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Columnista - 28 septiembre, 2016

La cultura que cura

Como ciudadanos siempre tenemos mentalizado un ideal de ciudad. Es así como concebimos en la mente nuestros propios planes locales, diseñados a partir de las necesidades que diariamente vivenciamos y sentimos, ya bien sea como transeúntes, como conductores o simplemente como usuarios de los servicios públicos, y una de las estrategias que tenemos en ese […]

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Como ciudadanos siempre tenemos mentalizado un ideal de ciudad. Es así como concebimos en la mente nuestros propios planes locales, diseñados a partir de las necesidades que diariamente vivenciamos y sentimos, ya bien sea como transeúntes, como conductores o simplemente como usuarios de los servicios públicos, y una de las estrategias que tenemos en ese imaginario es que la “cultura” sea el alma motora que impulse y guíe el sentido humano de la ciudad; que la cultura sea el artífice de la transformación de los malos hábitos; que sea la cultura el tejido amoroso que modifique nuestros comportamientos agresivos e indiferentes; que sea desde la cultura en su profunda espiritualidad que se pueda hacer una reinvención de nuestro sistema de valores, para que estos se vean reflejados en todas partes (en el barrio, en las calles, en el mercado, en los colegios etc.)

Qué bueno que hoy a Valledupar ha llegado un alcalde que está interpretando el pensamiento colectivo de muchos ciudadanos; un alcalde que tiene fijada la mirada en la “cultura ciudadana” como un instrumento de cambio de la ciudad a partir de cinco componentes: 1. Imagen de ciudad. 2. Convivencia ciudadana. 3. Cultura cívica. 3. Cultura de la legalidad y 5. Cultura de la participación. Un alcalde que está pensando que la gente sea también aliada y protagonista de ese cambio; un alcalde que está haciendo una apuesta de gobierno en el que se caracteriza la acción, bajo un modelo de gestión pública en el que se propone, se escucha, se decide e involucra a la población en las decisiones locales desde el programa “el alcalde al barrio”.

Un alcalde que propende por el mejoramiento y construcción de la infraestructura y la obra nueva; un alcalde con una alta capacidad de coordinación intersectorial y articulación política. Pero pese a todo este liderazgo, que tiene nuestro mandatario municipal Tuto Uhía, tenemos que ser conscientes que construir una ciudad como la que soñamos, es una tarea de todos, por ello como ciudadanos tenemos un llamado para acompañar este proceso, configurando un sistema de valores que nos haga pensar, sentir y actuar con responsabilidad, con sentido de pertenencia, pero sobre todo, con amor por esta hermosa ciudad.

No basta entonces con las cámaras de seguridad, con el policía del cuadrante, con las señales de tránsito prohibitivas, con la inmovilización de los vehículos, con la invitación a practicar la cultura de la legalidad, si como ciudadanos seguimos indiferentes y de espalda a la ciudad. Este modelo de gestión participativa y democrática nos invita a dimensionar nuestro papel como ciudadanos y a intencionar nuestras prácticas hacia el fortalecimiento de los valores de la solidaridad, la sensibilidad, la expresividad, la identidad y pertenencia. Este conjunto de prácticas conscientes y altruistas, es precisamente la “cultura que cura”, que transforma y que revitaliza cualquier proyecto de modernización en una ciudad, desde la óptica social y humana.

No olvidemos que la administración solo actúa como garante de nuestros derechos, quedándonos a nosotros los ciudadanos el deber de interactuar y armonizar nuestras relaciones con la comunidad y el Estado para lograr una convivencia pacífica; esto es también una forma de firmar pactos de convivencia ciudadana y sembrar la semilla de la paz en nuestra localidad.

Columnista
28 septiembre, 2016

La cultura que cura

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Como ciudadanos siempre tenemos mentalizado un ideal de ciudad. Es así como concebimos en la mente nuestros propios planes locales, diseñados a partir de las necesidades que diariamente vivenciamos y sentimos, ya bien sea como transeúntes, como conductores o simplemente como usuarios de los servicios públicos, y una de las estrategias que tenemos en ese […]


Como ciudadanos siempre tenemos mentalizado un ideal de ciudad. Es así como concebimos en la mente nuestros propios planes locales, diseñados a partir de las necesidades que diariamente vivenciamos y sentimos, ya bien sea como transeúntes, como conductores o simplemente como usuarios de los servicios públicos, y una de las estrategias que tenemos en ese imaginario es que la “cultura” sea el alma motora que impulse y guíe el sentido humano de la ciudad; que la cultura sea el artífice de la transformación de los malos hábitos; que sea la cultura el tejido amoroso que modifique nuestros comportamientos agresivos e indiferentes; que sea desde la cultura en su profunda espiritualidad que se pueda hacer una reinvención de nuestro sistema de valores, para que estos se vean reflejados en todas partes (en el barrio, en las calles, en el mercado, en los colegios etc.)

Qué bueno que hoy a Valledupar ha llegado un alcalde que está interpretando el pensamiento colectivo de muchos ciudadanos; un alcalde que tiene fijada la mirada en la “cultura ciudadana” como un instrumento de cambio de la ciudad a partir de cinco componentes: 1. Imagen de ciudad. 2. Convivencia ciudadana. 3. Cultura cívica. 3. Cultura de la legalidad y 5. Cultura de la participación. Un alcalde que está pensando que la gente sea también aliada y protagonista de ese cambio; un alcalde que está haciendo una apuesta de gobierno en el que se caracteriza la acción, bajo un modelo de gestión pública en el que se propone, se escucha, se decide e involucra a la población en las decisiones locales desde el programa “el alcalde al barrio”.

Un alcalde que propende por el mejoramiento y construcción de la infraestructura y la obra nueva; un alcalde con una alta capacidad de coordinación intersectorial y articulación política. Pero pese a todo este liderazgo, que tiene nuestro mandatario municipal Tuto Uhía, tenemos que ser conscientes que construir una ciudad como la que soñamos, es una tarea de todos, por ello como ciudadanos tenemos un llamado para acompañar este proceso, configurando un sistema de valores que nos haga pensar, sentir y actuar con responsabilidad, con sentido de pertenencia, pero sobre todo, con amor por esta hermosa ciudad.

No basta entonces con las cámaras de seguridad, con el policía del cuadrante, con las señales de tránsito prohibitivas, con la inmovilización de los vehículos, con la invitación a practicar la cultura de la legalidad, si como ciudadanos seguimos indiferentes y de espalda a la ciudad. Este modelo de gestión participativa y democrática nos invita a dimensionar nuestro papel como ciudadanos y a intencionar nuestras prácticas hacia el fortalecimiento de los valores de la solidaridad, la sensibilidad, la expresividad, la identidad y pertenencia. Este conjunto de prácticas conscientes y altruistas, es precisamente la “cultura que cura”, que transforma y que revitaliza cualquier proyecto de modernización en una ciudad, desde la óptica social y humana.

No olvidemos que la administración solo actúa como garante de nuestros derechos, quedándonos a nosotros los ciudadanos el deber de interactuar y armonizar nuestras relaciones con la comunidad y el Estado para lograr una convivencia pacífica; esto es también una forma de firmar pactos de convivencia ciudadana y sembrar la semilla de la paz en nuestra localidad.