena vez los problemas reales que agobian al departamento y a la ciudad, es decir quien no tenga la posibilidad de conseguir un financiador tiene pocas o ninguna posibilidad de ganar un espacio de elección popular.

Las consecuencias de esta dinámica es que los mandatarios elegidos bajo esta nefasta fórmula pierden total autonomía de su gestión y gobiernan de espalda a la realidad y a los verdaderos problemas de la ciudad o del departamento, pues se les hace obligatorio garantizar el retorno de las inversiones de sus financiadores a través de obras suntuosas, sin planificación y como ya lo había mencionado terminan en sendos elefantes blancos como monumentos a la corrupción y una bofetada a la ciudadanía que sucumbe ante la inseguridad, la pobreza extrema, pésimos servicios públicos, pero contemplando como algunos mandatarios juegan a ser faraones con sus obras “majestuosas”.

En las tertulias políticas no se habla de otra cosa “fulano es muy bueno, pero no tiene la plata”, “zutanito podría ser una buena opción, pero no lo respalda mengano o fulana” y así de manera consciente vamos normalizando aquella práctica nefasta de permitir que los principales cargos gubernamentales sean literalmente comprados por organizaciones oscuras negando cualquier posibilidad a una ciudad y a un departamento y quizá a un país de encontrar la senda de desarrollo a través de la democracia real.

El problema es que está arraigado y tatuado en nuestros genes el deseo de ganar, es un problema de egos, de competencias entre la suntuosidad y la vulgaridad, perdimos la ética, la estética, la moral, con tal de tener el poder y una vez lo ostentan aflora lo peor que llevan guardado y se convierten en tiranos y déspotas que ni oyen ni ven ni entienden y solo dan rienda suelta a su egoísmo y su vileza.

Dictadores y tiranos a través de la historia han caído de manera estrepitosa, Valledupar y el Cesar tienen en sus manos la posibilidad histórica de cambiar el rumbo y ojalá puedan leerla y actuar en consecuencia, de lo contrario, apague y vámonos.

Columnista
20 diciembre, 2022

La industria electoral

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eloy Gutiérrez Anaya

Por Eloy Gutiérrez Anaya Si bien en términos económicos la palabra industria está relacionada con la transformación de materias primas, se ha acuñado también, aunque de manera equivocada para denotar un conglomerado de empresas u ofertas de productos y servicios del mismo sector que conforman una misma dinámica económica, aunque también podría catalogarse como un […]


Por Eloy Gutiérrez Anaya

Si bien en términos económicos la palabra industria está relacionada con la transformación de materias primas, se ha acuñado también, aunque de manera equivocada para denotar un conglomerado de empresas u ofertas de productos y servicios del mismo sector que conforman una misma dinámica económica, aunque también podría catalogarse como un clúster. 

Así las cosas, lo que ocurre cada vez que se aproxima una nueva elección al congreso o para elegir mandatarios territoriales es que se activan estas industrias o clúster alrededor de esas campañas que mueven cifras astronómicas y escandalosamente altas.

A pesar de que el CNE (Consejo Nacional Electoral) fija los topes para las campañas y para los partidos, es un secreto a voces que ningún partido los respeta, incluso pueden llegar a triplicar dichos valores haciendo que esta “industria” mueva miles de millones de pesos convirtiendo en costumbre que cada elección es una especie de feria donde participan empresas de publicidad, estrategas de marketing político, empresas de transporte, logística, restaurantes, estaciones de combustible, agrupaciones musicales y por supuesto aquellos personajes de los barrios y comunas a los que se les ha mal llamado “líderes”, que no son otra cosa que timadores y oportunistas que van de elección en elección lucrándose de las distintas campañas, por supuesto con excepciones.

Ahora bien, si es un hecho notorio que estas campañas mueven cifras que son incalculables pues por moverse de manera clandestina y en efectivo nunca quedan registradas en la contabilidad oficial ¿De dónde viene este dinero que se gasta sin control y a manos llenas? No cabe duda de que su fuente principal son contratistas del estado, empresas que hacen lobby ante los gobiernos para buscar beneficios y por supuesto de organizaciones criminales y narcotraficantes que ya están enquistados en el poder y encontraron por un lado la vía más expedita para tener inmunidad y por otro una manera fácil de lavar sus fortunas mal habidas.

El resultado de esta práctica, que se volvió cultura, ha hecho un daño irreparable en la democracia pura pues elimina de tajo cualquier posibilidad que candidatos y organizaciones que no cuenten con estos apoyos puedan plantear campañas basadas en el debate político e ideológico y por supuesto propuestas serias para intervenir de una buena vez los problemas reales que agobian al departamento y a la ciudad, es decir quien no tenga la posibilidad de conseguir un financiador tiene pocas o ninguna posibilidad de ganar un espacio de elección popular.

Las consecuencias de esta dinámica es que los mandatarios elegidos bajo esta nefasta fórmula pierden total autonomía de su gestión y gobiernan de espalda a la realidad y a los verdaderos problemas de la ciudad o del departamento, pues se les hace obligatorio garantizar el retorno de las inversiones de sus financiadores a través de obras suntuosas, sin planificación y como ya lo había mencionado terminan en sendos elefantes blancos como monumentos a la corrupción y una bofetada a la ciudadanía que sucumbe ante la inseguridad, la pobreza extrema, pésimos servicios públicos, pero contemplando como algunos mandatarios juegan a ser faraones con sus obras “majestuosas”.

En las tertulias políticas no se habla de otra cosa “fulano es muy bueno, pero no tiene la plata”, “zutanito podría ser una buena opción, pero no lo respalda mengano o fulana” y así de manera consciente vamos normalizando aquella práctica nefasta de permitir que los principales cargos gubernamentales sean literalmente comprados por organizaciones oscuras negando cualquier posibilidad a una ciudad y a un departamento y quizá a un país de encontrar la senda de desarrollo a través de la democracia real.

El problema es que está arraigado y tatuado en nuestros genes el deseo de ganar, es un problema de egos, de competencias entre la suntuosidad y la vulgaridad, perdimos la ética, la estética, la moral, con tal de tener el poder y una vez lo ostentan aflora lo peor que llevan guardado y se convierten en tiranos y déspotas que ni oyen ni ven ni entienden y solo dan rienda suelta a su egoísmo y su vileza.

Dictadores y tiranos a través de la historia han caído de manera estrepitosa, Valledupar y el Cesar tienen en sus manos la posibilidad histórica de cambiar el rumbo y ojalá puedan leerla y actuar en consecuencia, de lo contrario, apague y vámonos.