Carreras de demanda laboral como docencia, ingeniería y derecho se encuentran ‘en aprietos’ ante un mercado que exige experiencia de hasta tres años, y oferta con bajos salarios por motivo de la pandemia.
Despertar por las mañanas sin un empleo es el principal agobio de un alto porcentaje de jóvenes que al terminar sus carreras se encontraron con un panorama laboral desalentador y sombrío al no poder conseguir un puesto de trabajo en Valledupar, una de las ciudades del país con mayores índices de desocupación, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE.
Además de las cifras que señalan a la capital del Cesar como una de las zonas del país con mayor porcentaje de desempleados, los jóvenes se tienen que enfrentar a los estragos que ha provocado una pandemia que dejó sin oportunidades a empresarios y a empleadores que posiblemente les podrían haber dado un trabajo.
Felipe Durán, un joven de 23 años que se graduó en Ingeniería de Sistemas, es uno de los vallenatos que a diario se preguntan si fue corrector estudiar una carrera universitaria o no debido a que sus oportunidades para conseguir trabajo son escasas, y más ganan dinero particulares sin ningún tipo de estudios que él.
Este joven relató que a ‘duras penas’ con un préstamo del Icetex pudo pagar su carrera porque su familia de bajos recursos no tenía para enviarlo a la universidad, pero sus buenas notas y esfuerzos le hicieron creer que el estudio y el empeño eran suficientes para salir adelante en la vida
Sin embargo, la realidad del mercado laboral tiene destruido el sueño de una casa para su madre y de brindarles un apoyo económico a sus hermanos menores.
“Es duro, tengo un año de graduado y no he podido conseguir trabajo. He repartido mis hojas de vida por todos lados y hasta la fecha no he recibido ni una sola llamada para una entrevista. Creía que si me graduaba con buenas notas y demostraba mi esfuerzo conseguir trabajo no sería difícil, pero fue un error”, manifestó con desdén Durán.
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Él limpia su casa y ayuda a cuidar a sus hermanos porque es la única manera que ha conseguido para retribuir el esfuerzo que hizo su mamá para ponerlo a estudiar. A diario hace jugos de mango, zapote y piña para hacer bolis que vende en su casa a $300. Señaló con tristeza que esperaba encontrarse detrás de un computador reparando circuitos o haciendo programas y no metiendo en su pequeño congelador 60 bolis, con los que aporta a los gastos de su casa $18.000 diario.
Casos como el de Durán propician que los jóvenes deserten de las universidades y escuelas al comprobar que el estudio no les garantizará un empleo que les permita tener una mejor calidad de vida. De acuerdo con el orientador vocacional, Hernán Barrios, los universitarios se sienten dudosos de si la carrera que estudian podrán ejercerla al graduarse.
“Es común ver profesionales conduciendo un taxi, vendiendo ropa o desempeñando una labor diferente a la que escogieron. Esos casos los jóvenes que están en proceso los ven y les genera la duda de si es factible económicamente pagar cinco años una carrea para luego no trabajar en su profesión. Eso ocasiona que se desanimen y consideren dejar de estudiar”, explicó Barrios.
Susana Peña, graduada del programa de Derecho, comentó que ha tenido demasiadas dificultades para conseguir empleo en Valledupar. Acotó que las empresas no tienen en consideración la experiencia laboral que adquirió mientras estudiaba, los empleadores le exigen que esta sea después de su titulación, pero ¿cómo sería posible sino la aceptan en un empleo?
Esta situación la viven a diario muchos jóvenes desempleados, que al no tener una experiencia laboral sus oportunidades para obtener un trabajo son escasas, propiciando así la desocupación, la pobreza, el rezago económico y el poco progreso en la ciudad. Esto quedó evidenciado en el último informe del DANE que señaló que para el mes de abril la tasa de desempleo para los jóvenes en Valledupar fue de 27,3 %, cifra que continua posicionando a Valledupar por encima de ciudades de mayor población como Barranquilla y Santa Marta.
