El autor de esta canción fue César Marín, quien, tras casarse con Carmen Oliveros Osorio, se hizo residente de la localidad de Bomba, ubicada en el municipio de Pedraza, al noroccidente del departamento del Magdalena.
Gabriel García Márquez señaló en una columna publicada en El Heraldo a mediados de siglo pasado, y vuelta a publicar en El Tiempo en 1993, que: “Quien haya tratado de cerca a los juglares del Magdalena, que son muchos después de Enrique Martínez, Miguel Canales, Emiliano Zuleta, podrá salirme de fiador en la afirmación de que no hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda a un hecho cierto de la vida real, una experiencia del autor”.
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Esta frase la traigo a cuento para referirme a una canción, ‘El abusajo de Bomba’, grabada por Luis Enrique Martínez para el sello Tropical de Barranquilla, en 1967, que hizo parte de la colección de Long plays rotulados ‘Los Tres Reyes del Vallenato’. Es un paseo que ocupa el puesto número seis en donde además participan Andrés Landero y Alejandro Durán.
El autor de esta canción fue César Marín, quien, tras casarse con Carmen Oliveros Osorio, se hizo residente de la localidad de Bomba, ubicada en el municipio de Pedraza, al noroccidente del departamento del Magdalena. Marín es, además, compositor de un número importante de canciones grabadas a su nombre, otras no lo fueron, por el mismo acordeonero. Temas como el ‘Mago de la China’, ‘La Ciencia Oculta’, ‘El Pique’, ‘El Gavilán de Zapayán’, ‘El Gavilán del Paraíso’, entre otras, son de su autoría.
Bomba, que es un nombre indígena, es una de las poblaciones ubicadas a orillas de la ciénaga de Zapayán, una de las más extensas del departamento del Magdalena.
Su surgimiento, de manera espontánea y paulatina, se produjo después de 1850. Fueron pescadores los primeros en llegar al montículo donde surgió la localidad, lugar donde encontraron la garantía de no ser víctimas de las dos avenidas anuales de la ciénaga sin tener que alejarse de ella, lo que les garantizaba la cercanía con la pesca y la vía de acceso al río Magdalena. Hoy en día, el pescado sigue siendo el alimento fundamental de la dieta de sus pobladores.
En ese lugar, como en otros de la región Caribe, se narran historias de abusajos (fantasmas), endriagos, zánganos, brujas, aparatos, la llorona loca, y hasta del mismo diablo. También se cuentan historias de mujeres que salían en las noches oscuras a recorrer las calles de las poblaciones. Incluso se dice que lo hacían desnudas o vestidas de blanco para ahuyentar a quienes encontraban en el camino, cuando iban a encontrarse con amantes clandestinos.
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Es precisamente a un abusajo que salía en las noches oscuras de Bomba, al que le canta César Marín:
Allá en Bomba cuando las noches son oscuras
Nadie sale a la calle y el que sale con recelo
Hay un abusajo que mide una gran altura
Y todos le tienen miedo porque no pisa en el suelo.
El temor que generaba el aparato entre los pobladores de ese lugar llevó a que Ernestina Torrijos sufriera un percance en un brazo. Al salir de un velorio observó su silueta, era alto y, además, lo vio ir sobre el aire, huyendo de él se fue al suelo.
A Ernestina Torrija ayer temprano
La dejó casi sin vida el abusajo.
El abusajo le zafó un brazo a Ernestina
Pese al temor que generaba el saber que había un fantasma, que aparecía en las noches oscuras en las calles del pueblo, en las esquinas de ese lugar había el comentario que era una muerta viva. Lo decían, según Marín, porque cada vez que veía una luz de foco de mano (linterna portátil de baterías), este desaparecía. Además, había otra razón para dudar que fuera un fantasma, tras seguirlo descubrieron dónde se metía.
Alejandro Osorio Ramos, quien para entonces era el inspector de policía, resolvió develar el secreto que se escondía detrás del abusajo. Una noche se armó de un foco de mano y lo emboscó, entonces conoció su identidad, y, efectivamente, era una muerta viva.
Tan solo el primo Alejo es el que sabe
Quién es el abusajo y a qué sale.
