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Columnista - 18 enero, 2023

La gracia de la vida es la muerte 

Aunque para el escritor, poeta, novelista y pintor alemán nacionalizado suizo, Hermann Hesse, autor de la novela ‘El Lobo Estepario’, la gracia de la vida es la muerte, y concibe que la eternidad sería una tortura, científicos de la Universidad de Harvard de Estados Unidos han alcanzado un hito clave en el aprendizaje para revertir el envejecimiento tras una serie de experimentos con ratones. 

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Aunque para el escritor, poeta, novelista y pintor alemán nacionalizado suizo, Hermann Hesse, autor de la novela ‘El Lobo Estepario’, la gracia de la vida es la muerte, y concibe que la eternidad sería una tortura, científicos de la Universidad de Harvard de Estados Unidos han alcanzado un hito clave en el aprendizaje para revertir el envejecimiento tras una serie de experimentos con ratones. 

Es que con una simple inyección han conseguido duplicar la vida que les quedaba a unos ratones muy viejos, luego de un trabajo que llevó 13 años de desarrollo y que fue publicado esta semana en la revista Cell. Envejecer es algo natural e inevitable, el destino de todos. Así es como la gran mayoría de nosotros encara la vida, pero no el genetista David Sinclair. 

Basándose en sus estudios de más de dos décadas, dice que es posible retrasar el envejecimiento con unos hábitos sencillos para que tengamos una vida más larga y saludable. 

Sigmund Freud, neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras del siglo XX, sostiene que “entramos al mundo solos y salimos solos”, identificado con el ciclo de envejecimiento del que hace parte la vejez, como última etapa de la vida, proceso que inicia con el nacimiento y termina con la muerte. 

Sin embargo, morir en Cristo es ganancia por la salvación, que no es potestad de la ciencia, que bien puede prolongar la vida, pero no salvan el cuerpo ni el alma, según doctrina divina y criterio del médico especialista en cirugía, José Manuel Romero Churio, quien reafirma que ‘nosotros los médicos curamos y hasta prolongamos la existencia, pero no salvamos’. 

Ahora bien, Santa Teresa de Jesús, monja española, cuyo nombre de pila era Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, exclamaba: ¡Muero para vivir, tan alta vida espero, que muero porque no muero!, es decir, basaba la vida en la muerte. 

‘El Lobo Estepario’, obra con la que Hermann Hesse ganó el Nobel en 1946, es en gran parte un reflejo de la profunda crisis espiritual que sufrió el autor en la década de 1920, mientras retrata la división del protagonista entre su humanidad y su lobuna apariencia huraña, su agresividad y su desarraigo. La novela se convirtió en un éxito internacional, a pesar de que Hesse demandó posteriormente que el libro fue mal interpretado en gran medida. 

Ahí está planteda la discusión entre la ciencia, que sostiene que la vejez es una enfermedad, la doctrina que es un cuerpo de conocimientos y la metafísica como parte de la filosofía que trata del ser, sin soslayar que la pena en el alma es más cruenta que la pena en el cuerpo. 

Harry Haller, protagonista de esta emblemática novela, ha acabado convirtiéndose en un arquetipo literario en el que se reconocen quienes padecen los devastadores efectos deshumanizadores de una sociedad insolidaria y atomizada. 

Hessen, sumido entre 1915 y 1919 en un profundo padecimiento nervioso depresivo desató en él una crisis existencial que lo llevó a replantearse cuestiones sobre el sentido de la vida, hasta demostrar cómo ese cataclismo interior de trastornos psicológicos que sufrió, fueron un punto de quiebre para la creación de una obra de literatura que le sirvió como una especie de sanación simbólica y temporal. Queda demostrado cómo estas enfermedades psicológicas muchas veces son las génesis fundamentales para la creación artística.

Por Miguel Aroca Yepes 

Columnista
18 enero, 2023

La gracia de la vida es la muerte 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Aunque para el escritor, poeta, novelista y pintor alemán nacionalizado suizo, Hermann Hesse, autor de la novela ‘El Lobo Estepario’, la gracia de la vida es la muerte, y concibe que la eternidad sería una tortura, científicos de la Universidad de Harvard de Estados Unidos han alcanzado un hito clave en el aprendizaje para revertir el envejecimiento tras una serie de experimentos con ratones. 


Aunque para el escritor, poeta, novelista y pintor alemán nacionalizado suizo, Hermann Hesse, autor de la novela ‘El Lobo Estepario’, la gracia de la vida es la muerte, y concibe que la eternidad sería una tortura, científicos de la Universidad de Harvard de Estados Unidos han alcanzado un hito clave en el aprendizaje para revertir el envejecimiento tras una serie de experimentos con ratones. 

Es que con una simple inyección han conseguido duplicar la vida que les quedaba a unos ratones muy viejos, luego de un trabajo que llevó 13 años de desarrollo y que fue publicado esta semana en la revista Cell. Envejecer es algo natural e inevitable, el destino de todos. Así es como la gran mayoría de nosotros encara la vida, pero no el genetista David Sinclair. 

Basándose en sus estudios de más de dos décadas, dice que es posible retrasar el envejecimiento con unos hábitos sencillos para que tengamos una vida más larga y saludable. 

Sigmund Freud, neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras del siglo XX, sostiene que “entramos al mundo solos y salimos solos”, identificado con el ciclo de envejecimiento del que hace parte la vejez, como última etapa de la vida, proceso que inicia con el nacimiento y termina con la muerte. 

Sin embargo, morir en Cristo es ganancia por la salvación, que no es potestad de la ciencia, que bien puede prolongar la vida, pero no salvan el cuerpo ni el alma, según doctrina divina y criterio del médico especialista en cirugía, José Manuel Romero Churio, quien reafirma que ‘nosotros los médicos curamos y hasta prolongamos la existencia, pero no salvamos’. 

Ahora bien, Santa Teresa de Jesús, monja española, cuyo nombre de pila era Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, exclamaba: ¡Muero para vivir, tan alta vida espero, que muero porque no muero!, es decir, basaba la vida en la muerte. 

‘El Lobo Estepario’, obra con la que Hermann Hesse ganó el Nobel en 1946, es en gran parte un reflejo de la profunda crisis espiritual que sufrió el autor en la década de 1920, mientras retrata la división del protagonista entre su humanidad y su lobuna apariencia huraña, su agresividad y su desarraigo. La novela se convirtió en un éxito internacional, a pesar de que Hesse demandó posteriormente que el libro fue mal interpretado en gran medida. 

Ahí está planteda la discusión entre la ciencia, que sostiene que la vejez es una enfermedad, la doctrina que es un cuerpo de conocimientos y la metafísica como parte de la filosofía que trata del ser, sin soslayar que la pena en el alma es más cruenta que la pena en el cuerpo. 

Harry Haller, protagonista de esta emblemática novela, ha acabado convirtiéndose en un arquetipo literario en el que se reconocen quienes padecen los devastadores efectos deshumanizadores de una sociedad insolidaria y atomizada. 

Hessen, sumido entre 1915 y 1919 en un profundo padecimiento nervioso depresivo desató en él una crisis existencial que lo llevó a replantearse cuestiones sobre el sentido de la vida, hasta demostrar cómo ese cataclismo interior de trastornos psicológicos que sufrió, fueron un punto de quiebre para la creación de una obra de literatura que le sirvió como una especie de sanación simbólica y temporal. Queda demostrado cómo estas enfermedades psicológicas muchas veces son las génesis fundamentales para la creación artística.

Por Miguel Aroca Yepes