De acuerdo con Peña, para ayudar a su abuela y suplir sus gastos trabaja de manera informal brindando asesorías jurídicas que le dejan un saldo de $500.000, menos de un salario mínimo que solo podría servirle para cancelar los $480.000 que le cobran a su abuela de arriendo, pero que afortunadamente sus hermanos lo pagan. De no ser así esta abogada solo tendría $20.000 para la comida de su hogar.
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La pandemia de la covid-19 causó estragos económicos en todos los sectores económicos de la ciudad. Además de eso también se convirtió en una excusa por parte de los empleadores para no pagarles el salario justo a los jóvenes que buscan desesperadamente un trabajo.
Carmen Gutiérrez, licenciada en Lengua Castellana e Inglés, manifestó que la docencia en la mayoría de los colegios de la ciudad no es bien pagada. Precisó que algunas institucionen educativas les pagan a los profesores entre $500.000 y $600.00, sumas que no compensan el arduo trabajo que realizan los educadores.
Esta vallenata comentó con tristeza que ante la necesidad económica en su casa y las pocas opciones en su campo de trabajo se postuló para un puesto de Call Center. A pesar de que no se estará desempeñando en su área guarda la esperanza de que sea aceptada y le paguen el salario mínimo para cubrir sus gastos y los de su familia.
Salarios bajos es el factor que ha provocado que muchos ciudadanos emigren a otras ciudades o que obtén por buscar un trabajo temporal con empresas que están por fuera de la ciudad. Este el caso de Alexander Van Strahlen, ingeniero electrónico, quien trabaja de manera esporádica con una compañía de Bogotá que solicita su servicio de apoyo algunas veces a la semana.
Comentó que su último trabajo fue el mantenimiento preventivo de un equipo de cómputo por el que le pagaron $30.000. Es de reflexionar como ingenieros como Alexander y Felipe no llegan a ganar ni $100.000 al mes y de entender porque estos dos jóvenes tienen tantas ansías de conseguir un trabajo estable por fuera porque Valledupar y una despiadada pandemia les cerraron las puertas al competitivo mercado laboral.
Por: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN
@namiibb
Carreras de demanda laboral como docencia, ingeniería y derecho se encuentran ‘en aprietos’ ante un mercado que exige experiencia de hasta tres años, y oferta con bajos salarios por motivo de la pandemia.
Despertar por las mañanas sin un empleo es el principal agobio de un alto porcentaje de jóvenes que al terminar sus carreras se encontraron con un panorama laboral desalentador y sombrío al no poder conseguir un puesto de trabajo en Valledupar, una de las ciudades del país con mayores índices de desocupación, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, DANE.
Además de las cifras que señalan a la capital del Cesar como una de las zonas del país con mayor porcentaje de desempleados, los jóvenes se tienen que enfrentar a los estragos que ha provocado una pandemia que dejó sin oportunidades a empresarios y a empleadores que posiblemente les podrían haber dado un trabajo.
Felipe Durán, un joven de 23 años que se graduó en Ingeniería de Sistemas, es uno de los vallenatos que a diario se preguntan si fue corrector estudiar una carrera universitaria o no debido a que sus oportunidades para conseguir trabajo son escasas, y más ganan dinero particulares sin ningún tipo de estudios que él.
Este joven relató que a ‘duras penas’ con un préstamo del Icetex pudo pagar su carrera porque su familia de bajos recursos no tenía para enviarlo a la universidad, pero sus buenas notas y esfuerzos le hicieron creer que el estudio y el empeño eran suficientes para salir adelante en la vida
Sin embargo, la realidad del mercado laboral tiene destruido el sueño de una casa para su madre y de brindarles un apoyo económico a sus hermanos menores.
“Es duro, tengo un año de graduado y no he podido conseguir trabajo. He repartido mis hojas de vida por todos lados y hasta la fecha no he recibido ni una sola llamada para una entrevista. Creía que si me graduaba con buenas notas y demostraba mi esfuerzo conseguir trabajo no sería difícil, pero fue un error”, manifestó con desdén Durán.