Esa misma noche oscura el abusajo negoció con Alejo su silencio. Una versión dice que, por un encuentro sexual, otra que recibió una recompensa económica con la que adquirió un picot, el primero en tener asiento en ese lugar, que justamente se llamó ‘El abusajo’.
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Pero Alejo no era dado a guardar secretos, por eso comentó con sus allegados cuál era la identidad del fantasma, con el compromiso del receptor de no decirle a nadie. Pero como cada confidente tiene el suyo y este alguien a quien contarle, con el compromiso de que no salga entre los dos, el nombre del endriago fue conocido: era Tomasita Ospino.
Ella era una mujer morena, robusta, de nariz ancha, y para cuando sucedieron los hechos narrados en la canción, había enviudado. Era dueña de una tienda y madre de un hijo, y su vivienda estaba ubicada en la loma de Bomba. Debería tener más de cuarenta años cuando fue relacionada con la aparición del abusajo. Quizá, el qué dirán de una mujer viuda, obligada innecesariamente a guardarle las espaldas al fallecido, la indujo a traficar en horas de las noches oscuras por las calles impulsadas por unos amores secretos.
Pero al cuento le faltaba una parte: saber para dónde iba Tomasita cuando salía vestida de blanco como si caminara por el aire. Sin embargo, pese a desconocerlo, los interesados en el tema, que debía ser toda la población, sacaron tiempo para atar cabos. Algunos concluyeron, entre ellos César Marín, que salía de su casa a encontrarse con el inspector de rentas que llegaba cada jueves a esa población y se ubicaba en la casa de su paisano Pacho Santander. El nombre del Inspector es mencionado por Marín en la canción, y lo hace apelando a un sarcasmo:
La gente dice que busca a Pacho Barranco
Pa’ que le rece tres avemarías y un credo.
Francisco ‘Pacho’ Barranco era un comerciante de tabaco, nacido y habitante de Pedraza, que para la época ocupaba ese cargo público que era nombrado por la Gobernación del Magdalena. Su actividad económica permanente era la de comerciante de tabacos, lo que lo llevó a ser un visitante permanente a los pueblos ubicados en torno a la ciénaga de Zapayàn, incluso en Bálsamo tuvo un segundo hogar.
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El hecho o causa por la que se relacionaba a Tomasita con Pacho Barranco lo menciona César Marín en un verso que no fue grabado por Martínez, lo cual era usual debido a las limitaciones que existían, en cuanto al tiempo, para grabar en el formato de acetatos. Versos que conozco a través de Walberto Ramos:
Cuando a Bomba llega el inspector de rentas
Ese es un caso que tiene mucho detalle
Esa noche ninguno sale a la calle
Porque temen encontrarse con la muerta.
Barranco llegaba los jueves a Bomba, y decían que ese día salía el fantasma a recorrer las calles de ese lugar.
La asociación de Barranco con Tomasita llevó a que fuera apodado el ‘zángano’, en alusión al endriago capaz de transformarse en ser humano o animal. Este debió conocer el apelativo que le dieron, sabiendo que en este lugar la reputación de una persona es un bien cuyo valor es decreciente, más cuando se termina involucrado en un asunto público.
Sin embargo, la historia contada por Marín no es la única existente sobre el hecho que nos ocupa. A través de la tradición oral se ha conocido que Tomasita salía de su casa, pero para encontrarse con José Támara Carrillo, quien era un comerciante, habitante de Heredia, que llegaba periódicamente a Bomba a vender hamacas, abarcas, sombreros, y otras mercancías que compraba en San Jacinto. Este era un hombre moreno, delgado, que acostumbró a vestir de blanco para toda ocasión. Era oriundo, como Tomasa del Rosario Ospino viuda De Castro, de Cerro de San Antonio.
Para el escritor Paco Ignacio Tabio II: “Es sabido que no necesariamente las historias más repetidas son las más ciertas, son solo eso: las más repetidas”.
Lo cito para señalar que pese a existir dos versiones sobre a quién buscaba el abusajo, la que César Marín hizo canción es la más repetida. La otra versión, la que relatan adultos octogenarios, no volverá a ser contada cuando mueran quienes la conocen, mientras que la canción seguirá sonando.
Y dicen que la muerta va buscando
A un vivo que por allá ‘alante’ la está esperando.
