Los estudios sostienen que el voto, lejos de ser un ejercicio puramente racional, está profundamente arraigado en nuestras emociones, eso fue lo que pasó en Argentina.
Por Alfredo Jones Sánchez.
Los estudios sostienen que el voto, lejos de ser un ejercicio puramente racional, está profundamente arraigado en nuestras emociones, eso fue lo que pasó en Argentina. La ciencia respalda la idea de que sentimientos como el miedo, la ira y la nostalgia desempeñan un papel crucial en la toma de decisiones en el proceso electoral. En este contexto, surge el desafío de los políticos y líderes de cómo conectar de manera efectiva con el electorado para que el mensaje resuene en el terreno emocional.
Un análisis detenido revela que el voto motivado por el miedo ha sido significativo, aunque se ve eclipsado por la magnitud de la ira. La reciente experiencia electoral en Argentina ilustra este fenómeno, destacando la incapacidad de los gobernantes y sectores económicos afines al oficialismo para comprender el hartazgo ciudadano. La ira, como fuerza, se ha manifestado de manera poderosa en las decisiones de voto, destacando la desconexión entre los líderes y la realidad palpable, sobre todo en lo económico que enfrenta la población argentina.
El profesor argentino Mario Riorda propone una premisa reveladora: “una mala gestión garantiza un voto castigo, mientras que una buena gestión no necesariamente garantiza un voto premio”. Esta afirmación subraya la importancia de entender que la eficacia política no se traduce automáticamente en apoyo electoral. Los ciudadanos están más inclinados a expresar su descontento a través del voto cuando perciben una gestión deficiente, una respuesta emocional que desafía las expectativas convencionales sobre cómo se forman las preferencias electorales.
Conectar con el electorado a nivel emocional es crucial. No solo se trata de presentar políticas; es fundamental abordar las emociones que influyen en las decisiones. La empatía, autenticidad y comprensión de las preocupaciones ciudadanas son clave para establecer una conexión real. Ignorar estas emociones puede llevar a una desconexión devastadora entre líderes y ciudadanos.
El voto está fuertemente ligado a nuestras emociones. Los políticos deben comprender y abordar este aspecto crucial para impactar realmente en la gente. Con la ira, miedo y nostalgia como impulsores, el desafío es establecer una conexión genuina más allá de las promesas políticas. Es necesario construir puentes emocionales que unan a líderes y ciudadanos en un diálogo significativo y constructivo, alejándose del espectáculo político, de las críticas sin rigor o desde posiciones ideológicas a la política exterior de los otros países o mensajes como el “Dilo sin llorar”.
Los estudios sostienen que el voto, lejos de ser un ejercicio puramente racional, está profundamente arraigado en nuestras emociones, eso fue lo que pasó en Argentina.
Por Alfredo Jones Sánchez.
Los estudios sostienen que el voto, lejos de ser un ejercicio puramente racional, está profundamente arraigado en nuestras emociones, eso fue lo que pasó en Argentina. La ciencia respalda la idea de que sentimientos como el miedo, la ira y la nostalgia desempeñan un papel crucial en la toma de decisiones en el proceso electoral. En este contexto, surge el desafío de los políticos y líderes de cómo conectar de manera efectiva con el electorado para que el mensaje resuene en el terreno emocional.
Un análisis detenido revela que el voto motivado por el miedo ha sido significativo, aunque se ve eclipsado por la magnitud de la ira. La reciente experiencia electoral en Argentina ilustra este fenómeno, destacando la incapacidad de los gobernantes y sectores económicos afines al oficialismo para comprender el hartazgo ciudadano. La ira, como fuerza, se ha manifestado de manera poderosa en las decisiones de voto, destacando la desconexión entre los líderes y la realidad palpable, sobre todo en lo económico que enfrenta la población argentina.
El profesor argentino Mario Riorda propone una premisa reveladora: “una mala gestión garantiza un voto castigo, mientras que una buena gestión no necesariamente garantiza un voto premio”. Esta afirmación subraya la importancia de entender que la eficacia política no se traduce automáticamente en apoyo electoral. Los ciudadanos están más inclinados a expresar su descontento a través del voto cuando perciben una gestión deficiente, una respuesta emocional que desafía las expectativas convencionales sobre cómo se forman las preferencias electorales.
Conectar con el electorado a nivel emocional es crucial. No solo se trata de presentar políticas; es fundamental abordar las emociones que influyen en las decisiones. La empatía, autenticidad y comprensión de las preocupaciones ciudadanas son clave para establecer una conexión real. Ignorar estas emociones puede llevar a una desconexión devastadora entre líderes y ciudadanos.
El voto está fuertemente ligado a nuestras emociones. Los políticos deben comprender y abordar este aspecto crucial para impactar realmente en la gente. Con la ira, miedo y nostalgia como impulsores, el desafío es establecer una conexión genuina más allá de las promesas políticas. Es necesario construir puentes emocionales que unan a líderes y ciudadanos en un diálogo significativo y constructivo, alejándose del espectáculo político, de las críticas sin rigor o desde posiciones ideológicas a la política exterior de los otros países o mensajes como el “Dilo sin llorar”.