Antes de empezar este artículo consideramos preciso plantear dos premisas que he leído: “El principio de la vida es construir y no destruir”, “Desarrollo no es acabar la naturaleza, desarrollo es preservar la naturaleza”. Colombia no se puede sustraer por más tiempo tratando los recursos naturales de manera marginal o como retórica, es decir los […]
Antes de empezar este artículo consideramos preciso plantear dos premisas que he leído: “El principio de la vida es construir y no destruir”, “Desarrollo no es acabar la naturaleza, desarrollo es preservar la naturaleza”.
Colombia no se puede sustraer por más tiempo tratando los recursos naturales de manera marginal o como retórica, es decir los problemas ecológicos.
Debemos tener claro que la ecología no debe ser un freno al desarrollo, pero la destrucción del medioambiente no puede calificarse como desarrollo, es un desequilibrio, este es un país extraordinariamente dotado por la naturaleza para convertirse en remanso de la modernidad, en el entendido que existen muchas formas de desarrollo industrial que no exigen la destrucción de la naturaleza.
Surge una consideración primera en torno al problema ecológico en Colombia, y es que la contaminación existe porque es gratuita.
El Estado, en cabeza de los gobiernos, no impide el vertimiento de aguas usadas o servidas en los ríos del país y tampoco exige la instalación de plantas de tratamientos de aguas. Si en alguna parte existen no están operando bien.
Salta enseguida la figura del cobro de un impuesto a la contaminación, tan alto que resulte más barato comprar una planta para tratamiento de aguas, así, la industria y los municipios escogerían esta fórmula, advirtiendo que el impuesto a la contaminación no tiene como propósito recaudar dinero se puede llamar un impuesto neutro, que cumple su propósito si su cifra de recaudo es cero.
De igual forma, se puede fomentar la conversión total del parque automotor, reduciendo el arancel a los vehículos importados que cumplan las normas ecológicas de no contaminación, así mismo, se puede reducir el impuesto de rodamiento a los vehículos que se pueden llamar verdes, teniendo en cuenta que los vehículos que accionan con combustibles fósiles (gasolina-diesel) producen mucho CO2. Así es casi seguro que bajaríamos la contaminación en pocos años.
Por otro lado, existe una práctica deletérea que es la destrucción de los bosques, que sin postergación hay que detenerla administrativa y legalmente. Se puede pensar en cerrar la frontera agrícola, conociendo que ni una sola hectárea de tierra adicional requiere el país para sus funciones agrícolas, a medida que se tecnifique el campo para que haya productividad agrícola y así se permitirá por el contrario recuperar terrenos para la reserva de la nación.
Claro que hay que evitar la adjudicación de terrenos marginales como se hace constantemente, entregando de manera amañada inmensos baldíos de la nación a la colonización destructora.
Se hace menester la aplicación planificada y estratégica, prohibir con una ley la adjudicación de baldíos de la nación a propietarios particulares. Se espera que la nación recupere muchos terrenos con el fin de revertir las zonas de colonización inadecuadas o aquellas que carezcan de importancia socioeconómica para sus habitantes.
Colombia inmediatamente debe recuperar las zonas de páramos que son esenciales para la producción de aguas. En los últimos años para producir papa en época de verano, se han destruido miles de hectáreas de páramos que han perdido la capacidad de producir y regular las aguas de los ríos.
El efecto ha sido la crisis de agua que vivimos, la desecación de los ríos y el incremento de la erosión por las crecientes de los mismos. Decir además que el Ministerio de Ambiente debe fijar normas restrictivas que cumplan con los requisitos de la preservación ecológica natural y la producción de aguas.
Antes de empezar este artículo consideramos preciso plantear dos premisas que he leído: “El principio de la vida es construir y no destruir”, “Desarrollo no es acabar la naturaleza, desarrollo es preservar la naturaleza”. Colombia no se puede sustraer por más tiempo tratando los recursos naturales de manera marginal o como retórica, es decir los […]
Antes de empezar este artículo consideramos preciso plantear dos premisas que he leído: “El principio de la vida es construir y no destruir”, “Desarrollo no es acabar la naturaleza, desarrollo es preservar la naturaleza”.
Colombia no se puede sustraer por más tiempo tratando los recursos naturales de manera marginal o como retórica, es decir los problemas ecológicos.
Debemos tener claro que la ecología no debe ser un freno al desarrollo, pero la destrucción del medioambiente no puede calificarse como desarrollo, es un desequilibrio, este es un país extraordinariamente dotado por la naturaleza para convertirse en remanso de la modernidad, en el entendido que existen muchas formas de desarrollo industrial que no exigen la destrucción de la naturaleza.
Surge una consideración primera en torno al problema ecológico en Colombia, y es que la contaminación existe porque es gratuita.
El Estado, en cabeza de los gobiernos, no impide el vertimiento de aguas usadas o servidas en los ríos del país y tampoco exige la instalación de plantas de tratamientos de aguas. Si en alguna parte existen no están operando bien.
Salta enseguida la figura del cobro de un impuesto a la contaminación, tan alto que resulte más barato comprar una planta para tratamiento de aguas, así, la industria y los municipios escogerían esta fórmula, advirtiendo que el impuesto a la contaminación no tiene como propósito recaudar dinero se puede llamar un impuesto neutro, que cumple su propósito si su cifra de recaudo es cero.
De igual forma, se puede fomentar la conversión total del parque automotor, reduciendo el arancel a los vehículos importados que cumplan las normas ecológicas de no contaminación, así mismo, se puede reducir el impuesto de rodamiento a los vehículos que se pueden llamar verdes, teniendo en cuenta que los vehículos que accionan con combustibles fósiles (gasolina-diesel) producen mucho CO2. Así es casi seguro que bajaríamos la contaminación en pocos años.
Por otro lado, existe una práctica deletérea que es la destrucción de los bosques, que sin postergación hay que detenerla administrativa y legalmente. Se puede pensar en cerrar la frontera agrícola, conociendo que ni una sola hectárea de tierra adicional requiere el país para sus funciones agrícolas, a medida que se tecnifique el campo para que haya productividad agrícola y así se permitirá por el contrario recuperar terrenos para la reserva de la nación.
Claro que hay que evitar la adjudicación de terrenos marginales como se hace constantemente, entregando de manera amañada inmensos baldíos de la nación a la colonización destructora.
Se hace menester la aplicación planificada y estratégica, prohibir con una ley la adjudicación de baldíos de la nación a propietarios particulares. Se espera que la nación recupere muchos terrenos con el fin de revertir las zonas de colonización inadecuadas o aquellas que carezcan de importancia socioeconómica para sus habitantes.
Colombia inmediatamente debe recuperar las zonas de páramos que son esenciales para la producción de aguas. En los últimos años para producir papa en época de verano, se han destruido miles de hectáreas de páramos que han perdido la capacidad de producir y regular las aguas de los ríos.
El efecto ha sido la crisis de agua que vivimos, la desecación de los ríos y el incremento de la erosión por las crecientes de los mismos. Decir además que el Ministerio de Ambiente debe fijar normas restrictivas que cumplan con los requisitos de la preservación ecológica natural y la producción de aguas.