Por: ÁLVARO ROJANO OSORIO
El autor de esta canción fue César Marín, quien, tras casarse con Carmen Oliveros Osorio, se hizo residente de la localidad de Bomba, ubicada en el municipio de Pedraza, al noroccidente del departamento del Magdalena.
Gabriel García Márquez señaló en una columna publicada en El Heraldo a mediados de siglo pasado, y vuelta a publicar en El Tiempo en 1993, que: “Quien haya tratado de cerca a los juglares del Magdalena, que son muchos después de Enrique Martínez, Miguel Canales, Emiliano Zuleta, podrá salirme de fiador en la afirmación de que no hay una sola letra en los vallenatos que no corresponda a un hecho cierto de la vida real, una experiencia del autor”.
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Esta frase la traigo a cuento para referirme a una canción, ‘El abusajo de Bomba’, grabada por Luis Enrique Martínez para el sello Tropical de Barranquilla, en 1967, que hizo parte de la colección de Long plays rotulados ‘Los Tres Reyes del Vallenato’. Es un paseo que ocupa el puesto número seis en donde además participan Andrés Landero y Alejandro Durán.
El autor de esta canción fue César Marín, quien, tras casarse con Carmen Oliveros Osorio, se hizo residente de la localidad de Bomba, ubicada en el municipio de Pedraza, al noroccidente del departamento del Magdalena. Marín es, además, compositor de un número importante de canciones grabadas a su nombre, otras no lo fueron, por el mismo acordeonero. Temas como el ‘Mago de la China’, ‘La Ciencia Oculta’, ‘El Pique’, ‘El Gavilán de Zapayán’, ‘El Gavilán del Paraíso’, entre otras, son de su autoría.
Bomba, que es un nombre indígena, es una de las poblaciones ubicadas a orillas de la ciénaga de Zapayán, una de las más extensas del departamento del Magdalena.
Su surgimiento, de manera espontánea y paulatina, se produjo después de 1850. Fueron pescadores los primeros en llegar al montículo donde surgió la localidad, lugar donde encontraron la garantía de no ser víctimas de las dos avenidas anuales de la ciénaga sin tener que alejarse de ella, lo que les garantizaba la cercanía con la pesca y la vía de acceso al río Magdalena. Hoy en día, el pescado sigue siendo el alimento fundamental de la dieta de sus pobladores.
En ese lugar, como en otros de la región Caribe, se narran historias de abusajos (fantasmas), endriagos, zánganos, brujas, aparatos, la llorona loca, y hasta del mismo diablo. También se cuentan historias de mujeres que salían en las noches oscuras a recorrer las calles de las poblaciones. Incluso se dice que lo hacían desnudas o vestidas de blanco para ahuyentar a quienes encontraban en el camino, cuando iban a encontrarse con amantes clandestinos.
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Es precisamente a un abusajo que salía en las noches oscuras de Bomba, al que le canta César Marín:
Allá en Bomba cuando las noches son oscuras
Nadie sale a la calle y el que sale con recelo
Hay un abusajo que mide una gran altura
Y todos le tienen miedo porque no pisa en el suelo.
El temor que generaba el aparato entre los pobladores de ese lugar llevó a que Ernestina Torrijos sufriera un percance en un brazo. Al salir de un velorio observó su silueta, era alto y, además, lo vio ir sobre el aire, huyendo de él se fue al suelo.
A Ernestina Torrija ayer temprano
La dejó casi sin vida el abusajo.
El abusajo le zafó un brazo a Ernestina
Pese al temor que generaba el saber que había un fantasma, que aparecía en las noches oscuras en las calles del pueblo, en las esquinas de ese lugar había el comentario que era una muerta viva. Lo decían, según Marín, porque cada vez que veía una luz de foco de mano (linterna portátil de baterías), este desaparecía. Además, había otra razón para dudar que fuera un fantasma, tras seguirlo descubrieron dónde se metía.
Alejandro Osorio Ramos, quien para entonces era el inspector de policía, resolvió develar el secreto que se escondía detrás del abusajo. Una noche se armó de un foco de mano y lo emboscó, entonces conoció su identidad, y, efectivamente, era una muerta viva.
Tan solo el primo Alejo es el que sabe
Quién es el abusajo y a qué sale.