Lea también: ¿Tiene una empresa y debe pagar impuestos? Conozca los nuevos plazos
Él limpia su casa y ayuda a cuidar a sus hermanos porque es la única manera que ha conseguido para retribuir el esfuerzo que hizo su mamá para ponerlo a estudiar. A diario hace jugos de mango, zapote y piña para hacer bolis que vende en su casa a $300. Señaló con tristeza que esperaba encontrarse detrás de un computador reparando circuitos o haciendo programas y no metiendo en su pequeño congelador 60 bolis, con los que aporta a los gastos de su casa $18.000 diario.
Casos como el de Durán propician que los jóvenes deserten de las universidades y escuelas al comprobar que el estudio no les garantizará un empleo que les permita tener una mejor calidad de vida. De acuerdo con el orientador vocacional, Hernán Barrios, los universitarios se sienten dudosos de si la carrera que estudian podrán ejercerla al graduarse.
“Es común ver profesionales conduciendo un taxi, vendiendo ropa o desempeñando una labor diferente a la que escogieron. Esos casos los jóvenes que están en proceso los ven y les genera la duda de si es factible económicamente pagar cinco años una carrea para luego no trabajar en su profesión. Eso ocasiona que se desanimen y consideren dejar de estudiar”, explicó Barrios.
Susana Peña, graduada del programa de Derecho, comentó que ha tenido demasiadas dificultades para conseguir empleo en Valledupar. Acotó que las empresas no tienen en consideración la experiencia laboral que adquirió mientras estudiaba, los empleadores le exigen que esta sea después de su titulación, pero ¿cómo sería posible sino la aceptan en un empleo?
Esta situación la viven a diario muchos jóvenes desempleados, que al no tener una experiencia laboral sus oportunidades para obtener un trabajo son escasas, propiciando así la desocupación, la pobreza, el rezago económico y el poco progreso en la ciudad. Esto quedó evidenciado en el último informe del DANE que señaló que para el mes de abril la tasa de desempleo para los jóvenes en Valledupar fue de 27,3 %, cifra que continua posicionando a Valledupar por encima de ciudades de mayor población como Barranquilla y Santa Marta.
De acuerdo con Peña, para ayudar a su abuela y suplir sus gastos trabaja de manera informal brindando asesorías jurídicas que le dejan un saldo de $500.000, menos de un salario mínimo que solo podría servirle para cancelar los $480.000 que le cobran a su abuela de arriendo, pero que afortunadamente sus hermanos lo pagan. De no ser así esta abogada solo tendría $20.000 para la comida de su hogar.
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La pandemia de la covid-19 causó estragos económicos en todos los sectores económicos de la ciudad. Además de eso también se convirtió en una excusa por parte de los empleadores para no pagarles el salario justo a los jóvenes que buscan desesperadamente un trabajo.
Carmen Gutiérrez, licenciada en Lengua Castellana e Inglés, manifestó que la docencia en la mayoría de los colegios de la ciudad no es bien pagada. Precisó que algunas institucionen educativas les pagan a los profesores entre $500.000 y $600.00, sumas que no compensan el arduo trabajo que realizan los educadores.
Esta vallenata comentó con tristeza que ante la necesidad económica en su casa y las pocas opciones en su campo de trabajo se postuló para un puesto de Call Center. A pesar de que no se estará desempeñando en su área guarda la esperanza de que sea aceptada y le paguen el salario mínimo para cubrir sus gastos y los de su familia.
Salarios bajos es el factor que ha provocado que muchos ciudadanos emigren a otras ciudades o que obtén por buscar un trabajo temporal con empresas que están por fuera de la ciudad. Este el caso de Alexander Van Strahlen, ingeniero electrónico, quien trabaja de manera esporádica con una compañía de Bogotá que solicita su servicio de apoyo algunas veces a la semana.
Comentó que su último trabajo fue el mantenimiento preventivo de un equipo de cómputo por el que le pagaron $30.000. Es de reflexionar como ingenieros como Alexander y Felipe no llegan a ganar ni $100.000 al mes y de entender porque estos dos jóvenes tienen tantas ansías de conseguir un trabajo estable por fuera porque Valledupar y una despiadada pandemia les cerraron las puertas al competitivo mercado laboral.
Por: Namieh Baute Barrios / EL PILÓN
@namiibb