OPINIÓN

La hemiplejía moral del presidente

Para Gustavo Petro, la humanidad se divide en dos: los malos y los revolucionarios. Estos últimos no son solo buenos, sino virtuosos y ejemplares.

La hemiplejía moral del presidente

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Para Gustavo Petro, la humanidad se divide en dos: los malos y los revolucionarios. Estos últimos no son solo buenos, sino virtuosos y ejemplares. Esta dicotomía se extiende a todos los ámbitos de la vida: capitalistas versus proletariado, explotadores versus explotados, burguesía versus pueblo, ejército versus guerrilla, y así sucesivamente. Es una visión del mundo propia de los jóvenes recién contagiados por el llamado “sarampión marxista”, pero resulta extraña en un líder curtido en mil batallas.

Esta forma de percibir el mundo es ampliamente reconocida por la academia. En 1937, José Ortega y Gasset la denominó hemiplejia moral. Describe a quienes, al identificarse con la derecha o la izquierda, son incapaces de pensar más allá de su ideología, de manera similar a cómo una persona con hemiplejia sufre parálisis en la mitad de su cuerpo. Pero Ortega y Gasset no la consideraba solo una limitación del pensamiento, sino un problema filosófico más profundo. Sostenía que el ser humano no debe interpretar su vida y sus actos únicamente desde la óptica política, sino desde la perspectiva filosófica, que es la verdaderamente innata en la humanidad.

La hemiplejía moral tiene diversas implicaciones. Una de ellas es el sesgo ideológico, consistente en evaluar los eventos históricos, políticos o sociales desde una única perspectiva, justificando los errores de “su lado” mientras condenan los del adversario. En muchos casos, este fenómeno lleva a minimizar o excusar actos de violencia, corrupción o autoritarismo cuando son cometidos por “los suyos”, pero condenarlos ferozmente cuando los comete el otro bando. Por otra parte, esta actitud refuerza la división en la sociedad, generando enfrentamientos entre bandos que consideran que solo ellos tienen la verdad, lo que dificulta el diálogo y la convivencia. Finalmente, tenemos a la manipulación histórica, que se refleja en la forma en que se narran los hechos del pasado, omitiendo o distorsionando realidades incómodas para favorecer una versión parcializada de la historia. 

Sin embargo, quizás su peor implicación sea el deterioro del pensamiento crítico y pragmático, lo que impide analizar los hechos de manera objetiva y debilita la capacidad de razonar con profundidad y tomar decisiones acertadas. Esto podría explicar por qué ha desperdiciado la gran oportunidad de generar un cambio significativo al enfocarse en asuntos secundarios. En realidad, su hemiplejía moral le impidió hacer un aporte sustancial, pues en su mente primaba la idea de una revolución popular o socialista. Desencantado, lo reconoció en la reciente entrevista con El País de España, donde admitió haberse equivocado al creer que podía “hacer una revolución gobernando, cuando eso lo hace el pueblo”.

La mejor prueba de su hemiplejía mental es su convicción de que el socialismo es la solución para un país pobre como Colombia, subdesarrollado y atrapado en la corrupción y la violencia. Esta idea contradice la evidencia, pues los estudios sobre la violencia en el Tercer Mundo han demostrado que el crecimiento económico es la única vía sostenible para superar el conflicto. Además, la historia ha dejado claro que los sistemas de economía estatizada jamás han logrado una prosperidad duradera.

Por: Amador Ovalle Rodríguez

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