Esa misma noche oscura el abusajo negoció con Alejo su silencio. Una versión dice que, por un encuentro sexual, otra que recibió una recompensa económica con la que adquirió un picot, el primero en tener asiento en ese lugar, que justamente se llamó ‘El abusajo’.
Te puede interesar: Diez ‘guajirismos’ y su significado
Pero Alejo no era dado a guardar secretos, por eso comentó con sus allegados cuál era la identidad del fantasma, con el compromiso del receptor de no decirle a nadie. Pero como cada confidente tiene el suyo y este alguien a quien contarle, con el compromiso de que no salga entre los dos, el nombre del endriago fue conocido: era Tomasita Ospino.
Ella era una mujer morena, robusta, de nariz ancha, y para cuando sucedieron los hechos narrados en la canción, había enviudado. Era dueña de una tienda y madre de un hijo, y su vivienda estaba ubicada en la loma de Bomba. Debería tener más de cuarenta años cuando fue relacionada con la aparición del abusajo. Quizá, el qué dirán de una mujer viuda, obligada innecesariamente a guardarle las espaldas al fallecido, la indujo a traficar en horas de las noches oscuras por las calles impulsadas por unos amores secretos.
Pero al cuento le faltaba una parte: saber para dónde iba Tomasita cuando salía vestida de blanco como si caminara por el aire. Sin embargo, pese a desconocerlo, los interesados en el tema, que debía ser toda la población, sacaron tiempo para atar cabos. Algunos concluyeron, entre ellos César Marín, que salía de su casa a encontrarse con el inspector de rentas que llegaba cada jueves a esa población y se ubicaba en la casa de su paisano Pacho Santander. El nombre del Inspector es mencionado por Marín en la canción, y lo hace apelando a un sarcasmo:
La gente dice que busca a Pacho Barranco
Pa’ que le rece tres avemarías y un credo.
Francisco ‘Pacho’ Barranco era un comerciante de tabaco, nacido y habitante de Pedraza, que para la época ocupaba ese cargo público que era nombrado por la Gobernación del Magdalena. Su actividad económica permanente era la de comerciante de tabacos, lo que lo llevó a ser un visitante permanente a los pueblos ubicados en torno a la ciénaga de Zapayàn, incluso en Bálsamo tuvo un segundo hogar.
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El hecho o causa por la que se relacionaba a Tomasita con Pacho Barranco lo menciona César Marín en un verso que no fue grabado por Martínez, lo cual era usual debido a las limitaciones que existían, en cuanto al tiempo, para grabar en el formato de acetatos. Versos que conozco a través de Walberto Ramos:
Cuando a Bomba llega el inspector de rentas
Ese es un caso que tiene mucho detalle
Esa noche ninguno sale a la calle
Porque temen encontrarse con la muerta.
Barranco llegaba los jueves a Bomba, y decían que ese día salía el fantasma a recorrer las calles de ese lugar.
La asociación de Barranco con Tomasita llevó a que fuera apodado el ‘zángano’, en alusión al endriago capaz de transformarse en ser humano o animal. Este debió conocer el apelativo que le dieron, sabiendo que en este lugar la reputación de una persona es un bien cuyo valor es decreciente, más cuando se termina involucrado en un asunto público.
Sin embargo, la historia contada por Marín no es la única existente sobre el hecho que nos ocupa. A través de la tradición oral se ha conocido que Tomasita salía de su casa, pero para encontrarse con José Támara Carrillo, quien era un comerciante, habitante de Heredia, que llegaba periódicamente a Bomba a vender hamacas, abarcas, sombreros, y otras mercancías que compraba en San Jacinto. Este era un hombre moreno, delgado, que acostumbró a vestir de blanco para toda ocasión. Era oriundo, como Tomasa del Rosario Ospino viuda De Castro, de Cerro de San Antonio.
Para el escritor Paco Ignacio Tabio II: “Es sabido que no necesariamente las historias más repetidas son las más ciertas, son solo eso: las más repetidas”.
Lo cito para señalar que pese a existir dos versiones sobre a quién buscaba el abusajo, la que César Marín hizo canción es la más repetida. La otra versión, la que relatan adultos octogenarios, no volverá a ser contada cuando mueran quienes la conocen, mientras que la canción seguirá sonando.
Y dicen que la muerta va buscando
A un vivo que por allá ‘alante’ la está esperando.
Por: ÁLVARO ROJANO OSORIO